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Michael frunció el ceño ante la petición de el menor.

—No sabes lo que dices, niño— se volteó para salir del cuarto, pero la voz del chico volvió a insistir una vez más.

—Mátame, Michael, por favor— el rubio ya se encontraba llorando, podía sentir como sus ojos ardían una vez más por las tantas lágrimas derramadas.

El teñido se acercó a donde se encontraba el ojiazul y se sentó a su lado.

—¿Por qué quieres que te mate, pequeña princesa?

—Ya no tengo familia, ellos eran todo lo que tenía, aunque Jack era un idiota, era mi hermano y lo quiero así— el menor se limpió las lágrimas y miró fijamente al ojiverde.

—Aunque no lo creas hubo un tiempo en el que era igual que tú, un niño débil y estúpido que no tenía familia, pero las cosas se superan, primor, y quedarte sin familia era algo que pasaría tarde o temprano, deberías agradecerme, al menos ahora ya no trabajarás en esa horrenda cafetería.

—¿Cómo sabes que trabajo en una cafetería?— Luke frunció el ceño intrigado.

—¿Creías que la primera vez que te vi fue el día que maté a tu familia?, oh, niño bonito, yo te llevo observando desde hace más de un año, y créeme que desde que te vi ese culo me tiene loco— Michael sonrió.

—¿Cuántos años tienes?— el rubio preguntó ciertamente incómodo por el anterior comentario de el mayor.

—Treinta y siete.

Luke abrió los ojos impresionado y ciertamente horrorizado por la respuesta del otro.

—¡Eres un viejo!— el adolescente exclamó.

—Y tú un niño, no me interesan los veintiún años de diferencia, por si te lo preguntas.

Michael se acercó al sonrojado niño y  depositó un beso, pero antes de separarse, mordió ligeramente la mejilla del rubio y se alejó con una sonrisa.

—Nos vemos, corazón.

[…]

Habían pasado exactamente tres semana desde que había llegado a la costosa de Michael, luego de ese día el ojiverde se dedicó a comprarle todo lo que Luke deseara, cosa que lo confundió aún más, y luego de eso no hizo más que ignorarlo, aunque eso era mejor para él, pues no deseaba verle la cara a ese despreciable hombre.

Ahora se encontraba encerrado en la habitación que el teñido le había otorgado, pensó en que había recorrido casi toda la casa, pudo admirar más detalladamente los rincones de esa costosa mansión gracias a Calum, sí, después de todo es un chico agradable y un poco extraño, pero después de todo agradable.

También había descubierto que Michael tenía un gran gusto por el arte. El rubio pensó que pasar aquella tarde con el moreno le había sido de gran ayuda.

Los pensamientos de Luke fueron abruptamente interrumpidos al escuchar un fuerte sonido que se escuchó por toda la casa, creando un eco tenebroso.

El pequeño se levantó exaltado por el brusco ruido, poniendo sus pelos de punta y su respiración más rápida, iba a dirigirse hacia la puerta, pero esta se abrió rápidamente mostrando a un sobresaltado Michael, quien sostenía un arma en su mano izquierda y la perilla en la derecha, miraba fijamente al menor, sin parpadear, casi sin respirar, podía ver el sudor en su frente, la sangre en su ropa, pero más que nada podía ver su mueca de enfado.

—Sígueme, y no me contradigas, no tengo tiempo para tus idioteces, si te atreves a hacer algo que yo no te digo lo vas a lamentar— se adentró a la habitaciónque y tomó con fuerza la delicada mano del ojiazul, lo jaló tan rápido que casi se cae en más de una ocasión, la confusión reinaba en la mente de Luke, no sabía qué hacer, qué decir, qué pasaba, por qué Michael estaba así de alterado y por qué tenía sangre el su ropa.

El pelirrojo lo guió hasta una habitación escondida al final del pasillo, entró, cerró la puerta y se volteó hacia él.

—Te diré esto rápidamente, niño, hay gente que ha venido a matarme, tengo unos problemas y esos malditos hijos de puta están aquí, yo me haré cargo de ellos, tú te quedarás aquí y no te moverás, no intentes hacer algo en mi contra en estos momentos y mucho menos creas que esta es la oportunidad para escapar de mí, porque te buscaré, te encontraré y te arrepentirás de haberte alejado de mi lado, ¿entendido?— Luke asintió rápidamente sintiendo el frío sudor recorrer su espalda. Michael se dirigió hacia un pequeño armario y lo abrió, mostrando una arsenal que dejó con la boca abierta a el adolescente.

—Acércate— el menor sumisamente se acercó al mayor y observó impresionado el gran arsenal.— Toma esta pistola y no la uses a menos que no sea realmente necesario.

Le tendió una pequeña arma calibre veinticinco y sacó una gran metralleta negra, tomó un cinturón lleno de balas de plata pura, tan radiantes que iluminaban la oscura habitación.

—No te muevas de esta habitación o romperé ese lindo culito en dos, primor— el ojiverde sonrió falsamente, se dirigió hacia la puerta y se fue.

Luke miró el arma que se encontraba en sus manos y la tiró al suelo, pasó las manos por su cabello y lo jaló fuertemente.

Demonios.

Él sabía que esta era la oportunidad perfecta para huir de ese indeseable pero lujoso lugar, sabía que si no le hacía caso a Michael, todo saldría mal. Pero decidió restarle importancia a eso, después de todo tenía un arma y dudaba que aún tuviera municiones luego de que haya terminado con esas personas, cosa que beneficia a el rubio.

Debatió mentalmente el hecho de desobedecer la regla que Michael le había impuesto, la única regla que le puso y que iba a romper, pero pronto, cuando estaba a punto de arrepentirse, recordó quién era el teñido realmente, era el que asesinó a su familia, mató su felicidad, sus ilusiones, su todo.

Se agachó tomó el arma y un gran suspiro, abrió la puerta y pisó temeroso el marco de la puerta, creyendo que en cualquier momento el ojiverde aparecería y le haría daño, pero algo que le llamaba la atención habitación que sorprendentemente no tenía seguro.

Otros cinco balazos se escucharon mientras Luke caminaba por los pasillos y bajaba las escaleras silenciosamente en busca de alguna puerta para poder huir, hasta que sorpresivamente, encontró la puerta principal frente a él a casi unos metros, unos metros, centímetros y era libre de ese sucio hombre que quería su culo.

Pero corrió, corrió sin importar los balazos cerca de ahí y corrió con si su vida dependiera de ello y efectivamente era así.

Tomó la perrilla de la puerta, la giró, podía sentir la paz y las esperanzas bailando en sus venas, era libre, ya casi era libre.

—Parece que estás muy apurada, princesa.

million dollar man [muke smut]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora