—¿Qué haces?—preguntó su voz, asustándome.
—¡Nada!—exclamé volteándome a verle mientras trataba de esconder el celular bajo mi brazo para que no lo viera.
El se rió y se acercó a mi con una sonrisa radiante.
—¿Qué mirabas? ¿porno?—preguntó sentándose alado mío mientras apoyaba los brazos sobre la mesa, cansado. Estaba cien por ciento segura que lo habían echado de su clase también.
—¡Claro que no, Noah!—le exclame, poniéndome toda roja y escondiendo la cara entre mis pequeñas manos.
—Solo preguntaba.—dijo riendo, haciendo que se le marquen los lindos hoyuelos que posee.—¿Acaso robas ahora? ¿que estás haciendo con ese celular, Gracie?
—Mejor deja de hacer suposiciones, eres demasiado malo.—dije bufando.—Y no hago nada, para tu necesaria información.
El me miró seriamente, dándome a entender que no me creía. No era sorpresa que se diera cuenta que estaba mintiendo, nos conocemos desde que somos pequeños.
Noah era rubio, alto y tenía unos ojos para morirse. Era la ternura en persona. No hace falta decir que era muy lindo también, más que eso, era sexy, pero era como mi hermano y yo era como su hermanita, además de que solía jugar a competencias de eructos con mi papá y mi hermano, así que se le había ido un poquito el encanto para mí.
Vi que Noah comenzó a mover la boca, pero no preste atención a lo que decía, así que opte por usar la segunda palabra más utilizada en el vocabulario de Grace.
—¿Que?—pregunté.
El bufo, enojado.
—¿Que si ya terminaste de escanearme con tus ojos de acosadora salvaje?—dijo haciendo que me sonroje, otra vez. Es muy fácil hacer que mi cara se ponga como un tómate.—Eres tan rara.
—Oh, pudrete.—murmuré rodeando los ojos.
Aproveche que Noah estaba distraído quejándose de la poca atención que le prestaba, y deslice mi mano disimuladamente por el bolsillo de la mochila guardando el maldito celular del chico del tren. Seguramente le contaría luego, cuando estuviera más calmado.
—Bueno, mi querida Gracie, te comento que hoy estás honorablemente invitada a la mansión de Noah.—dijo sonriéndome con sus dientes blancos.—¿Y adivina que? ¡hoy hay maratón de Harry Potter!—exclamó todo emocionado. Dios, este chico con Harry Potter era peor que Chloe con Justin Bieber.
Le estaba por responder que si inconscientemente, hasta que mi mente recordó el Polígono, el chico del tren y la pesada mochila negra.
Sonreí entre dientes, y comencé a jugar con las tiritas del buzo que me quedaba exageradamente grande.
—No, no puedo ir a la mansión de Noah hoy.—dije haciendo una mueca fingida.—Pero, ¿porque no le dices a Chloe? seguramente ella iría encantada.
Para mí rara suerte, a Noah no pareció importarle mi rechazo cuando el nombre Chloe salió de mi boca, haciendo que su cara se transforme de un feliz Noah a un desagradable Noah.
—Escúchame bien, dulce Gracie, prefiero pisar legos descalzo durante toda una semana antes que hacer que la perra de Chloe Reinhart pise mi fortaleza.—dijo cruzándose de brazos y haciéndose el ofendido.—Encima, sabes que la única chica que puede entrar a la mansión eres tú, Grace. Es nuestro secreto, ¿no se lo contaste verdad?—pregunto fulminandome con la mirada.
Trate de contenerme para no hacerlo enfadar más, pero fue inútil. Les juro que me risa salió hasta por mis fosas nasales.
No era una novedad que a Noah le cayera mal Chloe. Se llevan mal desde siempre. Chloe siempre dice que no sabe cómo lo soporto, y Noah siempre comenta lo perra que mi mejor amiga se comporta con todo el mundo.
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El Chico del Tren
Novela JuvenilGrace Sanderson solo tenía que hacer una cosa: tomar el tren. Solo tenía que subirse en el y bajarse en la estación donde quedaba su respectiva escuela. Solo tenía que sentarse en el maldito asiento, cerrar los ojos y escuchar música para pasar el r...