Capítulo 2

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Carrie

La tarde del día anterior no fue nada interesante, había consistido en debatir el estúpido asunto de los casilleros y sinceramente, con la clase de amigos que me cargaba no habíamos llegado a nada más que tontos comentarios al respecto por lo que después de un rato opte por lo mejor: silenciar el grupo y tirarme en la cama a mirar Game of thrones.

De igual manera, eso ya era asunto del pasado, hoy era un día nuevo y seguramente quien quiera que estuviese molestando a Andree solo lo hizo por eso mismo, molestar.

Me miré al espejo por última vez, otro maldito día en aquel infierno al que llamaban escuela.

Baje las escaleras de la casa y me quede mirando el retrato familiar.

—Estúpido —murmuré para mis adentros al prestarle más atención a la fotografía de mi hermano y seguí con mi camino —. ¡Adiós, mamá! —grité cuando estuve en la puerta.

—¿Ya te vas? —preguntó desde algún lugar de la cocina —¡No camines sola!

—¡No! —respondí —. ¡Me voy con Dominic! —y sin decir más, cerré la puerta.

Dominic Samuels, mi vecino y el chico del que había estado enamorada desde los catorce años, se encontraba esperándome en la puerta con su típico estilo relajado, pasándose una mano por su cabello castaño, mientras sus preciosos ojos verde/azules lo examinaban todo.

—¿Lista? —preguntó y yo asentí.

Comenzamos a caminar, la escuela realmente no quedaba muy lejos por lo que nunca tardábamos demasiado en llegar.

—¿Crees que sea cierto lo de Andree? —preguntó después de un rato en silencio. Yo lo miré con una ceja enarcada —. Si vistes los afiches... ¿no?

Asentí: —. Tú y yo sabemos que eso es mentira.

—Lo sé —admitió —. Cualquiera que conociese a Andree sabría que eso es mentira... pero tú sabes, siempre está la duda, entonces ¿lo hizo?

—¡Que no! —exclame, dándole un golpe en el pecho, haciéndolo sonreír y que alzara sus manos en señal de paz.

—Yaya, tranquila.

—¡No me digas que me calme! Es mi mejor amiga de la que hablamos, tú la conoces, sabes que eso es mentira.

—Lo se, amor, pero jamás está de más preguntar.

Asentí, ignorando el hecho de que me había llamado "amor",  seguimos conversando por temas triviales, el me contaba sobre su familia y las actividades extra curriculares que tomaba en las tardes mientras yo escuchaba embelesada.

Podría escucharlo horas y jamás me cansaría.

Ni siquiera note que estábamos ya a una cuadra de la escuela, posiblemente en el mejor momento, pues se había decidido por tomarme la mano cuando vimos a un chico correr a toda velocidad hacia nosotros.

—¿Lo conoces? —preguntó Dom, mirando al chico.

Me encogí de hombros: —No logró distinguir quién es.

Frikis, ¡al ataque!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora