Capítulo 8

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Sus manos le temblaban frenéticamente, viendo como Cipher era arrastrado fuera de aquella habitación sin oponer resistencia alguna. Zafiro levantó la mirada, llena de confusión, pero Bill parecía no reaccionar en absoluto a aquello que estaba sucediéndole. Entonces simplemente se dejaba ser arrastrado a lo más recóndito de la edificación, dónde pretendían acabarle, tal como habían hecho ya con White Diamond. Dipper permanecía ahí, lleno de angustia, antes de acercarse como podía a la zafiro, que parecía abrumada por su visión.

—No podemos dejarle... —dijo, temeroso. Sus manos, libres ya, las ocultaba bajo su manto en un intento vano de que no se notase su nerviosismo. —¡Zafiro, maldición, despierta! Tenemos que hacer algo. —exclamó, exaltado, tomando las manos de la chica para hacerla reaccionar.

Esta apenas le miró, como si despertase de un sueño.

—Pero él... —ella musitó, insegura. Estaba tan aterrada con todo que aún no entendía porque Bill Cipher solo se había dejado llevar hacía su propia destrucción. ¿Se había rendido? ¿No quería salvarse? Su interrogante continuaba y sus antiguas visiones las revivía, viéndole corrupto.

—¡No importa! —interrumpió Moonstone, llevado por su ataque de pánico. —No quiero pensar que no lo veré más. No lo voy a dejar, no me interesa lo que él quiera. —expresó, llevándola junto a la puerta mientras inspeccionaba rápidamente el mecanismo de esta, tratando por todos los medios el encontrar una forma para liberarse.



—Es triste tu destino... —la voz suave de la perla blanca dijo, sorprendiéndola. Ella abrió sus ojos, perdida, hasta encontrar su elegante figura. Asintió sin más. —Lo siento —pidió, verdaderamente arrepentida, incapaz de mirarle directamente a los ojos.

—¿Por qué? —preguntó la Sunstone, con los ojos entrecerrados. No entendía porque aquella gema le tendría compasión, no cuando ella era parte de ese estúpido plan.

—Despertarte después de tantos años solo para encerrarte, es verdaderamente triste... —comentó, bajando aún más su arrepentida mirada. Se sentía horrible, pues ese destino ella lo identificaba en sí misma. Ella sabía que a Sunstone se la había dejado libre por unos años antes de encerrarla en su gema.

—Lo único que lamentó es que él esté aquí —dijo la dorada, sus ojos mostrando verdadero pesar. —Él es mi hermano, él jamás debió estar aquí.

La perla cubrió su boca, asombrada. —¿Cómo es...? —ni siquiera era capaz de formular la pregunta entera.

—Fuimos cultivos juntos por Blue y Obsidiana. —recitó, un claro dolor en su voz —Él estaba dañado, Blue trató de crear el mejor escenario para que huyese. —finalizó su pequeño relato, recordando las imágenes del día en que sucedió. Del día en que ella fue capturada, pero esa gema Moonstone había vagado sola, sin identificar, pues no podía poseer una forma física a causa del daño en su gema. No entendía como ahora permanecía medianamente estable, ni qué relación tenía con aquel diamante, pero esperaba que él se salvara... Al menos él.

—Yo no sabía... —empezó la perla, siendo cortada tajantemente por la Sunstone.

—No me interesa. —en su tono ya no había expresión alguna —Eres cómplice de esto, de la destrucción de tu propia ama. Esto no es mejor que su monarquía, esto es lo mismo con disfraz. —comentó severa, sintiendo como su energía era drenada por los brazaletes aún más.

La gema de blanco sintió opresión en su pecho, pues alguien finalmente le hacía peso de sus acciones, y lo cobarde que era por aceptar esta situación, solo para salvarse, para no ser ella parte de los cristales rotos que dejaría este grupo que buscaba reivindicación.

