Padres sobreprotectores

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Alfonso Aguiló, en un artículo para la revista Hacer Familia cuenta la extinción del Dodo, un ave que fue descubierta por los holandeses en 1599. Un entorno natural sin depredadores, hicieron que esta ave perdiera con el paso de los siglos, los mecanismos de defensa. Estas circunstancias dejaron indefensa a esta ave que habitaba las Islas de Mauricio y Reunión.
Los botánicos saben bien que los árboles expuestos a todos los vientos son los más fuertes y resistentes y por el contrario, los protegidos se vuelven débiles y vulnerables. Las inclemencias del tiempo, lejos de significar un obstáculo para su crecimiento, repercute en el desarrollo de elementos que les preparan para futuras dificultades.
Es frecuente que personas que nadan en la abundancia se relajen y se vuelvan cómodos y flojos, poco inclinados al esfuerzo. La escasez de tiempo, de dinero y de recursos, las dificultades en una palabra, nos hace mucho bien. Nos vuelve más creativos y desarrolla en nosotros la capacidad para hacer frente a las contrariedades naturales de toda vida humana.
Está claro que no hace falta salir a buscar peligros innecesario, pero parece claro también que cuando no hay peligro alguno, cuando todo el entorno es fácil y cómodo, entonces, paradójicamente, esa falta de peligros acaba siendo el peligro mayor, porque no se desarrollan capacidades ni resistencias, y eso hace crecer a las personas sin defensas, sin recursos, sin sabiduría.
No se trata de buscar peligros ni ocasiones de tropiezo, basta quizá con no sobreproteger, con no querer evitar a toda costa cualquier contrariedad o sufrimiento. Cuando se vive demasiado resguardado de cualquier dificultad, se pierden oportunidades de desarrollo que no es fácil alcanzar de otra manera. Afrontar dificultades o peligros supone siempre un riesgo, pero es necesario para alcanzar la autonomía a la que siempre debe conducir la educación.
Toda persona se encontrará tarde o temprano con enemigos, con malos ejemplos, con solicitaciones engañosas. Tendrá que aprender a gestionar dilemas complejos. Tendrá que sobreponerse al acoso de entornos hostiles. Y la experiencia de la plácida vida del dodo, con abundante alimento y sin depredadores, y sobre todo la experiencia de su abrupto final, nos muestra que un día ese equilibrio se puede romper y hay que estar preparados.
exhibía desde muy temprano unas habilidades verbales precoces. Me preocupaba que mi hijo quedara rezagado porque no habló bien hasta que entró en preescolar. Pero sucedió lo contrario en ambos casos: mi hija tiene dificultades en la escuela y mi hijo es un estudiante destacado. Y todo es debido a su determinación.

La mujer que da esta charla es Angela Duckworth, que fue profesora durante años hasta que empezó a hacerse una pregunta basada en las observaciones de sus niños de sus clases: "¿qué pasa si tener éxito en la escuela y en la vida depende de mucho más que la habilidad para aprender de manera rápida y fácil?".

Para responder a esta pregunta, fue a la universidad a estudiar Psicología, luego se embarcó en una serie de estudios en varios entornos, desde la academia militar de West Point a empresas de venta directa, desde un concurso de deletreo a profesores novatos en escuelas de barrios desfavorecidos.

En todos esos contextos muy diferentes, surgió una característica como un importante predictor del éxito. Y no fue la inteligencia social. No fue la buena apariencia, ni la salud física ni fue el C.I. Fue la determinación.

La determinación es pasión y perseverancia para alcanzar metas muy a largo plazo. La determinación es tener resistencia. La determinación es aferrarse a su futuro, día tras día, no solo por la semana, no solo por el mes, sino durante años y trabajando realmente duro para hacer ese futuro una realidad. La determinación es vivir la vida como si fuera una maratón, no una carrera a toda velocidad.

Mis padres siempre me decían que la perseverancia era importante, pero soy lo bastante obstinada como para gastar toda una vida aprendiendo esa lección yo misma. De niña, dejé que se fueran a pique unos talentos naturales en piano y softball por falta de interés. De adulta, dejé pasar un prometedor inicio en escritura creativa porque no podía soportar el rechazo. Sin embargo, recientemente he empezado a superar la limitada percepción de profundidad y la pésima coordinación mano-ojo que me ha fastidiado desde la infancia, porque he encontrado algo por lo que estoy dispuesta a luchar; literalmente.

Aprender de los fracasos
La determinación es algo que estoy aprendiendo tarde en la vida, pero no puedo ignorar lo vital que es, no solo para el éxito, sino para la confianza en uno mismo, la fortaleza interior y la estabilidad emocional. Me consterna la cantidad de veces a lo largo de mi vida que he dicho "no puedo hacer esto" hasta que se hizo verdad. Ojalá hubiera aprendido hace muchos años que el fracaso no es una característica del ser, sino una oportunidad para aprender. Nada en mi vida me ha mostrado esa verdad con tanta claridad que el ver a mis hijos convertir el fracaso en éxito.

He visto cómo mi hijo más descoordinado se convertía en el único capaz de escalar paredes y atravesar caminos de obstáculos, porque se esforzó en mejorar cada momento que estuvo despierto. He visto cómo una niña de seis años ha tenido dificultades durante un año para montar en bici hasta llegar un día en que decidió que no estaba dispuesta a quedarse atrás más tiempo, se subió a la bici y salió pedaleando calle abajo. He visto cómo cinco bebés aprendían a caminar después de caer una y otra y otra vez... y después de ponerse de pie a cada vez.

He quedado tan convencida de la singular importancia de la determinación que ha cambiado mi concepto de educación como madre. Ya no me centro en el talento; de hecho, ahora soy muy precavida a la hora de mencionar siquiera un talento que pueda tener un niño. Cuando digo "eres bueno en eso", mis hijos esperan ser perfectos y que esa perfección llegue fácilmente. En vez de eso, les digo que pueden ser buenos si trabajan duro y les animo a recibir el fracaso con un sentimiento de gratitud y alivio. Es una lección que quizás no tenga que aprender de nuevo; después de todo, la parte más difícil de aprender una lección es que la primera caída es siempre la más impactante.

Mis hijos siguen tirando la toalla a veces, pero ya no lo hacen tan a menudo. Ya no se rinden tan a menudo y eso es algo que, en realidad, es la base de crecer en determinación.

https://es.aleteia.org/2017/09/07/este-es-el-indicador-de-si-tus-hijos-tendran-exito-en-la-vida/

https://www.interrogantes.net/alfonso-aguilo-un-entorno-facil-hacer-familia-no-283-1-ix-2017/

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