Quiero editar la historia porque tiene unas cuántas faltas pero no quiero perder mucho tiempo leyendo porque tengo otras historias que actualizar así que les agradecería que cuando encuentren una falta o incoherencia la comenten en el párrafo que está. Se me haría mucho más fácil porque sus comentarios me aparecen en las notificaciones y así voy directamente a donde está la falta y la corrijo
Gracias 😘
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El cumpleaños de Matt había sido algo muy lindo, tres días antes había llegado Marie quien quedó completamente encantada con Lía y su cabello, incluso dijo que en cualquier momento haría lo mismo con el suyo. La nana era una mujer amorosa y divertida, regañó más de una vez a los tres hermanos por robar de su comida antes de estar terminada, le recordaba a su abuela siempre golpeando las manos inquietas de sus nietos e hijos con una cuchara de madera, ella había experimentado aquello también y realmente dolía como el demonio, pero esa era la idea, que doliera para que no se atrevieran a tocar de nuevo su comida. Le comentó eso a Marie y a ella le pareció una buena idea así que buscó entre las cucharas una de madera y Michael fue el primer afortunado en comprobar su eficacia cuando quiso robar del merengue para la tarta de su hermano mayor. Se llevó una gran sorpresa al ver a su nana con aquel artefacto del diablo, como lo había llamado él mismo
Lia quiso ayudar pero Marie no la dejaba hacer mucho ya que su brazo todavía no estaba del todo sano, Michael le había quitado la escayola pero ahora el brazo colgaba de una de esas cosas diseñadas para cuando te quiebras, que son de tela y se abrochan en el hombro, nunca supo como se llamaba aquella cosa pero le daba picazón y eso no le gustaba para nada. Se había enojado ese día y no recordaba la última vez que había hecho tantos pucheros y berrinches como niña chiquita que lo único que lograron fue hacerlos reír
Marie había hecho tanta comida como para un batallón y ellos no podían estar más felices comiendo todo tipo de cosas dulces, saladas, picantes, ácidas, agridulces, frías, calientes. Era el paraíso
En cuanto a ella, cada día se convencía un poquito más de que ese era su lugar, el lugar ideal y verlos dormir, hablar, comer, hasta verlos pensar e inclusive cuando la veían a ella con aquel brillo tan especial en sus ojos la hacía enamorarse cada día más. A fin de cuenta había pasado un mes y los había visto cada día. Descubrió que tenían un gym y uno de sus deportes favoritos era mirarlos mientras hacían ejercicio, correr, pesas, esas cosas en las que había que halar una especie de cuerda o quién sabe que pero que los hacía ver extremadamente sexys, también tenían tres sacos de box y mierda que se veían ardientes golpeando aquellas cosas, cubiertos de sudor, con solo unos pantalones cortos de esos finos para hacer ejercicio y sus pechos brillosos descubiertos, el cabello pegándose a sus rostros y las respiraciones jadeantes, sus músculos contrayéndose cuando golpeaban... sencillamente exquisitos, eran los hombres perfectos y la amaban, después de la primera vez que se lo dijeron no pararon de hacerlo, cada día le decían que la amaban en más de una ocasión, siempre que estaban juntos, que la abrazaban, besaban o hacían el amor ellos le decían que la amaban sin esperar las mismas palabras a cambio. Y sí, porque ella todavía no las decía y aunque ellos estaban ansiosos por escucharlas, sabían esperar, habían esperado todas sus vidas a que ella llegara así que podían esperar el resto de ella para que Lía les dijera que los amaba, siempre y cuando ella no se alejara en la espera
Axel había llamado una semana antes del cumpleaños de Matt y dijo que un amigo que era un muy buen abogado y él estaban a punto de lograrlo, obviamente no mencionaron nada concreto por miedo a que alguien interfiera los celulares o algo así, aunque Axel ya había cambiado su número. También le preguntó por ella, si estaba bien fue la única pregunta y ella respondió un simple sí, sin dar detalles, nunca se sabe lo que puede llegar a pasar y menos cuando su padre está detrás de ellos
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Nuestra Fugitiva #1 (Terminada)
RomanceOrden de la saga: Nuestra Fugitiva Nuestra Niña Diosa de Chocolate Roger Sola en la carretera, a las tres de la madrugada, descalza, con un vestido de novia completamente sucio y desgarrado, con un golpe en la cabeza y cortes en sus manos, pies y...