—Ahora lárgate. —finalizó la Sunstone, poco a poco volviendo a su estado de sueño profundo. —Es molesto que una gema de tan poco carácter esté viéndome.



—¡¿Es enserio, Dipper?! —exclamó la de azul, viendo como el más pequeño de su gema había retirado una espada de corte fino, la que en segundos había deshecho la pequeña computadora de control de la puerta, la que se abrió con el error que se produjo.

A Zafiro le aterraba lo que Dipper hacía, más que nada porque él era inestable. Él no debería ser capaz de invocar un arma a través de su gema, y temía que eso fuese cobrado con todo lo que hacía en su desespero por salvar al imbécil de Cipher.

—Solo vamos, rápido.

Atravesaron largos pasillos que parecían laberintos. El silencio era extraño, demasiada poca guardia para un lugar dónde estaba llevándose a cabo el paso de cambio de la Historia que vería la sociedad de gemas. La mayoría de puertas abiertas eran un montón de salón inútiles deshabitados, en los que imaginaba antes residían gemas a la espera constante de órdenes de su mandataria.

¿Por qué? Se lo cuestionaba constantemente, consternado. No entendía por qué Bill se había dejado llevar, por qué no había puesto resistencia, ¡no entendía nada! Era como si repentinamente la gema que él tanto amaba hubiera desaparecido, como si no fuera el mismo más, pero tampoco sabía dónde venía el motivo de ese drástico cambio.

Zafiro en cambio tenía bastante clara la idea.

—¡Ahí! —señaló el Moonstone, una puerta abierta, pero restringida por dos enormes ópalos que ignorando los gritos, solo perdían su mirada en el pasillo frente a ellas.

En el interior Dipper difícilmente distinguía un escenario circular, con algunas gemas alrededor, y dónde pudo visualizar a Bill Cipher, en el centro, siendo apuntada su gema que una espada parecida a la que él fue capaz de invocar, pero que Zafiro sabía era capaz de destruir la gema y no solo su holograma físico. Antes de que Dipper corriese desenfrenado al lugar en un intento de salvarle, la gema que iba con él le tironeó para que permaneciera oculto, de esa forma, ambos pudiendo escuchar lo que la gema que iba a quebrarle recitaba antes del ansiado final.

Yellow Diamond... criado en el planeta D-659. —ella comenzó —Eres tan patético así. Después de los innumerables crímenes contra nuestro sistema, lo abandonaste. Huiste en vez de servir a la rebelión, te hiciste cargo de Moonstone, pero eres un renegado y no necesitamos a gemas como tú. —se burló, aquella bismuto que en su último aliento pretendía quitarle la vida a ese diamante, aquel que incluso más humilde que su hermana, no dejaría de ser parte de la suciedad de esa sociedad.

—¡Déjale! —la perla de blanco había irrumpido, muy para sorpresa de todos, incluyendo Zafiro y Dipper que habían irrumpido en la escena también, para detener aquella espada. Bill en cualquier caso permanecía pasmado, con su vista perdida y sin prestar atención al alboroto a su alrededor.

—¿Pretendes que te acuse de traición también? —cuestionó la gema, molesta por la interrupción.

—¿De verdad pretenden que esto sea igual a cómo ellas hicieron? —preguntó dolida —¿Solucionando todo con destrucción si no les parecía?

La sala se sumió en absoluto silencio, antes de que la voz del diamante hiciera eco en todo el lugar.

—Esto es inaudito. —Bill se había colocado de pie, volviéndose la enorme figura que era por naturaleza. Antes de que pudiera continuar un recital de palabras, una pantalla se iluminó tras de él, acompañando sus palabras. Era la imponente figura de Pink, quién aunque con deje de preocupación, mostraba dureza en su expresión.

—Este es el final. —dijo, su voz se oía mucho más fuerte que la que Bill era capaz de reproducir. El de amarillo sonrió, el único diamante cuerdo siempre fue Pink. —Esta rebelión no tiene más avance.

Moonstone {BillDip} [Crystal Falls]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora