El consumo de pornografía y otros comportamientos de riesgo son una consecuencia, no exclusiva pero sí significativa, de debilidad o anorexia en las relaciones personales; las interacciones humanas en la familia y en los grupos en que los adolescentes se desenvuelven. Los adolescentes del siglo XXI se encuentran solos y solas para la toma de decisiones de consumo, también de contenidos en los medios.
Usando una metáfora, es como si en lugar de alimentar a los niños con una dieta saludable, los padres lo hicieran a base de grasas y azúcares. El problema de la obesidad se resolvería, parcialmente, reemplazando esos alimentos y alertando a la población de sus decisiones irresponsables. Pero lo mejor sería motivar y ayudar (concretamente) a las familias a encontrar momentos para compartir comidas bien preparadas, con arte y ternura, que satisfagan no sólo la necesidad de alimentos sino también el espíritu. Quien conoce por experiencia cómo sabe un buen asado argentino, por ejemplo, no se entusiasma ante una hamburguesa y un paquete de papas fritas. Quien sabe lo que es verdaderamente una buena mujer y un buen hombre, porque lo ha visto y sentido en sus padres y maestros, no se entusiasma ante la brutalidad de la violencia pornográfica.
En el artículo "7 antídotos para combatir el virus de la pornografía" se menciona que "la pornografía es una de las "drogas" más fuertes, más vendidas, más fácil de acceder, más difundida y socialmente más aceptada". Tristemente la mayoría de las personas desconocen los efectos que causa en la vida de sus consumidores. Entre esas consecuencias de ver frecuentemente pornografía se incluyen la falta de concentración, la ansiedad, la inestabilidad emocional, el quiebre en las relaciones interpersonales, la distorsión de la realidad, etc.
Si la pornografía se instala en la vida de una persona, es un inquilino que llega para quedarse, no es fácil echar, pero con constancia al poner los medios necesarios y mucho amor se le podrá expulsar. Al dejar la pornografía es posible volver a ver los detalles de la vida, las pequeñas cosas. Cambia la actitud frente a los demás, cambia la forma de mirar al otro, cambia el enfoque espiritual que le damos a Dios, cambia la vida completamente.
En el artículo antes citado se mencionan 7 pasos para dejar esta adicción:
1. Acepta tu adicción
Es muy importante, antes de todo, reconocer que se tiene una adicción y/o dependencia. Aquí podemos relacionarlo con el primer paso de Alcohólicos Anónimos, el cual dice: «Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol y que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables». Reconocer nuestra faltas es parte del proceso de maduración humana. Quien no reconoce sus errores no puede corregirse y, menos aún, dejarse corregir por otros. Por ello se hace realmente indispensable trabajar en este primer punto antes de pasar a los siguientes. Nosotros los católicos tenemos muy claro que Dios es misericordioso con todos sus hijos, que nos llama al amor y nos perdona nuestros pecados... pero otra cosa es experimentarlo. Así que enfrenta el problema, reconoce tu adicción y pide ayuda. Confía todo este proceso en las manos de Dios.
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1001 consejos para padres
Non-FictionMuchos consejos para los padres en la educación de sus hijos. Artículos de toda clase de temas. Aplicaciones concretas para la vida ordinaria familiar.