N u e v e

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Lo primero que me cruzó el pensamiento fue que al mirarme a los ojos había recordado que recién nos habíamos besado y se sintió incómodo o mal o definitivamente había sentido asco

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Lo primero que me cruzó el pensamiento fue que al mirarme a los ojos había recordado que recién nos habíamos besado y se sintió incómodo o mal o definitivamente había sentido asco. Esa última y posible explicación me llenó de miedo y me obligué a quedarme allí sentado en lugar de ir por él. La rubia ebria me besó de nuevo y de nuevo la alejé antes de que lo siguiera. No jugué más, solo me levanté y me fui a casa, no quería saber si Gabriel estuvo más rato en la fiesta o si ya se había ido.

Esa noche me sentí terrible y genial al tiempo. Tenía ese presentimiento de que ya no quedaba nada de mi amistad con Gabriel, pensé que había notado que a mí me había gustado y que tomándome por gay iba a alejarse. Yo no sabía si él era tolerante en ese aspecto o no y claramente no le iba a preguntar.
Pero saliendo de lo turbio del asunto, me tomé unos minutos para sonreír y presumirme a mí mismo que había besado a Gabriel.

¿Cómo es posible sentirse en el infierno pero disfrutar de cada llama? Así me sentía, creía que quemaba esa incertidumbre de su reacción pero que la sensación de sus labios en los míos valían ese calor. Dormí feliz esa noche, aunque le atribuí parte de ello a mi borrachera porque cuando desperté, no tenía resaca sino que era consciente del daño.

Mensajeé a Gabriel pero no respondió. Ni siquiera salió el visto en el mensaje y decidí no insistir. Si me estaba evitando, lo hacía en plena conciencia de sí mismo y no iba a rogarle, más aún cuando la vergüenza podía conmigo. Me avergonzaba de sobremanera gustar de Gabriel. Solo de pensar en que yo era... gay, me sonrojaba y me daban ganas de llorar preguntándome qué pasaba conmigo y porque no podía tomar el camino fácil de conseguir una chica y ya.

Fueron tres días en que no supe de él y ya estaba con la convicción de que no volvería a verlo. Estudiábamos en diferentes preparatorias, lo que disminuía las oportunidades de volver a congeniar. Por un instante lo tomé como algo bueno y como la señal de la vida de que solo estaba confundido y de que alejándome de él, esos pensamientos extraños se iban a ir.

Estaba recostado en mi cama lanzando mi balón al techo y recibiéndolo desde hacía veinte minutos ahogándome en mi aburrimiento y descubriendo con pesar que Gabriel era el único amigo que tenía esas vacaciones (Joshua y Diana habían viajado cada uno con sus familiares) y que sin él no tenía nada qué hacer. Diego llegaba en cinco días y mientras eso, no tenía qué hacer. Papá trabajaba ese sábado y entonces escuché la puerta.

El balón impactó en mi rostro por no haberlo atrapado a tiempo a causa del timbre y me levanté sobando mi nariz. Caminé hasta allí y abrí, era Gabriel.

—¿Por qué lloras? —preguntó con sus cejas levantadas.

Solo ahí noté que mis ojos se habían aguado solos por el golpe, sonreí.

—Mi balón me atacó. —Lo oí sonreír y mi alegría volvió. Entró y tomó asiento en mi sofá.

Quería preguntarle que por qué me había ignorado los mensajes o por qué se había desaparecido pero cabía la posibilidad de que sacara el tema del beso y no estaba listo para hablarlo. Creo que nunca iba a estar listo para eso, pero fue él quien habló.

—Mamá me quitó el celular. Llegué solo a casa y dijo que le mentí porque yo había asegurado llegar contigo. Creo que la agarré en mal momento y se enojó. Me castigó.

—¿Y ya te levantó el castigo?

—No. Pero muero de aburrimiento, necesitaba salir así que mientras ella salió a comprar unos víveres, me escapé.

Ese brillo pícaro en sus ojos era divertido. Era como un niño cuando roba una galleta de la cocina y luego se regodea de su victoria. Me atraía.

—Posiblemente te aumentará el castigo cuando se de cuenta.

—Es posible, pero ¿no has sentido que morirás si no sales? —excusó con dramatismo—. En fin, ya estoy acá.

—¿Por qué viniste acá?

—¿Quieres que me vaya?

—¡No! Digo, no. Es solo que... pensé que no me ibas a volver a hablar. —Me arrepentí justo cuando acabé de decirlo.

—¿Por qué?

—Supuse que te habías enojado en la fiesta —musité. Ni se inmutó—. Debí haberte dicho que no me besaras, no quería que fuera raro. Ni siquiera me acuerdo muy bien.

De acuerdo, mentí un poco. No quería quedar como el imbécil en el asunto y tampoco cargarle a él culpas o algo. Me observó serio un segundo y luego sonrió con seguridad.

—¿Por eso? No, ¿cómo crees? Uno borracho hace estupideces, un beso no es nada. —Pareció recordar algo lejano en su mente y negó con la cabeza, divertido—. Si contara todos los besos que he dado ebrio de los que casi ni me acuerdo... —Una carcajada brotó de él—. En fin... no significó nada, no iba a dejar de hablarte por esa bobada. No lo harás tú, ¿O sí?

Su confianza al decir todo me dolió pero era mejor de lo que esperaba en primer lugar y culpar al alcohol era la mejor salida. No iba a enredar la amistad con Gabriel.

—No. Son eso... estupideces.

—Claro, Denny. Aún así, debería quedar entre nosotros o nos pueden acusar de que somos maricas. ¿Tienes idea de cómo corren los chismes? —Rió—. Yo no me dejo intimidar por chismes así que da igual pero es mejor evitarlo.

—Tienes razón. No es la primera estupidez que cometo con tragos encima.

—Ni la última —dijo.

—Ni la última —repetí.

Él era seguro de sí mismo. No quería que se supiera a voz corrida que le había dado un beso a otro chico pero al tiempo no le importaba. Le daba completamente igual y no dudaba de nada por ese beso. Yo dudé de todo solo por verlo una vez y él no dudaba nada luego de ese beso.
Él era confiado, eran tan confiado de su sexualidad que le daba igual haberme besado, lo odié por un segundo, no por lo del beso sino por tener él la confianza que yo no tenía.

Quería tener esa convicción que él poseía y convencerme de que no había sido nada. Más importante aún, ya tenía tan claro como el agua que él no era como yo pensaba que era yo mismo. En cualquier caso de ser o no ser gay, con él no iba a pasar nada.

Hay miles de enamoramientos no correspondidos y creo que son más cuando uno comete el error de fijarse en alguien literalmente imposible así que me dije a mí mismo que lo iba a superar y ya.

Pero ¿Cómo iba a hacer eso cuando lo que más deseaba era volver a estar ebrio para volver a besarlo?

Si podía culpar al alcohol de nuestra cercanía diciendo que eran estupideces, no veía la hora de ir a otra fiesta con Gabriel.

Si podía culpar al alcohol de nuestra cercanía diciendo que eran estupideces, no veía la hora de ir a otra fiesta con Gabriel

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Limerencia •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora