Capítulo 9

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—Estación de policía, ¿en que le puedo ayudar?

—Sí, buenas tardes, hablo para reportar la casa abandonada de la calle Jackson...

—Señora, esa casa ya esta reportada, todos los ruidos extraños ya fueron registrados y comprobado que solo se trata de una casa vie...

—No, disculpe la interrupción, pero quiero reportar también a dos personas. Hace una hora vi salir a dos personas con capuchas rojas salir de ahí.

—¿Esta segura de que estaban saliendo de esa casa?

—Muy segura, es extraño ver gente cerca, puede ser peligroso que empiecen a merodear por esa casa

—Gracias por comunicarnos su preocupación, empezaremos una investigación para asegurar su seguridad. Que tenga buen día.

📍📍📍

—¿Estás seguro que no será otra de esas bromas que los chicos gastan?

—La voz de la señora sonaba honesta

—¿Desde cuando las voces de la gente te suenan honestas, Acker?

—Desde ayer, ahora cállate y vayamos a hacer nuestro trabajo, solo haremos la revisión de siempre

—Si no encontramos nada fuera de lo común, hoy tu pagarás en la barra

—Si eso te motiva, estará bien.

Los policías salieron de la patrulla en la calle Jackson a las 18 horas. El oficial Ackerman se tomaba su trabajo muy en serio, más ahora que lo acaban de ascender de puesto, pero al oficial Huffington no le hacía gracia que su mejor compañero de trabajo sea el que esté amenazando su lugar en la estación de policías.

Al entrar a la casa, podían reconocer ese aroma a humedad y abandono de esa casa. Todo parecía marchar en orden, sólo tenían que asegurarse que todas las puertas estuvieran cerradas como siempre...
Pero el oficial Huffington accedió fácilmente a la última habitación.

—¿Está abierta?

Ambos se miraron sabiendo que algo andaba mal. Nadie tenía las llaves de esas habitaciones más que la señora de cosas olvidadas en la estación.

—Creo que esta noche tu pagarás la barra Huff

Ambos policías entraron a la habitación. Encontraron una gran variedad de pilas de libros viejos y objetos basura que las familias guardarian para luego venderlas en una venta de jardín.
Lo último que llamó la atención de estos dos fortachones, fue aquella pila de libros acomodada de manera que se hiciera un gracioso trono.

—Los niños aún saben divertirse, ¿no?

—No creo que unos niños hicieran esto...

—¿Que te hace pensar eso?

—Mira...

Señaló hacia los pies de ese improvisado trono de libros y recogió lo que parecía ser una credencial estudiantil.

Frikis, ¡al ataque!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora