Pensé que nunca me pondrías un dedo encima.
Todo comenzó en ese momento, en que no me quise ir contigo porque tenía que hacer deberes.
Quien iba a decir que ibas a reaccionar así.
Ese golpe quedo en mi ojo por una semana.
Mintiendoles a todos que me había golpeado en la esquina de mi escritorio.
Pero lo peor de todo es que esa no fue la última ves.
Amelia.