Capítulo 4

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Despierta, estás hasta el fondo metida en mierda.

Abrí los ojos de golpe, por lo que al principio no sabía donde situarme, acomodándome a la tenue luz.

Tenía claro que estaba sentada en una silla, con el cuello y el brazo hechos polvo; aunque viva, al fin y al cabo.

Me encontraba en una habitación, otra vez sin ningún adorno ni mueble, exceptuando a la silla, y esta vez sin ventanas.

Traté de mover los brazos para estirarme, y al ver que no lo conseguí, me di cuenta de que mi voz interior tenía razón: estaba metida en mierda.

No literalmente, eso sería otro trauma más que añadir a la lista, sino que me habían atado las manos y los pies con cuerdas, que aparte de estar tan fuertemente apretadas que me cortaban la circulación, estaban dejando marcas y picándome.

Medité lo que debería hacer ahora.

Si me habían raptado, tendrían que volver para conseguir información sobre la carta. Podrían utilizar la violencia, pero yo no no era ninguna debilucha, me dije recordándome la regla del orgullo.

Ya me habían atado antes, y sabía como librarme, únicamente tenía que aflojarlas un poco y estaría libre.

Comenzaron a entrarme ganas de llorar, pero no lo haría delante de ellos. Moví mis dedos todo lo que pude, preparándoles para la escapada.

Sólo tenía que esperar a que llegasen.

Y esperé por lo que me parecieron horas, hasta que oí dos pisadas desde la recién descubierta puerta de atrás.

No hablaron nada, y llegaron hasta mí con una expresión neutra en su cara.

Yo pensaba que Adam iba a ser el que me realizara el interrogatorio, pero fueron el que parecía el jefe de la sala, y como no, el maldito calvo. Cómo odiaba al calvo...

Justo entonces el líder habló, con el mismo tono neutro que su cara.

—Soy Yurem, y él —Señaló a Voldemort—, es Liher. —Continuó mirándome a los ojos —No queremos hacerte daño pero si no nos dices donde tienes la carta no tendremos otra opción.

La carta estaba en la mesa de la entrada a mi casa "bien escondida".

Claro, que no pensaba hablar sobre nada. Bueno, sólo para reírme un rato.

Empezaron a preguntarme sobre lo que sabía de su secta, la carta, incluso Adam, y no les confesaba nada; luego comenzaron a gritarme, hasta que se les notaron las venas del cuello, enmarcadas con el color tomate que se estaba tornando en su cara.

—¡Si sigues así, voy a hacerle algo muy desagradable a esa carita! —me gritó el calvo, salpicándome un poco de su saliva en la frente, sitio inoportuno, ya que no podía quitármelo, ¡Qué asco!

Era la hora de Annie, chavales.

Inclinando hacia él un poco el cuerpo, le dediqué mi mejor sonrisa falsa —¿Te gusta el atún?—. Acto seguido me eché a reír como una posesa, para su desconcierto.

Tardó alrededor de siete segundos en pillar la broma, que hacía referencia a la marca de pescado "Calvo".

Pero cuando lo hizo, me lanzó un puñetazo a la mejilla que dolió más que algunos golpes recibidos en el orfanato, haciendo que me mordiera fuertemente la mejilla y provocándome sangre.

A pesar de ello seguí con el juego.

—¿Qué pasa, Voldemort, me lees el futuro con tu bola de cristal? —Con eso me gané otro en el estómago, haciendo que me encogiera todo lo que podía, soltando el aire de golpe.

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