Capítulo 14: "Camino" [MARATÓN 2/5]

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[MARATÓN 2/5]


No sabía mal, el platillo claro, era de lo más sencillo, pero la textura hacía que su boca degustara con exquisitez la cena. Que imaginara que podía comer en familia una vez; tan tranquilo mientras con lentitud llevaba los palillos hacia su delicada boca rosada. Ayase paró un momento y levantó disimuladamente su rostro, dirigiendo la azulina mirada al prestamista.

Tragó en seco. La mirada oscura aún no se apartaba de él. Una socarrona sonrisa se le dibujaba al mayor.

Sentir aquellos ónices como la misma noche en su menudo cuerpo le provocaba incontrolables escalofríos, como si una corriente eléctrica rosara con lentitud por su blanca piel. En un solo momento, en un solo roce.

El menor iba abrir la boca, iba a decir lo primero que se le viniera a la mente, como la pregunta que siempre le hacía ¿Cómo te fue? Si, tal vez eso le iba a preguntar. Pero no pudo hacerlo en cuanto Eveline, la encantadora sirvienta había entrado con la radiante sonrisa en su rostro lleno de maquillaje.

— ¡Señor Kanou! Le he traído el vino que su hermano ha elegido esta noche— dijo ella, volviendo lenta cada silaba para que el mayor notara lo seductora que sonaba su voz.

Ayase puso los ojos en blanco. El prestamista volvió s sonreír mientras miraba el rostro de su rubio.

—Puedes servirme sólo a mí, Ayase no puede tomar— contestó mientras aún sonreía.

La sirvienta miró extrañada al menor, y sólo con la sonrisa más amplia caminó hacia el prestamista, llenando una copa de vidrio tan lentamente que Ayase bufó por lo bajo. Eveline lo escuchó y abrió los ojos sorprendida. Era la primera vez que escuchaba aquel sonido del menor. Kanou no lo soportó, soltó una risa que intentó disimular inútilmente. La sirvienta se sitió torpe mientras escuchaba la burlona risa de su jefe, que terminó lo más pronto, dejando la botella para retirarse con el rostro rojo lleno de vergüenza.

Ayase se sintió igual, su rostro ardió, verdaderamente ardió tano que no sabía si podía ponerse más rojo de lo que estaba en ese preciso momento.

—Ayase— llamó el mayor.

— ¿S-Si? — tartamudeó Ayase mientras jugaba con su dedos.

Sintió un tirón en su estómago, no sabía si era el bebé o los nervios que le invadían. Sólo calló. Necesitaba estar en silencio para no pensar en lo vergonzoso que había sonado lo que hizo.

—Mírame— demando con delicadeza el mayor.

Ayase no le desobedeció, lo miró en unos segundos después de que se lo pidió.

—Quiero hacerte el amor hoy

Era como si el planeta hubiese dejado de girar. Era como si el tiempo hubiese dejado de avanzar en un momento, como los objetos dejasen de elaborar la función que realizaban. Sí, era un momento tan impactante que no sintió cuanto tiempo se había quedado sentado en la misma posición con aquella mirada azul perdida en el plato. No faltaba aquel color carmín inundar por completo su rostro. De hecho, sentía incluso cómo sus dedos sufrían tanta vergüenza que juraría que también los veía rojos.

Ayase reaccionó, mordió sus labios. Intentó abrir la boca, pero sólo logró que saliera un gemido de sorpresa absoluta. Miró el mayor, y lo único que podía mirar, como en pantalla grande, los bellos y oscuros ojos negros como el cuarzo del prestamista.

Una sonrisa se formó en el mayor. El menor sólo lo miraba tan sorprendido que no podía decir nada. No, no podía articular una silaba sí que empezara tartamudear de la vergüenza. Una cosa era que el prestamista sea pícaro mientras compartían cuerpo y otra muy diferente que se lo dijese tan tranquilo, sin ser segado por la lujuria.

Tragó saliva, seguramente eso era lo único que podía hacer sin que su cuerpo lo entorpeciera.

***

No dijo nada después de las atrevidas palabras del prestamista. Sólo había reaccionado vertiginoso en terminar la cena y levantarse tan rápido como podía, para poder encerrarse en el baño de la habitación.

Desde que habían llegado a Estados Unidos no habían compartido habitación ningún sólo día. No habían dormido juntos y, sobre todo, no habían estado de esa manera. Claro que con aquellas palabras los colores se subían a su rostro tan rápido como la luz.

Se miró en el espejo. Unos pequeños labios carnosos y rosados, un cabello largo y rubio sujetado en una coleta. Unos ojos grandes con tupidas pestañas. Vaya, sabía él que era muy diferente a todos los japoneses, siendo él mitad extranjero. Y no, no había algo que el menor consideraba especial en él. Incluso podía jurar que todo en él era común. Las sirvientas tenían un cuerpo muy atlético, él sólo era delgado y frágil. Si Kanou se había enamorado de él ¿Qué fue lo que realmente vio?

Era una pregunta casi absurda, pero él no conocía la respuesta, y eso sólo ocasionaba más curiosidad en él.

Suspiró. Volvió a inhalar aire. Volvió a suspirar. Después, su respiración paró de golpe.

Se escuchó el sonido de la habitación. Cómo las viejas bisagras rechinaron mientras su respiración quedó sujeta en sus pequeños pulmones. Unos fuertes pasos que viajaban por la habitación, hasta detenerse en un punto exacto de la cuarto. Se escuchó el rechinido de la cama, como se había desfigurado por el peso que se ejercía.

Ayase se cubrió los ojos. Y pensó apenado ¿Qué debería hacer? ¿Qué camino debería tomar?

*.:*.:*.:*

OTRO CAPÍTULO!! cortito pero no quería dejarlos sin su actualización mis queridos lectores.

Espero les guste, aunque bueno Limón cortao se dicho :v (? xDDD    muajajaja soy malvada!!

no se preocupen. mañana actualizo un nuevo cap muy muy largo con el limón más zhculemto que haya (? xDD

Okey okey hehe. No actualice ayer pues, porque vino mi novio :v y no lo quería soltar (? xD

Ok ya. mañana su conti si? que tengas buenas  días, buenas tardes o buenas noches!!!

Afrontar realidades (Yaoi)[okane ga nai]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora