Capítulo 4

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Cuando llegamos a la mansión, lo único que dijo Julián fue:

-Empaca las maletas, nos iremos mañana de luna de miel.

Al escuchar aquella chorrada quise golpearme la cabeza con la pared.

-Sabes perfectamente como es nuestra relación y cuál es la razón para que este casada contigo.- le digo.

- Lo sé, pero debemos actuar como pareja al menos.- me dice Julián mirándome con ojos brillantes.

-O mejor no y ya está.- le espeto.

Suspira irritado y se pasa la mano por el cabello.

-No me la pones fácil Sofía- dice negando con la cabeza.

-Lo sé y no tengo la intención de cambiarlo.- le digo enojada.

Se queda callado un momento

-Ya veremos- dice y se va a su despacho.

Exhalo, no me percaté de que tenía la respiración contenida.

No podría ir mejor mi vida...nótese el sarcasmo.

***

A la mañana siguiente, me organizo para irme a trabajar.

Cuando llego, llamo a todo el equipo para informar que pondré a Matías a cargo mientras no estoy.

-Solo les quiero informar que no estaré presente en la restauración por unos días y que Matías quedará a cargo en ese tiempo.- aviso.

Todos asienten, algunos solo no prestándole atención y otros conformándose.

-¿A dónde te vas?- pregunta Matías cuando estamos solos.

-Yo...-no quiero mentirle, pero la verdad sería peor-...saldré a un viaje con Julián.

Aprieta la mandíbula y cierra los ojos.

-¿A qué?- pregunta cuando vuelve a abrirlos.

Su mirada me exige que sea sincera...pero no quiero, no quiero hacerle daño.

-De...-derramo una lágrima y no lo miro-...luna de miel- digo en un susurro.

Matías aprieta los puños a sus costados.

-No.- dice y lo miro.-..No, no te vas.- dice decidido.

Asiento con la cabeza.

-Si..-susurro y el niega con la cabeza frenéticamente-..Tengo que hacerlo.

-No Sofía, no tienes y no te dejaré ir.- dice tomándome por los hombros y calándome con su mirada.

Las palabras que le iba a decir me dolían más a mí que a él.

-Tú no eres nadie para impedirme nada.-dije con todo el dolor del mundo en mi corazón.

Matías me miró dolido.

-Dímelo mirándome a los ojos- exige.

No levanto la mirada.

-¡Dímelo!- vuelve a decir más fuerte y esta vez me sobresalto.

Lentamente levanto la mirada y con lágrimas en los ojos le digo lo que me pide.

-No eres nadie...- me suelta de los hombros y da un paso atrás-..Ya no más.

-¿Cuándo cambiaron las cosas?- pregunta

-¿Las cosas o yo?- le digo.

Él no me mira, porque sabe que es verdad lo que digo, solo que no lo quiere aceptar.

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