III

7 0 0
                                    

Hajna abrió la puerta de su casa y se encontró a sus padres, con cara de disgusto, miró el reloj y vio que eran las 10:30, tenía que llegar a casa a las 9. Tragó saliva incómoda.

- Supongo que darás por hecho que estás castigada.- espetó su padre con cara de pocos amigos. Hajna abrió la boca para replicar, pero la cerró al ver la cara de su madre, con los ojos hinchados y rojos, de haber estado llorando. Esto hizo que Hajna se diera cuenta de que era su culpa y no de sus padres, ellos sólo estaban preocupados. Suspiró con la cabeza gacha, sabía que a nadie le gustaba esa situación. Sus padres muy pocas veces la castigaban.

- He conocido a un chico.- dijo antes de ir escaleras arriba, a su habitación. Por el rabillo del ojo vio cómo sus padres, a pesar de estar ambos enfadados, cruzaron una mirada cómplice y tierna. Hajna sonrió para sus adentros y acabó el último tramo de escaleras dando saltitos.

La noche en Brooklyn era interesante. No se oían bichos y árboles rozando las ventanas de la vieja casa del campo; se escuchaban coches y todo tipo de vehículos, a gente que salía de trabajar e iba a sus casas por las infinitas calles de la ciudad. Si aguzabas el oído, podías oír a la gente que hablaba y reía, o incluso los ruidos de los vasos en los bares cercanos. Hajna se sentó en la enorme ventana, que tenía un saliente con cojines, se quedó sentada con los ojos cerrados. Pensó en todo lo que Thais le había dicho. Al pensar en su amigo se le erizó la piel. Amigo. Nunca había tenido un amigo, y no sabía siquiera si podía tratarle con ese título. Pensó si le volvería a ver. En realidad, le daba un poco de miedo, pero le atraía su aura misteriosa. Decidió que volvería al banco donde habían estado conversando esa tarde, quizá el chico se presentase allí. Si la había encontrado en el bar, también podría encontrarla en el banco.

Estuvo un rato mirando el manto de luces que cubría la ciudad, pensando en Thais y también en lo que éste le había dicho. Finalmente, abrazada a un cojín y estirada en la cornisa, se le fueron cerrando los ojos, hasta que se durmió profundamente. Soñó con dragones y con una tierra desconocida, criaturas que ella sólo había visto en cuentos de hadas pululaban por el terreno. Ella lo veía todo desde arriba, cómo si estuviera volando, de repente giró la cabeza y observó una piel roja cómo el fuego y unos ojos verdes esmeralda, parecidos a los suyos, pero mucho más grandes y redondos. Una lengua bífida salió de la boca de la criatura que había a su lado, una boca llena de dientes mortalmente afilados. Su piel era escamosa y era tan grande cómo un avión, con una cola larga y ondulante. Hajna se asustó y quiso huir, pero la criatura torció la boca y pareció sonreír, este gesto, aunque un poco hosco, estaba cargado de ternura y amor, Hajna lo notó, y se sintió segura al lado del enorme dragón; evaluó que podría ser un dragón, de los que Thais había llamado Shays. Por un momento se preguntó que hacía ella ahí arriba, al lado de la majestuosa criatura, supuso, que al ser un sueño, ella también sería una dragona, ¿por qué sino iba a estar al lado de uno? Por esa regla de tres, esa dragona que volaba a su lado sobre la tierra que supuso que sería Urun, tenía que ser su madre. Sin duda, los cuentos de Thais habían hecho efecto sobre ella, y rió al pensarlo, pero de su boca salió un poderoso rugido acompañado de una llamarada. Cerró la boca y miró a la dragona, ella le miraba con cariño y gracia, y correspondió a su rugido con otro mas fuerte, pero sin fuego. Hajna se animó a volar más alto y hacer alguna pirueta con su nueva forma imaginaria. Volar siempre había sido su sueño, y ahora no lo iba a desaprovechar. Cogió impulso y dibujo unos giros con su gigante cuerpo, que era de color dorado, de lo que se dio cuenta cuándo hizo las piruetas, en ese momento pasaron por encima de un lago y pudo observar lo grande que era, cosa que no había podido ver con claridad, también vio su color brillante y se dio cuenta de lo hermoso que era su cuerpo de dragón.

Después de un rato, la dragona empezó a disminuir la marcha y a ir bajando, por lo que Hajna le imitó y acabaron aterrizando torpemente en un bosque de árboles altos y frondosos. Hajna lo miraba todo con curiosidad, de detrás de los árboles salían criaturas mágicas, que se apartaban a su paso, por miedo, pero también por admiración y respeto. Hajna se dio cuenta de que la dragona llevaba un aire superior a todas aquellas hadas y criaturas, así que subió la cabeza y miró hacia el frente con porte majestuoso. Llegaron a un campo verde, y Hajna dejó que ese viento fresco recorriese su largo cuerpo. Al cabo de unos minutos pudo apreciar unas criaturas que se movían por los matorrales, eran cómo ella, pero tenían los ojos gélidos y azules, al igual que su cuerpo. Había una adulta, cómo la dragona roja que acompañaba a Hajna, pero blanca azulada, y una cría igual que la niña, pero aquella cría era de un azul eléctrico y brillante, y sus ojos eran azules como un pozo sin fondo, pero de un cristalino hermoso. Hajna achicó los ojos para ver mejor, ella había visto esos ojos en otra parte, algo parecidos al menos. Pero no tuvo tiempo para pensar, la dragona roja se levantó y enseño los colmillos, a modo de defensa. Voló un poco más adelante para proteger a Hajna, que estaba aturdida por lo que estaba pasando. Sintió como algo empezaba a arder en su interior, y sin quererlo, emprendió el vuelo  en un torbellino recto, hacia arriba. Se detuvo de repente y desplegó sus alas por completo, dejando que brotara un brillo dorado que chocó con la luz del sol. Los dragones se habían quedado mirando anonados ese brillo mágico que desprendía Hajna, y con ellos, todas las criaturas que habían ido viendo a lo largo de su paso por el bosque. El pequeño dragón azul echó a volar para situarse en frente de Hajna, y desplegó sus alas igual que ella. Su cuerpo azul empezó a brillar también, pero era un brillo diferente, era un brillo gélido, una mezcla de azul pálido y plateado. Los ojos de ambos dragones comenzaron a brillar tanto que se pusieron blancos de luz. Era un espectáculo hermoso, la luz de ella, envolvente y acogedora, la de él, seductora y helada. De pronto Hajna despertó, con la frente sudada y un sentimiento de necesidad de ver a Thais. Cuanto antes.

Hijos de UrunWhere stories live. Discover now