Rolling girl |·BellowDiamond·|

Capítulo III: Color amarillo.

Tienen el derecho de matarme :'v háganlo, con gusto aceptaré las piedras por haber tardado.

Tal vez no lo dije en mi blog (¿O si?), pero estuve de viaje, y yo escribo por mi lapto, y obviamente no la pude llevar :'v escribía las "bases" de los capítulos con mi tablet, pero faltaba editar, modificar, añadir, y eso lo hago con mi besha lapto xd

Disfruten el cap.

Sorry :'v

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Ya me encontraba en la casa de Yellow, habíamos decidido no ir a clase por obvias razones. El transcurso del camino estuvo silencioso, yo solo observaba en suelo, viendo pasar a través de mis pasos, el cabello corto molestaba mi rostro, pero eso no me importaba, y se me había olvidado mencionar que estuve abrazada al brazo de Yellow, porque esa era la única manera de sentirme segura, aunque sea por poco tiempo.

— Quédate sentada ahí, ya vuelvo -Me ordenó ella, empujándome suavemente hacia el sofá de su casa, mientras ella se retiraba subiendo las escaleras; mi cabeza seguía baja, mientras enterraba mis uñas en el mueble de terciopelo, pero de inmediato afloje esto, ya que no quería que Yellow se enojara conmigo por estar arruinando su sofá, por lo que decidí abrazar uno de los cojines que estaba de decoración, intentando descargar todo mi miedo y frustración en ello, pero no podía, necesitaba a Yellow.

— Ahora no te muevas, que dolerá un poco —No me había dado cuenta del momento en que Yellow había vuelto, pero eso no era lo importante, sino que en su mano llevaba un pequeño bolso de tela gruesa, con una cruz roja en el centro, era un botiquín, y en su mano ya estaba un algodón con una considerada cantidad de alcohol.

Sentí de pronto como aquel pedazo de pelusa húmeda se encontraba en mi piel, vertiendo ese líquido en las heridas abiertas, provocando un horrible ardor apenas un segundo de tocarlo; me estremecí de inmediato, soltando un débil alarido de dolor.

— Lo siento... —Murmuró Yellow, viendo con desgano la herida ahora mojada por el mismo líquido; sentí como mi mente se oprimió a escuchar esas dos simples palabras, no quiero que ella esté triste, ella no se lo merece, yo sí.

— N-no tienes q-qué disculparte por e-eso, es n-necesario —Espeté, tratando de mostrar una sonrisa para reconfortarla, pero lo siguiente que dijo borró por completo esa mueca que me costó hacer.

— No es por esto —Señala con su vista en alcohol y algodón—; sino porque no estuve allí para evitar esto, si estuviera ahí, no tuvieras tu cabello disparejo y corto-

— O-oye, no importa, n-no tienes que c-culparte, p-para —Traté de ordenar firme, pro mi voz simplemente sonó rota.

Que patética soy.

Pero aún así, ella siguió.

— No tuvieras esas heridas en tu cuerpo.

— Dije que pares.

— N-no tendrías que preocuparte que en un rato tendrás muchos moretones.

— B-basta ya —Pero simplemente me ignoró.

— Y en este momento estarías concentrada en el examen de matemática. Me siento como una escoria por no poder evitarlo.

Eso colmó me paciencia.

— ¡Dije que pares! —Grité, nunca le había gritado a ella, pero ya mi paciencia estaba por los pies. No quería que ella misma se despreciara, no lo soportaría, y más si es por mí.