Café

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Se encontraba totalmente concentrando en jugar con sus gorditos dedos, en vez de mirar a las personas frente a él, cuando su madre le llamó y tocó su hombro con suavidad.

— Vamos cariño, saluda. – Habló la joven mujer, mirando a su hijo con una sonrisa.

El adolescente de bastante malhumor, dejó de juguetear consigo mismo y levantó por fin su vista hacia la mujer y su hijo menor.

— Hola, mucho gusto. – Dijo sin el más mínimo respeto, hablando hasta con hastío y dejando bastante en claro que no quería estar ahí.

Su madre le fulminó con la mirada un segundo, para sonreír nuevamente hacia sus nuevos vecinos.

— Lo siento por su actitud. – Se disculpó rápidamente su madre. – Jiminnie suele ser mucho más amable, solo que ahora está molesto por habernos mudado. Realmente le gustaba Busan. – Explicó avergonzada.

— Oh no te preocupes. – Respondió con dulzura la otra mujer, sonriendo ampliamente. – A nuestro Yoonie le ha pasado lo mismo, pero ya se acostumbrará. – Murmuró a la par que daba golpecitos en el muslo de su hijo y este mantenía su rostro neutro.

El solo escucharles hablar sobre ellos como si no estuviera ahí, a Jimin le molestaba. Por mucho que no le gustara su nueva casa, prefería estar en ella antes que estar haciendo vida social con su vecino.

Si ya odiaba la idea de vivir en aquel barrio, estaba odiando aún más a su madre por pedirle al chico mayor que le cuidara por las tardes. Él no era un bebé y podía cuidarse solo. No entendía el afán de sus padres por protegerle tanto, siendo que les había casi rogado y explicado que podía pasar las tardes sólo en casa y nada malo sucedería.

Pero no, ahí se encontraba frente a la puerta blanca de su vecino.

Su primer día en la escuela, no había estado del todo mal y le había alegrado solo un poquito haber podido integrarse bien a su curso. Sin embargo, aquel malhumor de hace unos días había vuelto con creces. Más al recordar que no podía ir a casa, debido a que no tenía llaves y que su madre ya le había pagado por adelantado al pálido chico que le cuidaría.

Simplemente terrible.

Con un suspiró y ya cansado de estar ahí parado como estúpido, fue a golpear la puerta cuando esta se abrió.

— Pasa. – Dijo sin más el castaño en su interior.

Jimin anonadado por su repentina aparición, solo se limitó a adentrarse a la casa y cerrar tras de sí, sin decir ni una sola palabra. ¿Acaso le había estado viendo todo ese tiempo?

— Puedes dejar tus cosas en el sofá. – Indicó el mayor apuntando la sala a un costado de ellos.

Con un leve asentimiento, el pequeño se quitó los zapatos rápidamente y fue a dejar sus cosas al gran sofá negro, en el cuál había estado sentado hace unos días.

Quedándose de pie a un lado del living, notó que la mirada del castaño en la escalera le estaba poco menos que perforando la nuca. Se volteó levemente hacia él, viendo que este se encontraba sentado en uno de los escalones y sostenía su rostro en una mano.

— ¿Q-qué? – Preguntó, odiándose por parecer tan nervioso, cosa que no estaba. Sólo se sentía un poquito intimidado por la mirada de su hyung.

— ¿No quieres subir? – Preguntó como respuesta, haciendo un leve gesto hacia arriba.

Jimin asintió con algo de duda y este se levantó al instante de su improvisado asiento.
El menor le siguió con bastante distancia, adentrándose a la habitación poco tiempo después, para analizar todo con la mirada.
Era un cuarto bastante sencillo con muchos libros, un escritorio y un moderno teclado que abarcaba casi la mitad de una de las paredes.
Al menor le pareció asombroso que su vecino supiera tocar algún instrumento, cuando tenía la apariencia de alguien que no sabía nada de música clásica con aquellas ropas tan holgadas. Pero como dice su madre, nunca se debe juzgar a un libro por su portada y quizás ese era el caso del pálido chico.

— Puedes tomar lo que quieras. – Le dijo con amabilidad, para luego poco menos que amenazarle con una mirada afilada. – Pero no rompas nada.

Jimin asintió asustado por su tono y se dedicó a ver todos los libros del alto estante que había en la habitación, para ver si encontraba algo que le gustase.
Entonces cuando quiso preguntarle a su vecino si podía sacar aquel libro tan famoso, le encontró hecho un ovillo sobre su cama en el sueño más profundo que jamás haya visto.

Acercándose con cautela a la cama, vio como el pecho contrario subía y bajaba con parsimonia, viéndose al chico en total paz.
Sin querer sus comisuras se elevaron en una leve sonrisa, al pensar que el pálido parecía un muñeco de porcelana mientras dormía.

Y con aquel color castaño, supo que Min Yoongi era alguien de pocas palabras y que se quedaba dormido con bastante facilidad. Permitiéndole memorizar cada una de esas finas facciones y grabarlas a fuego en su memoria, desde aquel primer día en su hogar.

Colorful Neighbour ~ YM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora