Hajna temblaba y le costaba creerse lo que Thais decía.
- ¿Tengo que explicártelo todo? ¿no has estado nunca en Urun? Aún no se lo que eres Hajna pero lo voy a descubrir, y te voy a contar todo lo que pueda. Yo soy un Baraf, de la estirpe de los dragones de hielo. ¿Quién eres tú?- Hajna se quedó en blanco. Urun, Baraf, dragones, ¿estaba ese chico bromeando y tomándola el pelo? No podía ser, hablaba con seguridad y muy serio. Podría ser que estuviera loco. Hajna se estremeció al pensarlo. ¿Y si era un psicópata? De repente reaccionó como un resorte. Thais había extraído algo de su cinturón, era la misma daga que un rato antes había posado sobre la mesa y que a Hajna le había atraído y asustado a la vez. Hajna prestó atención a lo que explicaba Thais. Tenía curiosidad por saber cómo era esa daga y por que era tan especial. -Forjada por demonios del desierto y dragones de fuego. ¿La reconoces?- preguntó Thais. Hajna inclinó la cabeza.
-Ildhast...-susurró inconscientemente, cómo si estuviera en trance. Thais abrió mucho los ojos y se inclinó, cómo intentando escuchar mejor.- Heldhassst, Isshesst...- Hajna parpadeó un par de veces y miró a Thais, que la miraba asombrado y muy cerca suyo. Ambos se separaron, Hajna se ruborizó, al contrario que Thais que no expresó nada aparte de sorpresa.
-Conoces los nombres de las dagas sagradas de Urundiel, en cambio no pareces conocer ni Urun ni nada relacionado con ello. ¿Cómo es posible?- Hajna volvió a adoptar el gesto confuso de antaño. Thais rodó los ojos.
-Ildhast- dijo señalando la daga que había posado en el banco.- es una de las cuatro dagas sagradas de Urundiel, diosa de Urun. En conjunto dan el poder absoluto, por lo tanto cuantas más dagas tienes más poder tienes. Sólo hay cuatro y son únicas. Yo tengo a Ildhast, Él tiene a Heldhast y a Ishest. Aún falta encontrar a Ikashe, hay quién dice que no existe, pero en las leyendas antiguas se hablan de cuatro.- se volvió para mirar a Hajna que seguía con su ya habitual gesto de confusión y ignorancia completa a lo que decía Thais.- Mira, si quieres saber de donde vienes, y quién eres tienes que venir conmigo a Urun, allí las hadas podrán decirte quién eres con ayuda de los mágicos. El problema va a ser cruzar la frontera y evitar a los yuren.- En ese momento se giró y observó la cara de Hajna que preguntaba con la mirada de que narices estaba hablando. Thais se desesperaba por momentos, no entendía cómo podía haber sangre Urunita en esa niña tan confundida y sin idea de nada. Pero sus conocimientos eran inconfundibles y detectaba el mínimo rastro de sangre pura de Urun en cualquier persona.
-Supongo que tampoco sabes lo que son los yuren- la miró para verificar que tenía razón, que así era- pues bien, son la creación de el demonio Diodes para atacar y exterminar a los Baraf y a los Shays, estirpe de los dragones de fuego, cómo iba diciendo, los - se interrumpió al ver la pálida cara de Hajna. Se inclinó y la pasó una mano por delante de la cara para comprobar que seguía consciente. Tal y cómo había sospechado, Hajna parecía estar en otra dimensión, pero con su cuerpo físico allí sentado en el banco al lado del extraño chico de los ojos azules. La llamó varias veces para intentar captar su atención, todas ellas en vano, pues la chica seguía mirando al infinito, con la mirada perdida en las calles de Brooklyn. De repente miró a Thais con sus ojos verdes muy abiertos, y le dijo con voz suave y ausente: sssshaaysss...
Alargaba las eses unos segundos, dando la impresión de que de una serpiente se tratara, con su lengua bífida y su mirada desafiante, aunque aún ausente y perdida. Cuando Thais se cansó de mirar a la niña que seguía con la mirada en otra parte, se levantó y depositó sobre las piernas de la chica la daga Ildhast. Quería comprobar si sus sospechas eran ciertas. Sólo los Shays podían sostener tal daga, pues estaba forjada con hierro incandescente y los primeros alientos de fuego de un dragón bebé. Thais observó con detenimiento cómo Hajna cogía el cuchillo sin desviar la mirada perdida de las calles, la sacaba de su envoltura y la cogía con delicadeza. La daga, que era oscura y negra, se encendió con una llama naranja por un momento, pero se volvió a apagar en seguida, cómo si hubiera detectado algo, pero lo hubiera dado por falso. Thais miró a la chica con algo de decepción, pero también curiosidad. Lo siguiente fue Hajna volviendo a la realidad, aun con la daga negra en las manos, la cual soltó en seguida y dejó sobre el banco. Thais la cogió la mano y la inspeccionó con cuidado, la chica se estremeció al tacto suave y liso de las manos de él, que tenía las cejas fruncidas en un gesto entre mezcla de confusión y curiosidad. Le miró con recelo y le soltó la mano, Hajna se frotó ambas manos y se las observó, para intentar averiguar que era lo que buscaba el chico con tanta impaciencia, pero sus manos estaban como siempre, algo sucias quizá y con restos de ceniza, que suponía que eran del accidente de la servilleta del bar. Cuando volvió a mirar al frente para preguntar al chico que era lo que buscaba en su mano, el ya no estaba, y Hajna se sintió desprotegida y muy perdida. En ese momento recogió su mochila y emprendió el camino a su casa, con notables prisas.
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Hijos de Urun
FantastikHajna es una niña adoptada, y tras su mudanza a la gran ciudad de Brooklyn empiezan a sucederle cosas extrañas, por lo que se genera muchas dudas sobre sus orígenes, pero conoce a Thais, un chico rubio y de mirada embriagadora que le dará respuestas...