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Hajna iba andando por su habitación mientras revisaba que tenía todo listo. Se mudaba a Brooklyn con su familia y estaba muy feliz, ya que vivía en medio del campo, no tenía amigos, por que daba clase en casa y no vivía nadie a 10 km a la redonda. Estaban aislados de todo el mundo. Pero era un sitio tranquilo, y si querías esconderte de alguien, no había mejor lugar que ese. Claro que ellos no se escondían de nadie, hasta donde Hajna sabía, al menos. Estaba nerviosa por el viaje y no paraba de dar vueltas, el viejo suelo de madera chirriaba cada vez que andaba y esto la ponía mas nerviosa aún.

Al final, su madre la llamó y bajo corriendo las escaleras, con tres bolsas a la espalda y una caja de cosas inútiles pero bonitas. Su madre sonrió con dulzura al verla tan entusiasmada. Metieron las cosas en el maletero y subieron al coche. Hajna estaba muy contenta y se pasó el trayecto leyendo folletos sobre Brooklyn y viendo fotos de su nueva casa. Se durmió en el coche y no presenció la llegada a su casa. Despertó al día siguiente en una habitación pequeña pero cómoda. Se guió hasta la cocina, donde su madre estaba preparando tortitas y zumo de naranja. Desayunó y se vistió, lo único que le apetecía era salir a la calle y ver todos esos coches y tiendas de colores rebosantes de gente. Se despidió de sus padres y cogió su móvil para salir a explorar las calles de su nueva ciudad.

Después de estar dos horas de un lado para otro mirando tiendas y demás, paró en un atractivo bar de colores pastel, con luces en la entrada y muebles rústicos. Era un local pequeño y muy bonito, sonaba música jazz y la gente hablaba en voz baja y serena. Se sentó en una mesa del fondo, un poco apartada de las demás. Pidió un café y sacó su móvil. Al cabo de un rato notó una mirada que no se apartaba de ella y se sintió vigilada. Algo en su interior rugió y llameó. Alzó la vista para encontrarse con unos ojos azules como el fondo de un lago muy profundo. El chico la miraba interesante desde una mesa en la esquina opuesta a la suya. Tenía el pelo rubio, peinado en un tupé revuelto. Era alto y delgado, "y muy guapo", pensó Hajna. Pero algo en su interior volvió a rugir y la servilleta que estaba agarrando se prendió en llamas de repente. Hajna soltó la servilleta y se miró la mano para inspeccionar las heridas, pero para su sorpresa no había ninguna quemadura. Cuando volvió a mirar el chico tenía una media sonrisa y las cejas arqueadas, con un gesto malvado y a la vez envolvente. Hajna puso cara de sorpresa cuando lo vio, y el chico pareció notarlo por que sonrió dulcemente y se levantó para acercarse a su mesa. Se sentó a su lado y llamó al camarero, al que le pidió un café.

- Me llamo Thais.-dijo solamente, mientras cambiaba el café terminado de Hajna por el que había pedido. Hajna no se había movido, no sabía cómo reaccionar. Esa furia de su interior se había hecho más fuerte cuando Thais se había acercado. La taza, que se había enfriado al tacto de Thais, hirvió cuando Hajna la agarró. Asustada la volvió a posar en el plato. Thais sonrió misteriosamente. Entonces Hajna se decidió a hablar.

- Yo me llamo Hajna, y creo que no nos conocemos.- espetó con la esperanza de que el chico se hubiera equivocado. Pero el no expresó ninguna emoción al respecto. Simplemente sacó una funda de su cinturón y la posó en la mesa. Tenía la forma de una daga, lo cuál asustó a Hajna, que se alejó un poco de la mesa. Thais la miró fijamente, con esa mirada penetrante y profunda.

- Este no es un sitio seguro para hablar. Cualquier terrenal puede oírnos. Sígueme.- se levantó, recogiendo la daga, y se dirigió a la puerta, pero no había dado dos pasos cuando frenó en seco. Se dio la vuelta para mirar a Hajna, que no se había movido un centímetro. Thais suspiró.    

-Sígueme.-repitió. Pero Hajna seguía sin moverse, tenía un miedo terrible y la furia en su interior se había desatado y rugía, como queriendo salir de ese cuerpo tan pequeño, sentía que si se levantaba iba a desgarrar al chico en pedazos. No sabía por que, pero le quería muerto, aunque una parte de ella estaba muy confusa y no sabía bien cómo reaccionar ante tanto odio. Sentía cómo si hubiera tenido una parte de su ser dormida muchos años, y hubiera despertado al conocer a Thais.

- No... no, no puedo moverme.- susurró la niña aterrorizada. Thais se acercó y la agarró del brazo, entonces la furia del interior de Hajna se revolvió y ésta empujó al chico con una fuerza sobrenatural para una niña de su edad. Thais aterrizó en el suelo, unos metros más allá. La gente del bar se había callado y contemplaba la escena, atónita. Thais se levantó cómo si nada, se sacudió la ropa y volvió a donde se encontraba Hajna, que miraba sus manos sin creerse lo que acababa de hacer. Estaba tan atontada que no se resistió cuando Thais la cogió del brazo, para llevarla hasta la puerta y conducirla a un banco detrás del edificio, en una calle vacía donde sólo había bloques de pisos, la sentó, para a continuación sentarse el. Respiró hondo y miro a Hajna.

- Tú y yo tenemos que hablar, tengo que explicarte muchas cosas.- Hajna le dirigió una mirada interrogativa y asustada. Thais sonrió.

Hijos de UrunWhere stories live. Discover now