Entrada a lo desconocido.

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GUMBALL

Traer conmigo a Chrystalle lucía, en su momento,como una buena idea... no lo fue.

—Gumball, ¿Podemos detenernos? Mis pies ya no aguantan. Y sabes que para mí, es horrificante la deshidratación.

—Deja de quejarte en nombre de Glob, no podemos permitirnos desperdiciar ni un sólo segundo, nadie sabe que podría hacer ese demonio ahora, o en cuanto tiempo planea hacerlo, además debemos hallarla antes de la luna roja o Marshall... debemos darnos prisa y encontrar al hada.

—Ninfa...

—Da lo mismo.

Continuamos nuestro camino por horas y horas, ella seguía quejándose del porqué no traíamos caballos, pero teníamos que ser discretos y no iba a ser sencillo ocultar un ser tan grande.

Estaba a punto de anochecer y aún estábamos a varios kilómetros de nuestro destino, pero debía decidir entre ceder a los caprichos de Chrystalle o defender mi orgullo, no debíamos detenernos, pero no eramos capaces de cuantificar el número de peligros que no aguardaban si no seguiamos nuestro camino.

—Bien descansaremos aquí, pero seguiremos nuestro camino al alba, ¿Queda claro?

Chrystalle no espero ni un segundo para saltar sobre mí gritando "gracias" con su vocesilla chillona que mostraba cada que se exaltaba; decidió acostarse a dormir en cuanto terminó de gritar así que fue mi deber -y obligación- colocar la fogata antes del anochecer.

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—¿Gumball?... Gumball... Gumball... Bubba... su alteza sería tan amable de abrir los ojos.

Esa voz andaba rondando por mi mente, era de Marshall... no podía serlo.

Me senté tan rapido que la sangre tardo en llegar a mi cabeza, nublando mi vista, pero estaba seguro de haber visto una silueta muy familiar entre el juego de sombras y luces que formaban las ahora brazas de la medio muerta fogata.

— ¿Chrystalle, estás despierta?

Nada. Estaba completamente dormida perdida entre las alas del búho cósmico. Decidí levantarme y seguir según yo el mismo camino que aquel ente había emprendido. Caminé con cautela debido a que el bosque era un lugar malicioso, donde dar un paso en falso podía llevarte al final de tus días en un instante. Me detuve por completo pues comenzaba a perder el rastro de la senda, escuché crujidos a lo lejos, pasos quizá; decidí seguir mi instinto y confiar en mi sentido del oído. Cada que daba un paso escuchaba los crujidos más cerca y más cerca. La oscuridad se dispersaba a medida que los árboles aumentaban la distancia entre ellos y la tenue luz azulada de la luna me mostraba el camino a donde quiera que estuviese yendo.

— Bubba, ¿Aún me amas? ¿Por qué me abandonaste Bubba?

Escuchaba claramente la voz herida de Marshall, oía esa misma frase una y otra vez sin parar.

—Yo no te abandoné... siempre has estado en mi corazón. ¿Marshall?

En la lejanía cuando los árboles estaban completamente dispersos, se formaba un lago muy pequeño, podría llamarse incluso lagunilla, y al centro de esta estaba un sause llorón de hojas azules y sentado bajo ellas, un ser o una entidad, pero aunte mis ojos claramente lucía como Marshall.
Me acerqué poco a poco, saltando en pequeñas roquillas que sobresalían del agua. Aquel sause era majestuoso, brillaban sus hojas a la luz de la luna su tronco negro y raíces gruesas, algunas sobresalidas de la tierra lo hacían lucir imponente; le di la vuelta para verle de todos los ángulos que me fuesen posibles y buscar a la ahora escondida sombra que había visto hace un momento.
¿A qué le temes?
Dijo una desconocida que retumbaba en el silencioso bosque. Se repetía la misna frase una y otra vez sin cesar.

Amarga Soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora