OCUPA

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Desperté sin abrir los ojos, con la incómoda sensación de la vida pululando por mis venas, con el ruido de las máquinas anunciando que mis signos vitales eran constantes y que el aire acondicionado seguía funcionando de manera óptima. Me sentía más pesado que de costumbre, sin la necesidad de moverme para notarlo, noté que algo aprisionaba mi cuello con la característica molestia de un abrazo y fui consciente, paulatinamente, de los muchos dolores que abrigaban mi cuerpo con la inequívoca confirmación de que no me encontraba muerto.

Abrí mis ojos de forma lenta, como si los párpados también me doliesen, y miré con mentalizada distancia mi brazo libre y la intravenosa que emergía de su muñeca. Intenté erguirme pero algo en mis costillas detuvo mis intentos, casi de inmediato, aprovechando el dolor como arma principal y aprovechándose que alguien se hubiera encargado con anterioridad de paralizar la parte superior de mi cuerpo.

Con un suspiro de dolor miré el brazo que tenía enyesado y moví la cabeza, de forma limitada, en busca de alguien que pudiera aclarar las dudas que se arremolinaban en mi mente. Pero no encontré más que camillas a mis lados, con otro inconsciente ocupando una de ellas, además de un enorme ventanal que mostraba una panorámica, aunque decepcionante, visión del patio.

Intenté encontrar algo de cordura dentro de mis pensamientos sin lograr encontrar más que respuestas oníricas propias de una mente sumergida en sueños, en mi caso pesadillas, de los que parecía imposible poder despertar. Entonces fue cuando el chasquido de la puerta me hizo voltear, lento como si el tiempo me sobrase, para ver como aparecía bajo el umbral una enfermera en la plenitud de sus treinta y con unos atributos que parecían tener más intenciones de provocar infartos que de ayudar a sanarlos.

Al instante mi mente viajó al pasado, cuando los tiempos eran mejores y el suicidio no estaba entre los primeros objetivos en mi lista de cosas por cumplir, solo para recordarme que alguna vez los cuerpos como ese no me habían sido tan ajenos ni tan indiferentes como ahora ese lo parecía. No me malinterpreten; sus curvas eran hipnóticas, como las de cualquier mujer bonita, solo es que ya las había probado lo suficiente como para sentir ganas de querer repetirme el plato, sin contar que mi estado no era el adecuado como para pretender obtener algún buen resultado de mis palabras tentativas e insinuaciones sutiles.

¡Ah que fácil es conquistar a una mujer chilena cuando sabes que clase de chica es! incluso a mí, que no era demasiado guapo, me resultaba ridículamente sencillo tener una chica diferente entre mis sábanas cada vez que mi cuerpo lo exigía.

- Señorita-, hablé cuando esta me daba la espalda.

Ella dio un respingo antes de girarse y mirarme como si de un fantasma se tratara. Le pregunté cuántos días había pasado inconsciente allí, qué demonios me había roto y cuánto tiempo tardaría en curarme de todo eso a lo que ella contestó que podía considerarme afortunado pues solo había obtenido de mi caída algunas cuantas costillas rotas, un húmero fracturado y una torcedura de cuello además de varios raspones distribuidos mayoritariamente en el lado derecho de mi cuerpo.

Ese día supe que las costillas tardan relativamente poco en sanar y que una fractura de brazo es una mierda que requiere terapia posterior al ensamble del hueso aparte del medio año que necesita para poder sellar adecuadamente; sí, claro, ya veía yo que la suerte estaba siempre de mi lado.


-Es que vos no e'rí mas hue'on porque no podí no más-, berreó Pamela al entrar-, no se qué mierda tienes en la cabeza Manu porque cerebro veo que te falta caleta. Jamás pensé que estuvieras así de falla'o. Además no pudiste dejarla piola ¿cierto? No, tenías que ir y lanzarte de un edificio pa'que todos te vieran estamparte contra el suelo.

cuando se fractura el almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora