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SAM

-Mate, mate, mate- el lobo en mi cabeza gruñe desesperado.

Corro hasta que mi nariz se baña en el dulce olor proveniente de la casa de Dustin. Sin poder evitarlo, gruño.

- ¡Ella debe de estar con nosotros, no con él!

Con mis patas delanteras rasgo la puerta, ansioso. Muevo la cola sin control y ubico mi hocico en el borde inferior de la puerta. Bufo gustoso al sentir su aroma mucho más fuerte.

- ¡Tumba la maldita puerta, inútil!

Tomo impulso y golpeo la puerta. Noto que se afloja y con un fuerte rugido, vuelvo a arremeter contra ella, derribándola.

Frente a mí, la pelinegra me mira con sus ojos como platos. Casi soy capaz de ronronear al ser mareado por su olor.

- ¡Mate! ¡Nuestra!

-Nuestra- respondo gustoso.

Me acerco unos pasos hasta que la veo reaccionar y correr lejos de mí.

Mi instinto revolotea, tomando esta acción como una caza.

Y la persigo.

...

AMARIS

¡Un lobo!

El animal de dos metros me miraba fijamente después de derrumbar la puerta.

Tal vez... Tal vez si no me muevo, no me haga nada.

Esta idea se desvanece cuando lo veo avanzar.

Empiezo a correr a través del corredor y subo rápidamente las escaleras, dirigiéndome a lo que había sido mi habitación desde que me trajeron. Mis piernas se mueven lo más rápido que puedo, pero son débiles y demasiado delgadas, siento que voy a caerme en cualquier momento.

Empiezo a llorar cuando lo escucho detrás de mí.

Casi resbalándome logro entrar a la habitación, intento cerrar la puerta, pero la gran cabeza del lobo lo impide, empujando y haciéndome echar para atrás.

Sin hallar otra escapatoria, me subo a la cama de un salto y me arrincono contra la pared, sollozando y sin quitar la mirada del imponente lobo de pelaje blanco y manchas negras. Es mucho más grande que yo, incluso más que otros lobos que había visto en el bosque, me comería en un segundo.

Se queda quieto y no puedo dejar de temblar.

-Amaris...- suena su voz en mi cabeza y sollozo.

Tengo miedo.

Pienso y el lobo de inmediato agacha la cabeza, emitiendo un sonido agudo, como un quejido.

Abro los ojos, sorprendida cuando se recuesta y pone su panza hacia arriba.

Su cola y patas empiezan a moverse. Ladeo la cabeza al verlo retorcerse y hacer soniditos cortos, suaves y completamente pasivo.

Debe de ser alguna trampa...

Aunque he dejado de llorar al verlo tan... Inofensivo. Parece un cachorrito.

Después de unos minutos y con mi respiración regularizaba, me muevo con cautela, levantándome de la cama, dispuesta a huir por la puerta.

Es mi única oportunidad.

Pegada a la pared, avanzo y paso por el lado del lobo conteniendo la respiración.

El animal mueve sus patitas hacia mí y vuelve a hacer ese sonidito, como pidiendo que me acerque a él.

Sam Donde viven las historias. Descúbrelo ahora