El nuevo alumno

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Antes de nada, créditos a  UmkaSan7 por sus maravillosas tiras animadas, una de las cuales ha inspirado esta historia. 

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Salgo del despacho de la jefa de estudios, mirando al pequeño chico que está sentado fuera de las oficinas de la dirección. El banco no es especialmente alto, pero aun así los pies del niño cuelgan en el aire mientras sus brazos rodean con fuerza su pequeña mochila escolar. Sonrío levemente. Se ve tímido, o aburrido, no estoy seguro de cual de las dos gana. Me agacho frente a él, logrando que me mire y abra los ojos con sorpresa. 

-Tu debes ser Rafael Lightwood...¿lo eres? No quiero equivocarme de niño... -sonríe levemente, su agarre sobre la mochila aflojándose un poco mientras asiente. -Soy yo. - Sonrío ampliamente, tendiendo mi mano hacia él. -Hola Rafael...soy Magnus, tu nuevo profesor. 

Estrecha mi mano con la suya y me pongo en pie una vez soltamos el agarre. -¿Vamos para la clase?

Su historial académico es impecable. Todo lo impecable que puede ser el historial de un niño de cuatro años. Por lo que la jefa de estudios me ha contado, su padre ha sido trasladado a esta ciudad desde Chicago de forma imprevista y Rafael ha tenido que dejar el curso a la mitad y cambiar de ciudad, de colegio y de amigos. Pobre chico. 

Llegamos a la clase cuando ya todos los niños están sentándose en sus pupitres. Coloco ambas manos sobre los hombros del chico Lightwood.  Repaso la clase con la mirada, observando los dos pupitres libres de la clase. Uno está prácticamente en medio de toda la clase y el otro está delante de mi pupitre, el mas cercano a mi de toda la clase. 

Espero a que empiecen a relajarse todos una vez acomodados en sus sitios antes de hablar. -¡Chicos, chicas! Prestadme atención un momento, por favor. -Noto al chico tensarse bajo mis manos, intimidado por las dos docenas de miradas que están todas fijas en él. -Este es Rafael. Se acaba de mudar aquí desde muy lejos y va a ser vuestro nuevo compañero de ahora en adelante. - Me inclino hacia delante hasta llegar a su altura. -Puedes sentarte donde quieras. 

Me sorprendo cuando escoge el pupitre mas cercano a mi escritorio. Cualquier otro niño quiere estar lejos del profesor, por majo que sea este. La nota de su antigua profesora debía ser cierta. Es un chico aplicado. 

El momento crucial del día llega con el recreo. Es donde realmente los niños pueden interactuar. El alivio es casi instantáneo cuando veo como todos los chicos de la clase lo rodean rápidamente. Es normal, el chico nuevo... todos quieren saber mas. Todos quieren un amigo nuevo... y parece que Rafael se desenvuelve bien, porque pronto está jugando con todos los demás. 

La última hora de clase siempre es la mas tranquila, los niños están ya cansados y sus mentes de cuatro años han trabajado lo suficiente. La mayoría de ellos están relajados, exceptuando a unos pocos que todavía están terminando con las tareas del día. 

Me acerco al pupitre del joven Lightwood, acucliyándome frente a él con ambos brazos apoyados sobre la madera. -Rafael, quiero que le digas a tu papá y a tu mamá que quiero hablar con ellos lo mas pronto posible, ¿vale? - asiente, mirándome fijamente. -Mi papá vendrá a buscarme hoy. Se lo diré. -Sonrío asintiendo. -Gracias Rafael. -Es tan formal para tener tan solo cuatro años... parece un chico muy educado. 

Cuando solo faltan diez minutos para el timbre de salida me aseguro de que todos los niños tengan sus abrigos bien abrochados, sus gorros cubriendo sus orejas, las bufandas bien anudadas para que no se pierdan y cada guante puesto correctamente en su sitio. Arreglo la mano derecha de la pequeña Ayla, que ha logrado meter el dedo índice y el corazón en el mismo agujero del guante. -Así mejor, ya estás lista. 

Tras ordenarlos a todos en una fila, en cuanto el timbre de salida suena, los dejo marchar hacia la puerta que da al recreo, donde todos los padres están esperando y los niños se van dispersando a medida que localizan cada uno a los suyos. Sigo con la mirada al nuevo miembro de la clase, viendo como enseguida corre hasta un hombre alto y delgado, de piel clara y cabello oscuro. Viste un traje negro de aspecto ligero pero formal, con una camisa blanca bajo la chaqueta. Demasiado elegante para un patio de colegio. 

Decido acercarme tras darles unos segundos, la sonrisa de Rafael tan resplandeciente que podría iluminar tres colegios enteros. Está claro que adora a su padre, hasta un tonto podría verlo. -¿Señor Lightwood? Permita que me presente, soy Magnus Bane, el nuevo maestro de Rafael. - Puedo ver como alza una ceja hacia el niño en sus brazos. -¿De verdad has dejado que te llamen Rafael todo el día? -Ríe mientras el niño pone un puchero y no entiendo la broma. ¿Es que acaso no es su nombre? 

Sin embargo, cualquier pregunta queda olvidada cuando el hombre gira su rostro hacia mi, sujetando al niño con un solo brazo mientras con el otro me tiende la mano. -Alexander Lightwood, el padre de Rafa. -Le estrecho la mano por inercia, pero todo mi cuerpo ha dejado de funcionar correctamente en un instante. 

Por el amor de dios...¿por qué motivo existe un hombre tan condenadamente perfecto sobre la faz de la tierra?¿Y por qué la vida no lo puso en mi camino antes? Esa mandíbula, esos labios curvados en esa perfecta sonrisa... dios mio, esos ojos... Alexander. Bonito nombre para el mas hermoso de los hombres.


Daddy, love my teacher!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora