Rosado

14.9K 2.8K 538
                                    

Era su cumpleaños y era miércoles. Aquel maldito día en que Yoongi trabajaba hasta tarde.

Hace un par de meses, el muchacho mayor había conseguido un trabajo por las tardes y ya no podían verse todos los días de la semana como a Jimin le gustaría. Comenzando a pasar aquellas tardes después  de la escuela, en su propia casa. Odiándolo totalmente, dejando totalmente en el pasado aquel pensamiento de hace un año. 
Le gustaba estar en casa de Yoongi y pasar horas hablando de libros, películas y cosas simplemente sin sentido. Pero aún más, le gustaba su hyung.

Había pasado casi un año desde que le conocía y tenía plena conciencia que lo que sentía por él ahora pelirosa, no era una simple amistad.
Se sonrojaba con facilidad ante su tacto, le hacía feliz con los más mínimos detalles y realmente disfrutaba estar en la comodidad de su habitación, aún cuando Yoongi solo le veía como un hermano menor. La verdad no le importaba del todo que lo viera de esa forma, siempre y cuando le permitiera continuar visitándolo.

Se hallaba tirado en el suelo de la sala, con el televisor prendido y ni siquiera estaba prestando atención a la película animada que había puesto. Su día había sido aburrido a pesar de que todos sus compañeros le habían saludado y uno que otro amigo, le había dado un pequeño presente. Sin embargo, él lo único que quería ese día era ver a Yoongi y por desgracia, no podría hacerlo.

Había visto a la señora Min regando sus flores, cuando había vuelto de la escuela y no pudo evitar preguntarle por su hijo. A lo que la mujer le respondió lo que ya sabía.

Yoongi no volvería a casa hasta bastante tarde.

No entendía porque el chico había decidido tan repentinamente trabajar, cuando su madre le pagaba a él por cuidarlo. ¿Tanto necesitaba más dinero? ¿Para qué?

Si no fuera porque estaba totalmente solo, le hubiera dado mucha vergüenza que alguien le viera haciendo tal berrinche. Chillando y pataleando al aire, mientras decía lo mucho que odiaba que Min Yoongi estuviera trabajando el día de su cumpleaños.

Repentinamente sonó el timbre de su hogar, parando enseguida sus infantiles gritos. No había pedido comida a domicilio y mucho menos era uno de sus padres, extrañándose ante la interrumpió.
Caminó con lentitud hasta la puerta sin pausar la película, arreglando lo desordenado que estaba su uniforme por la repentina pataleta y abrió la puerta con su mejor cara de odio. No estaba de humor para nadie.

Pizza.

Fue lo primero que notó al abrir la puerta, viendo solo la caja de pizza frente a su rostro, ocultando a la persona tras de ella.

— Eh...yo no he pedido eso...– Habló suavemente, alborotando su castaño cabello.

La caja fue descendiendo lentamente, hasta dejar ver la sonrisa que tanto amaba, en conjunto que veía por completo quien se hallaba en su puerta.

— Lo sé, pequeño. – Rió el otro ante la cara de sorpresa del menor.

— ¡Hyung! – Chilló Jimin, lanzándose a abrazar al contrario aún con la pizza entremedio de ellos. – ¿Qué haces aquí? Tú madre ha dicho que debías trabajar...

— He renunciado. – Soltó mientras se adentraba al hogar del menor, cargando además con una caja extra.

— ¿Qué? ¿Por qué? – Preguntó el menor sin poder creerse lo que estaba escuchando. – ¿A pasado algo? ¿Te han tratado mal?

— Nada de eso, pequeño. Sólo ya no necesito trabajar.

— ¿Ah? – Murmuró sin entender a que se refería.

El pelirosa dejó la caja de pizza sobre la mesa frente al televisor, para volver hasta donde se encontraba plantando Jimin, tendiendo la gran caja que había adentrando anteriormente.
Levantó esta con bastante dificultad y miró con la sonrisa más grande que le había visto.

— Feliz cumpleaños, Jiminnie.

Aún con el corazón a mil por la sorpresa, tomó la caja con manos temblorosas, sin saber que podría encontrar en su interior.
En cuanto pudo abrirla, con la ayuda de Yoongi y un gran cuchillo de cocina, se encontró con todos los tomos del manga de su anime favorito.

Hyung...– Sollozó a medida que las lágrimas caían por sus mejillas y notaba que el mayor se acercaba a consolarle.

— Lamentó haberte abandonado todos estos meses, pequeño. Pero sin dinero no podía regalarte esto, espero que lo disfrutes. – Habló a la par que limpiaba las lágrimas del rostro de Jimin.

— Lo haré. – Lloró con ganas, a pesar de la enorme sonrisa que tenía y el cálido sentimiento que revolvía su estómago.

Yoongi no tenía porque trabajar para darle algo como eso, cuando el mejor regalo para él era simplemente estar a su lado.

Con aquel cabello rosa y las lágrimas presentes en su cara, descubrió que Min Yoongi era la persona más detallista que había conocido en la faz de la tierra y que jamás alguien podría igualarlo. Endulzando sin querer su corazón....cada día un poco más.

Colorful Neighbour ~ YM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora