Capítulo 4

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IAN

Mi nombre es Ian Lee, pero en mi otra apariencia me conocen como Jean Lewis. Soy el guardián de la Princesa Ylliana Beker, bajo las órdenes del Rey Evans. En el campo de batalla soy el mejor. Nadie puede ser mi rival aun. Una vez regresaba del mundo real, porque me había solicitado el Rey, él quería mi ayuda para cumplir algunas funciones por lo tanto el necesitaba mi servicio de Guardaespaldas. Antes de llegar al reino me encontré con unos bandidos, ellos habían estado esperando mi regreso, ¿Por qué se preguntaran? Digamos que les dañe algunos planes que tenían para cometer sus fechorías. Este grupo quería darme una lección, para que otro día no metiera mis narices en donde no me llamaban, aquella vez me enfrente a cinco de ellos, yo termine sin rasguño alguno, ellos, bueno creo que no tenían las fuerzas suficiente para salir corriendo. Pero aquel día me estaban esperando ocho bandidos, creían que superándome en números, podría superarme en fuerzas.

Antes que les siga contando yo puedo manejar el elemento del fuego y aire, y algún otro poder psíquico, soy bueno en la lucha con espadas o manos libres, no tengo complicaciones. Mi gran ventaja es la rapidez y fuerza, todo esto lo logré con años y horas de entrenamiento, que por cierto no fueron nada fácil. Y siguiendo con el hilo de mi anécdota, los maleantes empezaron a atacarme, primero fueron tres de ellos, debía mencionar que tenían espadas, yo por el contrario no tenía nada, pero los derribe esquivando sus golpes, haciéndolos golpear entre ellos mismos, antes de que pudiera darme cuenta los cinco restantes no dudaron en golpearme, pero era más rápido que ellos, a uno le di un golpe en las piernas, a otros dos les di golpes en la cara, me agache porqué de reojo vi a uno queriendo herirme con una espada, con mi mano derecha le agarre la muñeca de la mano que mantenía el objeto y con la otra le di un golpe en el estómago, lo que provoco que se quedara fuera del rin. Los demás los mande a dormir con golpes de aire que yo mismo provoqué. No fue difícil, pero me sirvió para calentamiento.

Hace tres días Evans, el Rey de Camelot, mando a llamarme. Yo me encontraba en mis horas de descanso, pues a veces nos turnábamos con Luz y Sofía para cuidar a la princesa. Me aliste y viajé inmediatamente al Reino, por medio de un pasadizo que solo las personas del otro mundo podían ver, al llegar Evans me informó que en la frontera del reino se había formado una pequeña lucha entre soldados y exiliados; nuestro bando terminó levemente lastimado, pero antes de huir los del lado contrario dejaron un mensaje "James Torres, nuestro futuro gobernante, en cualquier momento atacara esta fortaleza para cumplir con su objetivo, no habrá reino que no le tema, sus mandatos se cumplirán por la fuerza".

Evans mando a investigar quién era el individuo antes mencionado, para sorpresa resulto ser el primogénito de Lancelot, este era igual o más poderoso que su padre, se encontraba armando un ejército para atacar a la nación. Mi Rey no tuvo otra opción más que tomar la decisión de mandar a llamar a su hermana, para que luchara junto a él, al principio quise hacer cambiar de parecer a Evans, puesto que yo no quería que Ylliana se lastimara, me gustaba verla alegre, sin otras preocupaciones más que por la universidad y sus problemas rebeldes personales, pero Evans me dijo que era la única opción, debido a que sus fuerzas estaban agotadas y no podría llevar una guerra el solo. Entendí que debía seguir la orden que me fue dada, aun así me atreví a decirle al Rey que me permitiera estar a lado de la princesa, quería protegerla, El me concedió esta petición dándome una última advertencia. James se había enterado de la existencia de otra heredera al trono de Camelot y trataría por todos los medios acabar con la vida de ella.

Mis ganas de protegerla crecieron, no podía dejarla sola, tenía que cuidarla a toda hora si era necesario. Al salir del Reino pensaba cambiar a mi forma, eso de cambiar apariencia era un trabajo fácil para mí, mas no para otros, pero no lo hice, pues debía contarle todo a Yllia y a sus padres, la única forma de que me creyeran era utilizando este método. Además sabía que si quería convencer a Yllia debía mostrarles pruebas, era la única solución que encontraba, ella no me creería fácilmente, se burlaría de mí, diciéndome que estaba loco y que me asegure de visitar al doctor.

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