Bestia Carmesí

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                                             Bestia Carmesí

Lirios cristalinos nacientes por las tierras en disputa, resquebrajaban sus fragancias a culpa de la insolente temporada, que traía consigo a los aullidos del invierno; Aullidos envueltos de promesas que jamás llegaran a su destino.

                          “Al menos no, en tiempos de guerra.”

La ventisca era la única visión en que los campeones del rey podían fiarse, no se encontraban más en territorio de la estirpe, y ni siquiera su gobernante podía guiarlos en aquellos gélidos desconocidos.

Sin embargo, no era excusa suficiente para desobedecer la orden absoluta del destructor, aquel que los encamino al sendero de la gloria. 

             “Sólo les quedaba demostrar, porque eran llamados inmortales.”

Las montañas del hierro resonaban por los cantares, provenientes de los cientos que componían la avanzada del linaje, los cuernos de batalla anunciaban su llegada y la marcha hacia la muralla sus razones.

Una encrucijada se extendía a lo largo del horizonte visto desde el muro del hierro, soldados portados del blanco uniforme marcado en su reverso con el emblema del metálico coronario; Hacían espera en excéntricos artefactos agrupados con montones de piedra.

- ¡Hermanos de sangre! – Gritó el Marqués del linaje.

Las marchas cedieron ante el llamado del dirigente de la estirpe, y sus sonatas pactaban silencio en respeto.

- ¡Ha llegado el momento en que ustedes campeones de Samaël, demuestren su valía como los hijos del linaje! – Replicaba el Marqués mientras alzaba las cuchillas, antes pertenecientes al verdugo de los infiernos.

Un grito en convenio a las palabras dichas, hacía eco a lo largo de las filas del ejército carmesí.

- ¡El guardián de los cielos nos bendice con su fuerza! – Decía con exaltación el Marqués, al tiempo en que su corcel se levantaba de forma heroica, para dar mención a la avanzada.

Los cuernos de guerra volvían a retumbar, indicando la marcha del linaje hacia la frontera amurallada. 

- ¡Por la corona de sangre! – Gritaba por última vez el Marqués, empuñando el estandarte de la estirpe en dirección a los muros del hierro.

La oscura figura del dragón alado hecha a manos de los arqueros del linaje, sucumbía en fuego a los cielos del invierno. Las hordas de campeones se acercaban con monstruos de largos cuernos traídos del oriente, aquellos utilizados para arrastrar las pesadas armas del asedio.

“El silencio de la noche en víspera del gélido, se extraviaba a causa del rugir del hombre contra el hombre.”

Estruendos de cañones rivalizaban al gemido de las bestias en la cruenta batalla, disputada en las líneas del frente de la roja avanzada. Soldados del hierro quedaban atrapados por las llamas de los inmortales, campeones desaparecían a causa de estallidos provenientes de la artillería del muro.

Hojas del filo del linaje atravesaban los uniformes del hierro, las bayonetas de los fusiles perforaban las armaduras de la estirpe,  los perdigones de los soldados cruzaban con las flechas en llamas de los campeones. 

“La corona de hierro se distinguía por sus armas de alto poder en servicio de la guerra, mientras que la corona de sangre lo hacía por sus hombres nacidos con el fin de ganarla.”

Sólo era cuestión de tiempo para que las hordas se hicieran con los muros del coronario, después de todo cada uno de sus guerreros había vencido a trescientos hombres en los infiernos, no reconocían al miedo o dolor como una debilidad.

Reino de CoronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora