Caída - Parte II

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Olímpicos detenían su mirada en las turbias aguas de su hermano, quién somete con violencia y sin misericordia a los legionarios que deciden retarlo en su propio reino. Burlándose de la fragilidad de sus cuerpos al ser arrastrados por la corriente, al tiempo que los fuertes logran tensar cuerdas mediante ganchos anclados a estribor en los navíos del hierro.

Sumergidos ante las sombrías olas del mar férreo, aprovechándose de la cólera del señor de los mares para abordar con cautela a la tripulación distraída por permanecer en pie, ante los disturbios provocados por las crecientes olas que inundaban la cubierta de los barcos, con cada destello relampagueante en el celeste.

- No queremos rehenes, acaben con todos de forma rápida y en silencio. - Ordenaba un campeón hacia su grupo, cuando esté alcanzo la cubierta y comenzó la batalla por apoderarse de los cañones del hierro.

Los piratas asesinaban a sus víctimas cubriéndoles el rostro con el antebrazo, antes de apuñarlos con las hojas del linaje, otros optaban por romper sus cuellos con los rifles, mientras que los más intrépidos lo hacían con las manos desnudas.

Algunos soldados reaccionaron al asalto e intentaron defenderse sin conseguirlo, por que no solo la pólvora mojada les impedía disparar si no también los enemigos eran inmunes a sus armas. Cuando las bayonetas perforaban la carne de los inmortales, está no parecía ceder ante el sangrado y con brutalidad encestaban al Gladius en represalia.

“La luna llena brillaba en los ojos del capitán, mientras esté se cautiva por sus destellos al caer y alzando su brazo recién cortado intentaba alcanzarla, antes que los campeones le arrebatarán la oportunidad.”

El coronario era consciente que creaba armas de doble filo; Armas que en campos opuestos los hacían sangrar sin detenerse ha escuchar las suplicas. Era el precio a pagar ha cambio de complacer la simpatía de la corona y el arca del consejo. 

No había lugar para el mañana, tenían que impedir que las legiones del hierro zarparan esa noche. Por tanto, decidieron utilizar sus cañones contra ellos, esparciendo la pólvora y los estallidos en toda la bahía. Intentando desaparecer todo rastro del hierro, hasta que la misma costa quedará sin nombre.

< Cuando los estruendos de la tormenta cesaron, y el rugir de los cañones cedió ante el silencio. >

Los sanguinarios optaron por asegurar los campamentos del coronario, en busca de terminar con los desafortunados sobrevivientes…

O al menos, lo creían. 

“Nunca hubo mayor vacío, que la ignorancia misma. Jamás existió un enemigo abatible, sólo el reflejo de su propia ambición.”

- Señor, hemos llegado tarde. - Refutaba un campeón hacia el líder de su grupo, al observar el cruento destino de sus adversarios.

Morir, había sido la recompensa por soportar las atrocidades que sufrieron los soldados del hierro; Cuando las sombras los alcanzaron, y la ceniza los impregno con las pesadillas, devorando sus brazos, piernas y rostros dejando a los cuerpos irreconocibles…

Por primera vez en la historia del linaje, los campeones temían ha algo que no fuese la deshonra o el juicio de su rey. 

Sin embargo, el portador de la corona era excepción y al mirar los hechos cometidos por la ceniza, solo pudo correr una emoción por sus venas.

                                                   “Ira”

Restos de hierro, astillas y arena esparcidos a culpa de los cañones, el mal oliente aroma de sangre podrida a causa de la ceniza, se mezclaban en el pensar del destructor junto a sus deseos de maldecir a los dioses por imponerse a su legado.

Reino de CoronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora