Capítulo 8

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Si queréis podéis leerlo con la canción de multimedia :-)

Mi hermana tiene un recital de piano al que asiste casi todo el alumnado.

En el último ensayo, ella toca una pieza de Amélie.

Pienso en el poder de la música para transmitirnos un sentimiento, sea alegre o triste mientras toca, alternando sus largos dedos.

Ella era capaz de controlar ese poder a su antojo, moviéndonos cual marionetas y usando sus manos como experta titiritera, para destruirnos.

La vida es destrucción. Ella y yo éramos una de las dos. Y desde siempre he sabido cual era yo.

-Annabeth.

Un suave murmullo que desvió mi mirada.

-Annabeth.

Miré escuetamente y sin interés a la sombra, con un brillante gris en la parte superior. Lo reconocí al instante.

-Annabeth. Ahora sabes lo que tienes que hacer. Ahora lo sabes. Hazlo.

Me nubló la vista, volviendo a la realidad.

-Hazlo.

Las gotas repiqueteaban contra la ventana, queriendo entrar engañadas por la transparencia del cristal.

Las nubes cubrieron los cielos, haciendo que pareciera un día triste.

Hoy recorría los pasillos con cierto conocimiento de hacia dónde me llevaban. Ayer Ad me enseñó el recinto, y pasamos un buen rato espiando a los demás sirvientes y siguiéndoles a pesar de que no hacían nada interesante.

Me metí en un rincón iluminado por la chimenea que ardía tratando de alzarse hacia el cielo. El lugar estaba vacío, y eso no me alegró.

De pronto oí unos pasos a mi espalda.

-¿Qué haces aquí? -Su voz sonó amable. Como si ahora quisiera ir de amiguitos.

-Esperarte. -Vale eso lo acabo de improvisar. Pero he quedado muy misteriosa, pensé mientras sonreía por dentro.

Él sonrió sin enseñar los dientes y el peso hizo que el sofá se hundiese cuando se sentó a mi lado. Noté que se acababa de duchar, ya que tenía el pelo mojado. Una gota se escurrió por su sien desapareciendo en el cuello de su camisa, donde posé mis ojos.

Sus brazos se colocaron entre el fuego y él, buscando calor. Yo le imité, e intenté dar un saltito para poner distancia entre nosotros. Por muy sexy que sea, mi prioridad soy yo, y él tiene respuestas que podría servirme.

-¿Conoces a un tal Max? -pregunté precavida a Adam, esta vez mirando a sus dos océanos.

-¿Te conozco a tí?

Me tensé. Eso me había pilló por sorpresa. Pensaba que no se acordaría.

-Yo he preguntado primero -respondí demasiado tarde.

-Yo te pregunto, tú respondes. Y así al revés. Tres preguntas.

Así es él, conciso y al grano.

-Vale, pero empiezo yo

-Hecho. -Y me regala otra sonrisa que por primera vez yo le devuelvo.

Sus ojos parecen perderse en los míos, o a lo mejor es al revés.

-¿De qué conoces a Max?

El mira hacia el fuego, pensando antes de responder. -Podría decirse que éramos amigos, pero él decidió abandonar a su familia y a todos los de alta cuna. Traté de detenerle, él siempre fue un chico impulsivo, pero me ignoró.

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⏰ Última actualización: Oct 14, 2015 ⏰

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