Sin sentido

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Todo lo que escuché fueron gritos. Ellos vinieron de repente y sin descanso. Los gritos de alguien que se daba cuenta de que no podían ver, escuchar o sentir.

Intenté comunicarme. Intenté ayudar. Durante horas no fue más que gritos. Finalmente, los gritos se detuvieron.

Seguí tratando de comunicarme. Para hacerle saber que no estaba sola. Funcionó. Ella me oyó, aunque no puedo decir cómo, y ella comenzó a comunicarse conmigo.

Fue lento al principio, pero durante los siguientes días pudimos tener largas conversaciones. Parecía que cuanto más hablábamos, mejor se sentía.

Una semana después fue capaz de ver, aunque sólo fuera por un minuto, y ella rió. Ella estaba tan llena de esperanza y yo estaba tan feliz por ella.

Decidí hacer lo que imposible, aunque sólo fuera para escuchar esa risa de nuevo. Pasó otra semana y me desperté incapaz de ver o sentir.

La llamé, escuchándome, pero sin respuesta. Grité, durante horas grité.

Cuando no pude gritar más, oí un susurro de risa, sólo que ahora no tenía esperanzas. Era una burla. Fue entonces cuando me di cuenta de que habíamos cambiado; ella era la personalidad dominante ahora.

En la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora