VII

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Edogawa Ranpo se encontraba como cualquier otro día tranquilamente en la Agencia, comiendo un caramelo, parecía estar despreocupado como de costumbre; pero en su mente aun rondaba el hecho de no haber podido encontrar y salvar a su amigo Poe; era para el muy frustrante, le llenaba de rabia el saber que no hizo nada, mas no lo demostraba.
-¡Ranpo-san! Le ha llegado un paquete- Gritó Kenji quien había recogido la correspondencia, captando la atención del mayor; llevo el dichoso paquete hasta el escritorio del afamado detective –Tome Ranpo-san, es un poco pesado- Dijo con su característica sonrisa para después seguir en sus asuntos.

-¡Oh! Seguro son los nuevos dulces que ordene la semana pasada- Dijo y esbozó una ligera sonrisa y sin pensarlo mucho, comenzó a abrir la caja, encontrándose dentro de esta otra caja, pero de metal.

-¿Pero qué? Es para proteger los dulces ¿O qué? Que debe ser...- Abrió la segunda y misteriosa caja de metal y un olor fétido comenzó a inundar el lugar de trabajo; la expresión de Ranpo cambio de una llena de alegría a una de asco y terror.

Sus ojos se abrieron tanto al punto de que amenazaban de querer salirse de sus cuencas. No podía creer lo que en la caja se encontraba. Eran trozos de carne humana y una pequeña carta envuelta en plástico.

Ranpo en seguida se levantó de su asiento, gritando lo más alto que sus cuerdas vocales se lo permitieron, llamando la atención de todos los ahí presentes. El súper detective estaba totalmente aterrado, es verdad que antes había visto cosas de este tipo, pero una tan horrible como esta.

-¡Ranpo-san! ¿Le ha pasado algo?- llegaron preguntando al unísono Kenji y Atsushi

-Ranpo... ¿Pasó algo? Has gritado muy fuerte...- Dijo el recién llegado presidente, tapándose con una manga su nariz- Algo Huele terrible...

Ranpo se encontraba por completo estático, no podía articular ni una sola palabra, no podía explicarles nada. Con las pocas fuerzas que tenía, señaló la caja que estaba en su escritorio; todos los presentes se dirigieron hacia la caja, quedando en igual estado que Ranpo. Únicamente el presidente tuvo el valor de tomar aquella carta que se hallaba por encima del montón de carne y abrirla.

-Ranpo... es para ti. ¿Quieres que la lea?- El detective asintió levemente con la cabeza, puesto que aun el terror que tenía le impedía pronunciar alguna palabra. Sin más, Fukuzawa comenzó a leer:

"Estimado Edogawa Ranpo.

Estoy completamente seguro de que usted ha quedado en completo estado de terror por el contenido del paquete que le he enviado; pero, déjeme decirle que no hay nada de lo que usted deba de tener miedo. Los trozos de carne humana que aquí se encuentran debería usted de reconocer, pues son de su queridísimo amigo Edgar Allan Poe.

Se te advirtió muy claramente que si TÚ no llegabas a encontrarlo fuese por la razón que fuese, el moriría y aquí lo tienes. Gracias a tu estupidez e ingenuidad no has podido de su trágico final.

Ya no eres tan inteligente como pensábamos después de todo, ¿Verdad, 'Señor súper detective'? No pudiste resolver este caso, usted no sirve para nada, no deduces absolutamente nada, idiota.

Espero que pueda usted recordarnos, detective Edogawa.

                                                                                                                            Atte. The Dark Box".

La Agencia se encontraba en completo silencio ante lo que Fukuzawa acababa de leer; nadie se atrevía a emitir siquiera un pequeño ruido. Algunos casi inaudibles, pequeños y ligeros sollozos comenzaron a escucharse, los cuales el detective emitía; todos dirigieron su mirada hacia él.

-Ranpo- El primero en hablar fue el presidente-, hiciste mal en no decirme nada sobre esto. Todos hemos cometido errores alguna vez, no tienes por qué martirizarte tanto por esto- hizo un intento para consolarlo e intentó agarrarlo del hombro.

-¡¿CÓMO NO HACERLO?! Fue por mi culpa... por mi culpa, ¡Por mi estupidez que Poe-kun murió! ¡No sirvo de nada! No puedo hacer nada bien, ¡No puedo deducir nada!- Gritó eufórico, con la voz un poco entrecortada por su llanto. Saladas lágrimas se resbalaban lentamente por sus rojas mejillas.

El súper detective se levantó del piso, miro una vez más aquel paquete y levemente le susurró:
-Lo siento mucho Poe, espero realmente que en dondequiera que tú te encuentres, puedas perdonarme por ser un idiota.

Acto seguido, este salió corriendo hasta la oficina del director; cerró la puerta lo mejor que pudo y tomó de un estante un pequeño libro, era una novela de misterio, la novela que Allan le había regalado hace apenas una semana. Con los ojos inundados en lágrimas, que aún seguían corriendo por sus rojas mejillas y entre sollozos, este se puso a leerla.

Fin.


weno.. hasta aqui ha llegado esta cutre historia uwu

gracias a quienes leyeron esto 

 yy no se que decir :r

bais(?

-Agnieska

Save me, Ranpo-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora