¿Cómo no discutir con un adolescente?

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Aunque usted no lo crea, las discusiones y rebeldías de los adolescentes muestran que están creciendo de forma saludable y tiene algunos puntos positivos. "Lo preocupante sería que [la discusión] nunca ocurriera", señala el psicólogo Brad Sachs, citado por The Wall Street Journal. Según este experto, aquellos que menos replican "puede que no estén haciendo el duro trabajo que se necesita para forjar una identidad independiente".

Es natural que a esa edad surjan los conflictos con los padres. Es parte del proceso por el cual se vuelven más independientes y empiezan a forjar su personalidad.

En esta etapa el desarrollo cerebral los vuelve más impulsivos y los lleva a buscar nuevas sensaciones. También es cuando se vuelven más vulnerables a la presión social. Este cambio puede tomar por sorpresa a los padres, sobre todo porque en el período inmediatamente anterior suele ser relativamente tranquilo y armonioso.

Según los especialistas, los adolescentes más dados a discutir suelen ser los más saludables, ya que están aprendiendo a resolver desacuerdos y a usar sus propios criterios, aptitudes que necesitarán después para manejarse exitosamente en las relaciones con los demás.

Por otra parte, las discusiones también dan a los padres información muy valiosa acerca de lo que está ocurriendo con sus hijos y sobre lo que estos consideran importante. No existe nada más desconcertante que un adolescente enigmático como una caja negra.

Para conducir las relaciones en esta etapa son necesarias algunas estrategias. El psiquiatra Alan Kazdin, de la Universidad de Yale, aconseja a los padres que lleguen a arreglos con sus hijos respecto a cosas transitorias, como el maquillaje gótico, el tener ropa en el suelo, etc., pero que no transijan en cosas que pueden tener consecuencias permanentes, como los tatuajes. Cuando los padres son más rígidos, los adolescentes tienen más posibilidades de empecinarse más en sus posiciones contrarias.

En esta etapa, es necesario que los padres se esfuercen por escuchar a sus hijos, eviten los sarcasmos y eviten recordarles su comportamiento pasado. Lo que no se debe admitir, en ningún caso, es que les falten al respeto: tienen que advertirles que si usan de malos modos, se acabó la conversación. Un adolescente es sensible a los elogios sinceros de sus padres, cuando se portan bien, lo cual suele ser más efectivo que castigarles por las faltas.

En todo caso es importante evitar los gritos y malos tratos. Aunque puede ser tentador dejarse llevar por la ira, en ningún caso es efectivo. El miedo o el enojo impide que los jóvenes asimilen lecciones valiosas que a sus padres les gustaría que aprendieran.

Con un hijo que se resiste a ordenar su habitación, por ejemplo, nunca será eficaz alzar la voz. Tal vez resulte mejor ponerse junto al hijo a enseñarle cómo espera que cumpla con su indicación. Con paciencia, buenos modos y buen ejemplo, los adolescentes terminan por ir madurando en la virtud de la obediencia.

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