S e i s

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—¿Crees que pase algo malo si lo hacemos? —pregunté, más que nada para tener una voz ajena a la de mi conciencia que me disuadiera de aquello que tanto me asustaba

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—¿Crees que pase algo malo si lo hacemos? —pregunté, más que nada para tener una voz ajena a la de mi conciencia que me disuadiera de aquello que tanto me asustaba.

Gabriel buscó mi mano sutilmente, ubicando dos de sus dedos sobre los míos de la manera más disimulada posible para darme el apoyo. A él lo entusiasmaba bastante más el plan que a mí aunque yo creo que tenía sus dudas también.

—Puede ser malo, Denny, eso debemos tenerlo presente —admitió, con un deje de nostalgia—. Pero también puede ser bueno, muy bueno y sería mucho más fácil... en varios aspectos.

—A veces siento que te quiero tanto —confesé, sonriéndole apenas con una de mis comisuras elevadas. Había descubierto que a él le gustaba cuando yo le sonreía así e intentaba sacarle provecho a ello—. Pero no estás ayudando en nada.

Luego del viernes en que estuvimos en aquel bar y casi oficialmente éramos pareja, la idea de contarle a mi hermano empezó a pulular por mi mente. Pensé: «No tiene que saberlo papá o mamá o nadie, solamente Diego porque él es mi hermano y lo amo y sé que entenderá». Sin embargo, el temor de hacerlo realmente me podía contra todo optimismo.

Gabriel ya había dejado claro que por su parte no iba a decirle a nadie aún, que estaba dispuesto a vivir en el clóset al menos lo que duraba ese año escolar o hasta que pudiese hacer algo de su vida en caso de que su madre lo rechazara... aunque esa era una remota posibilidad. Yo estaba de acuerdo, entre menos gente supiera, mejor. Pero Gabriel también era consciente –por lo mucho que le contaba– de lo importante que era Diego para mí y de lo bueno que podría ser que él supiera de nuestra relación.

Aprovechando que solo había pasado una semana de clase y aún no estábamos atosigados en tareas y deberes, nos reunimos el domingo para pasar toda la tarde haciendo pereza en su casa entre música y uno que otro beso a escondidas de su madre. El contacto de sus dedos con los míos decidió dejar la sutileza por un momento y encerró todo mi puño con el calor del suyo.

—Haz lo que creas mejor, Denny —dijo, corriendo un poco su cuerpo hacia el mío, acortando la distancia de casi un metro que nos separaba—. Por mí está bien, si decides contarle a Diego estaré contigo y te aseguro que él sabrá con certeza lo mucho que te quiero.

En un lugar recóndito de mi ser donde estaba el egoísmo, ansiaba que Gabriel conociera a Diego y luego llenar a mi hermano de preguntas sobre si sentía el cariño de mi novio por mí. No es que tuviera algún motivo para dudar del amor de Gabriel pero vamos, no todos tienen a alguien que sienta las emociones exactas de los demás. Me resultaba curioso y un don imposible de desperdiciar.

—Lo pensaré esta semana —aseguré—. Creo que voy a visitarlo el sábado y ahí veré; no le voy a confesar nada por teléfono.

Me resultaba aún extraño solo ver a Diego algunos días a la semana pero no me quejaba porque veía lo tranquilo que estaba en su departamento disfrutando de la soledad nocturna. Quería verlo feliz y lo era así que ¿de qué me iba a quejar?

Limerencia •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora