Hay algo que caracteriza a los reinos nacientes. Por un lado se puede ver las brisas de la esperanza, los senderos del futuro, y las instalaciones que en el mañana serán proezas, aún cuando hoy son sólo un bosquejo. Por el otro, aunque algo tardíos, se pueden saborear los desamores que traerán la administración, ya sea por descuidos, ya sea por necesidad. Estos, aunque se podrían llegar a mitigar, obstaculizan de forma eficaz el sendero recto del cual a su vez, es que nacen estos contraoscuros. Es así como las tierras vastas se vuelven en cementerios rebosantes de vida, donde abundan los criaderos de ignorancia y de corrupción.
El que visitara Ívory a lo largo de sus monarquías pudiera dar una buena constancia de esto. Aún con salida a la costa, praderas abundantes, y unas cuantas montañas llenas de recursos y que servían de límite, periodo tras periodo, rey tras rey, los eruditos se volvieron en vendedores de caña. Los pocos filósofos nacidos en esas tierras o eran bebedores, o se iban hacia reinos establecidos como fue el caso de Catalsia.
El rey, en una juzgada audaz, mandó a decapitar a todo el Consejo de Videntes. En su defensa, el declarar la guerra a todo el continente no era una buena idea, pues no importa desde el punto de vista en que se viese, es imposible que el vidente, Jupíter el "Grandioso", tuviese razón al afirmar que Pillon estaba creando en secreto una flota de ejércitos de cabras. Quizás, antes de seguir la delirante idea del falso profeta, debió haber preguntado si en la república de Pillon se crían cabras. La respuesta hubiera sido decepcionante.
Varices, guardián de la familia real, sufrió la pérdida de todo lo que alguna vez amó. Su esposa, luego de perder a todos sus hijos varones, decidió huir clandestinamente al reino vecino, llevándose consigo a sus tres hijas. El pobre guardia no tuvo otra opción que tomar cerveza y seguir con su trabajo; no hubo gran cambio en su rutina.
¿Y de quien era la culpa de que su familia se fuese? De las cabras. No había otra explicación para los males de sus tierras. Las malditas pastan con su cara pendeja cuanta comida hay. Ya no faltaba poco para que estas usaran sus aguijones venenosos y fuegos abrasivos para atacar la población. Así era el pensar de Varices.
—¡Cóño, donde está la salida secreta! —gritó el rey de Ívory al único guardia que le quedaba.
—¡Allá! —Señaló un pasillo hacia la izquierda—. Baja hacia abajo, da la vuelta, sube por las escaleras y ve hacia la derecha.
—¡Ya sabía yo! —gritó el soberano tomando rumbo hacia su escape triunfal—. ¡Quédate aquí, y no digas por donde me fui!
Varices no tuvo oportunidad de contestar. El rey escapó dejando atrás a sus súbditos, a quienes de algún modo siempre atendió con exorbitantes cantidades de bebida. Mientras, Varices se preguntaba que comería en la noche.
—Varices de Ívory, guardián del rey, dime donde se encuentra tu soberano.
Aquella voz entró a su mente como una taza de café en plena borrachera. Su ser se espabiló, y al instante tomó su lanza. Esta última se resbalaría de sus manos al ver la visión de su atacante.
—¿Qué eres? —preguntó Varices—. ¿Sos un enviado de las cabras? ¡Estás en la conspiración en contra del rey!
No tuvo tiempo de tomar su lanza. Esta simplemente se alejó.
—Soy Tatiana, ángel de Daltos, y vengo a salvar a tu rey.
—¿Salvarlo? —preguntó Varices ante la ominosa figura.
Y así Tatiana comenzó su historia. Esta ángel, luego de ser creada, fue criada por Daltos, a quien desobedeció al aprender el idioma secreto de las cabras. Sin querer, practicando aquella lengua maldita, quemó la granja en la que vivían sus tíos. Luego de esto, se alejó de su dios, quien vengativo le persiguió. Ella se ocultó en un granero, y aprendió de las cabras en una academia de cabras oculta en la frontera Catalsia-Pillón. Ahí fue cuando un día, luego de haber dejado sus ojos, se regresó al establo para enterarse de que había una conspiración en contra del rey de Ívory. Las cabras trataron de atacarle, ella se defendió, se quemó el establo, y quedó como una criminal por cometer dos horribles cabricideos.
—¿Y qué pasó con tus ojos? —preguntó sin saber si aquellas cuencas negras y sombrías ocultaban alguna clase de retina.
—Se los dieron a Daltos para que se los comiera —dijo ella, luego de haber contado con su seductora voz todo lo anterior—. Desde allí ya no veo.
Conmovido por aquella historia, Varices sacó un buen whisky. Luego de tomar juntos un par de tragos, y ver como el ángel le ganaba en los naipes, le dio un par de indicaciones a Tatiana, las cuales culminaron al señalarle la vía. Esta le agradeció con un beso, y se fue corriendo tras la pista del soberano.
De lo que debió haberse dado cuenta Varices, es de que Tatiana, ciega, no podría haber visto la dirección que señaló. También debió haberse percatado de que los ángeles no tienen tíos, y de que las cabras no van a academias. Horas más tardes se lamentaría de esto.
—¡Por qué no le dije el camino antes! —gritó borracho antes de morir—. De seguro si le hubiera dicho antes, el rey no hubiese sido asesinado. ¡Malditas cabras, que le han hecho tanto daño a mí, Varices de Tatiana!
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Revista Cisne Etéreo
De TodoEsta es una revista dedicada a los fans de Etérrano, en las que se verán curiosidades, fanfics, teorías, tops, críticas, y otros aspectos relacionados con la historia del mago de la capa roja. Disfrutad, recién llegados o eterratenitentes, de toda c...