Comenzó cuando tenía apenas 5 años de edad, seguíamos viviendo en la casa de mi tía Jesús. Yo era un niñato feliz desde que nací. Mamá me cuenta que, de bebé, jamás di problemas a la hora de dormir por las noches porque no me levantaba llorando, es más, dormía a todas horas, hasta al comer y mamá estaba muy calmada conmigo, luego llegaron mis hermanos y hasta yo tuve que soportar sus “sustos nocturnos”, dándole ánimos de que yo la acompañaba, medio dormido claro, luego me mandaba a dormir y me decía que ella se hacía cargo de dormirlos; lograba hacerlo luego de pasada una media hora, cuando todos en la casa se quejaban por la lloradera y gritos de bebés por las noches. Teniendo esa edad no me daba cuenta de lo que ocurría, pero uno de mis primos comenzó a tener un comportamiento un poco extraño conmigo, y no, no hablo del colectivo como peleas o llevarnos bien, sino algo más encaminado a lo… afectivo. Literalmente, me acariciaba y abrazaba demasiado cuando no había gente alrededor y lo tomaba como una muestra de afecto tonta por parte de un primo, pero pasaron 6 meses y las cosas comenzaron a elevarse de nivel. En cierta parte del año, los espacios dentro de la casa se redujeron por cuestiones económicas; en la parte de arriba de la casa, había un cuarto pequeño en donde uno de mis primos estaba durmiendo, así que uno tenía que ir con él a dormir para tener espacio con los demás y siempre era yo el que tenía que irse, ya que mis hermanos no podían estar separados al dormir porque tenían miedo, frío o se levantaban asustados por la noche. Y ahí fue donde mi pesadilla comenzó; a partir de este punto comencé a tener más miedo de lo usual y me volví muy reservado con la gente mayor por lo mismo. Mi primo de 27 años había abusado de mí, teniendo 5 (o 6) años de edad. Cada noche era un maldito martirio.
No podía gritar, ni hacer ningún ruido que llamara la atención de mis familiares, e incluso no podía decirle a nadie porque él había encontrado mi debilidad. Mi madre. Ella trabajaba constantemente, día tras día, llegando agotada a casa y descansando sólo los domingos, le alegraba vernos y saber que todo estaba bien… que todo estaba bien.
“No quieres ver a tu mami triste, ¿verdad?”
Me decía cuando estaba a punto de llorar o escuchaba algún quejido mío a lo que yo negaba con la cabeza.
“Entonces, cállate”
Dicho esto me tapaba la boca con fuerza y parecía no tener conciencia mental de lo que me hacía. Hubo una vez en la que uno de mis hermanos quiso irse a dormir también con él, pero tuve que actuar y decir que también iría; afortunadamente lo convencí de volver a con mi hermana pues, aunque ya tuviera 3 años, me temía lo peor. Y tuve que llevarme el martirio de nuevo, esta vez casi con ganas de matarme por no conseguir una nueva víctima, pero cumplí mi deber como hermano mayor, protegerlo. Los veía el tiempo que podía, cuando volvía de la escuela y otro de mis primos me obligaba a hacer la tarea, no perdía de vista en donde estaban mis hermanos y logré evitar, hasta donde yo sé, que les hiciera algo. Tuve que madurar muy rápido. Viviendo con esa "sonrisa" para evitar sospechas, entré a la primaria antes de tiempo, un año para ser exactos. Era curiosa su ubicación, para mí, era bajar una colina hasta el final de una calle y después otra colina más larga que estaba llena a morir de casas y un piso de ladrillos con forma muy linda que encajaban perfectamente en un patrón. Y al final de esa calle otra subida tipo colina para caminar otra media cuadra y llegar a mi escuela; así era todos los días, pero iba acompañado de varias personas. La mayoría de las veces, mi niñero nos llevaba a la escuela junto con su hermana y varios niños de la cuadra con los que nunca me relacioné bien. La hermana de mi niñero se convirtió en una gran amiga mía, a tal grado de que me llegó a gustar (a pesar de lo que pasaba con mi primo). Mis dos años en esa escuela, fueron jodidamente neutros, nada interesante pasó, más que un festival del día de las madres. Ese día, las madres estaban en unas gradas alrededor del patio principal de la escuela y los alumnos, que habíamos ensayado un baile por casi un mes, estábamos preparados para el acto principal. El evento consistía en 3 partes: como introducción, varios alumnos de los últimos grados escribieron poemas y palabras de apoyo a las madres, después venía el baile y al final un pequeño recorrido por el patio de unas niñas vestidas de distintos tipos de flores con letras que decían: Feliz día mamá. Curiosamente, en el baile, me tocó de pareja la hermana de mi niñero, mejor conocida como "Lupita" y no lo hice tan mal para ser un tronco viviente. Al terminar, le pedí a mamá que me aflojara el cinturón del pantalón, porque estaba muy apretado y me sentí tan aliviado; vi a Lupita tan linda con su vestido y me despedí con un una seña de mi mano. Una semana después, de clases normales, nadie estaría en casa, así que me quedé con mi niñero (que era mi vecino) e hice mi tarea con Lupita. En un momento dado, ella me dijo que jugaramos a la mamá y al papá; fuimos al cuarto de la mamá de Lupita y discutíamos de cosas tontas, nos inventamos a un hijo e incluso fingimos una ruptura, pero nunca creí que haríamos una "reconciliación", para la que nos acostamos en la cama, yo enfrente de ella y me pedía disculpas en un tono romántico de telenovela, hasta que mi niñero nos vio y nos dijo que saliéramos a jugar en la sala y así lo hicimos. Nos la pasamos corriendo por toda la casa, fingiendo que nos perseguía algo, en veces gritábamos y reíamos mucho al tropezar. Luego de una hora, llegó mamá y me recogió para contarle casi todo lo que había pasado, obviamente.
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Mi vida
NonfiksiUna historia más para el repertorio, sólo que con más detalle de cómo me he formado. Todo lo escrito aquí es producto de mi vida, cualquier parecido con otra persona es mera coincidencia.