Me haces sentir tan joven (Valeria Brossard)

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You make me feel so young

Llegó con un ramo de girasoles en las manos. Eran cerca ya de las doce de la noche y las flores se encontraban marchitas, mas la sonrisa que colgaba de sus labios dejaba saber que él se encontraba de un humor impecable. Prendió el viejo tocadiscos que durante ya varias décadas lo había acompañado y bailando al ritmo de Frank Sinatra dejó el pequeño regalo dentro del jarro que estaba sobre la mesa de la cocina.

You make me feel so spring has sprung

Esa noche era una buena noche para Charles, él podía sentirlo hasta en los huesos. Tenía casi sesenta años, una cabaña en el bosque que era su refugio del mundo y una hermosa mujer a la que le doblaba en edad, esperándolo. Volvió a sonreír y buscó por la cocina algo que pudiera saciar su apetito. Iría a ver a su amada, pero tiempo al tiempo, tenía demasiada hambre.

Investigando por la alacena y la heladera, encontró lo que buscaba y no dudó siquiera un segundo, se comió la dona de chocolate que había comprado el día anterior cuando fue al pueblo más cercano y sintió como si pudiese tocar el cielo con las manos si se lo proponía. Jamás en su vida se había sentido tan completo o feliz. Era como si los dioses le sonriesen únicamente a él, faltaba solo encontrarse un unicornio para que su felicidad fuese completa. Oh, Charlie desde siempre había adorado a esos seres mágicos; desde pequeño los había tenido en un pedestal, eran sus animales favoritos.

And every time I see you grin

I'm such a happy individual

Una vez que sintió a su estómago en el mismo nivel de contentura que su corazón, pasó al living donde una hermosa y cálida fogata buscaba minimizar un poco la sensación de frío que dejaba en el cuerpo aquel sórdido invierno.

Allí reposando sobre la alfombra de piel blanca se encontraba su mujer, su encanto, su querida. Ella, con el cabello negro azabache y oscuro como la noche, era la luz de su vida, la razón por la que respiraba y vivía. Se notaba algo cansada aquella noche, pero Charlie no podía culparla pues era ya muy tarde para que su ángel siguiese despierta. Sin embargo, allí estaba ella, esperándolo.

—L-le prometo que si me deja ir ahora, no le diré nada a nadie, lo juro.

No comprendía bien qué pasaba con su ángel últimamente; llevaba unos días ya pretendiendo que no se conocían, que ni siquiera sabía quién era. Pero él lo sabía demasiado bien, Clara era el amor que el cielo le había regalado y ya llevaban varios años de relación. Para Charlie, que su mujer jugase a hacerse la desentendida era un entretenimiento que le daba condimento a la aburrida rutina.

—Oh, vamos, Clara, es hora de que dejes de jugar a eso. —Charlie se hincó al costado de la exquisita mujer que temblaba como una hoja y pudo ver cómo su busto robusto podía apreciarse bajo la blanca remera mangas largas que vestía en esos momentos.

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