Enroque

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                                     Acto I - Coronas del Paladín

Enroque

Las épocas privilegiadas aquellas donde la hoja se envainaba y con tinta se pintaba, cuando aún los caminantes del Shanir murmuraban por los vientos, y con prudencia su dominio gobernaban. Existió una leyenda forjada por la utopía acogida por los fieles, quiénes con magnificencia cautivaban a su audiencia con la elocuente historia, sobre un ser lleno de nobleza y escaso de cordura.

    “Aquél que cambio la corona por el campo, y el campo por la enseñanza.”

Una imagen que aún en  tiempos bélicos y faltos de sentido, se le veneraba como cualquier otro importuno heredero, esos que se dejan dominar por las faldas y no por los ojos de las doncellas, quiénes sin embargo contribuían a la ceremonia de tan importante figura; Aquella que enfrentando la tormenta enfureció las fauces de las bestias, a quiénes con la desnudez de sus manos estremeció hasta el origen de sus causas.

Hecho que se recordaba  en una oración remarcada por la supremacía de reinos posteriores…

“¡Bárbaros, conmovidos en ceguera e impulsados por sordera, jamás podrían haber vencido al dragón, que con ojos y oídos guiaba a sus discípulos, hacía el camino de la rectitud!”

Siendo sus palabras un codiciado tesoro y el tiempo en que se degustaba su presencia un manjar para los ociosos, fueron las claves para levantar al difunto sembradío que con entusiasmo transmuto al sueño de caminantes, tierras y animales.

No crecía un Olimpo, sólo era el reencuentro con la naturaleza del mundo que alguna vez se contempló, y se dejó olvidado en el pesar de los tiempos.

Las noches al fin podían contemplar al amanecer sin necesidad de escuchar las plegarías, envueltas en lamentos de pesadillas hechas en días despiertos. 

Ecos de un héroe emergieron hacia todos los confines del antiguo mundo,  una voz que empezaba por uno para acabar en millones, tan creciente como las olas del mar férreo  y consecuente como ignorar el rugir del guardián de los cielos. La edad se volvía un capricho más que una necesidad, sólo era una bomba de tiempo en corazones rígidos, manos profanas y mentes arbitrarias.

Martillos caían sobre tierra adormecida despojándola de sus bienes inmorales junto a sentires demacrados por la manipulación, creando resistencia por alianzas infértiles llenas de corruptas pautas entre los pocos sobrevivientes. 

El juicio se encontraba sobre la mesa, ya se habían jugado las cartas y no quedaba ningún bufón por someter, las decisiones se tomaron sin mirar el rastro, los botines se hurtaron mucho antes de poder contarse y es que en el juego de los grandes siempre han de ganar los grandes. Sin embargo, esta vez los nominados fueron los no muy bien intencionados, reconocidos poco después en crueles anfitriones con sus viejos opresores, tal vez el minuto de alivio al vengarse  los haya tentado tanto como a ellos tomar lo que no era suyo.

La unión por conservar aquélla anomalía no hizo más que mentirles a sus allegados acerca del cambio, la torpeza e inhalante flaqueza por comprender las ventajas del mismo. Obligo a que la caída fuese más dura, desquitándose una vez más con las mudas e inocentes almas, yacientes descalzas a pies del creador de guerras nombrado ira, otros optaron por llamarlo codicia, pero sus actos hacían que se le reconociera como ser humano…

                                 Origen de Sangre 

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