CAPÍTULO 3

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Me desperté por el molesto ruido del despertador. Los rayos de sol que se filtraban por la ventana, me dejaban ciega. Tenía muchas ganas de seguir durmiendo, pero sabía que hoy salía mi vuelo y si me lo perdía, me iba a arrepentir por el resto de mi vida.
Encendí la pantalla del celular para fijarme la hora. Eran las diez y veinte. Estuve por lo menos una hora viendo videos hasta que mi mamá entró a la habitación.

-¡Pilar! Ah, ya estás despierta.
-Sí.
-¿Qué estabas haciendo?
- Nada.
-¿Por qué no te levantas a comer algo?
- Sí, ya voy.
- Ok.

Se fue. Me quedé un rato leyendo una novela que había empezado a leer hace una semana. Se trataba de una chica muy pobre que trataba de sacar a su familia de la ruina pintando y vendiendo sus obras a la gente. Sinceramente, me encantaba.
Me levanté de la cama a duras penas y me dirigí a la cocina. Desayuné unas tostadas con mermelada como solía hacer siempre. Luego, me bañé y me puse uno de los conjuntos que había comprado ayer.
Estuve hablando con Wendy aproximadamente una hora hasta que mi madre me dijo que ya era la hora de irnos al aeropuerto.
El viaje duró dos horas. Supuse que iba a ser la última en llegar. Y efectivamente, así fue. Cuando llegamos Vi a cuatro chicos más o menos de mi edad, que supuse, eran mis compañeros. Mi mamá me avisó que iría a comprar algo para tomar y mientras tanto yo me fui a hablar con ellos.

-¡Hola! Ustedes deben ser mis compañeros de viaje.- Les dije.
- Sí. - Dijo una chica muy pálida. Tenía el cabello negro, lacio y largo hasta la cintura. Sus ojos eran grises e inexpresivos. Llevaba puesto un saco de piel color negro y unas botas, también negras, altas hasta las rodillas.- Un gusto, mi nombre es Catherine.
- Igualmente, yo me llamo Pilar Pérez.
- Mi nombre es Alfredo de los Valles Montañosos.- Dijo el chico que se encontraba al lado de Catherine. Era increíblemente bajo. Podría asegurar que sólo medía más de un metro. Tenía el pelo corto, teñido de rubio. Sus ojos eran amarillos, lo que se me hizo muy raro ya que nunca había visto a nadie con ese color de ojos.
- Hola... Yo soy Margarita Catalia...- Se presentó una chica rubia con ojos verdes. Era algo más bajita que yo pero seguía siendo más alta que Alfredo. Llevaba un vestido blanco con margaritas bordadas que la hacía parecer una niña pequeña.
- Y yo soy T49.- Dijo la chica del fondo. Era más alta que todos nosotros. Me sorprendí mucho al oír su nombre ya que nunca imaginé que alguien se podía llamar así. Su pelo era más corto que el de Alfredo, teñido de violeta oscuro. Tenía puesta una campera deportiva color negro y unos pantalones del mismo color. Me llamaba mucho la atención su look, al igual que su nombre.

- Veo que ya se conocieron...
- ¡Milos! - Gritamos todos al unísono. Apareció de la nada y la verdad, daba mucho miedo. Ya lo había visto antes pero en persona era mucho más escalofriante. Su piel blanca como la de un vampiro y su ropa negra como la noche más oscura le daban un aspecto aterrador.

- Prepárense, su vuelo saldrá en unos minutos. Si gustan pueden ir a despedirse de sus familiares o amigos.
- Yo no tengo a nadie de quien despedirme.- Dijo Catherine. Sinceramente, no sé cuál de los dos da más miedo, Catherine o el señor Milos.
- Si no le molesta, ¿Puedo ir a despedirme de mi madre?- Le pregunté, un poco apenada.
- Vaya, pero no tarde mucho.

Me dirigí corriendo hacia un quiosco en donde se encontraba mi madre comiendo papas fritas.

-¡Mamá!- Le grité. Ella se dio vuelta.- Te voy a extrañar mucho, te quiero...
- Yo también te quiero Pilar. Ahora ve con ellos, te deben estar esperando a ti.
- Tienes razón, ya me voy. ¡Prometo llamarte todos los días!
- ¡Adiós!

Me despedí de mi mamá y fui donde estaban los chicos y el señor Milos. Presentamos nuestros pasaportes, elegimos los asientos, pesaron nuestro equipaje y lo vimos alejarse lentamente.
Esperamos unos minutos hasta que por fin llegó el avión. Subimos y me senté donde había elegido antes, al lado de Catalia Margarita. Miré por la ventana y allí se encontraba mi mamá, saludándome con la mano. Adiós mamá, adiós Wendy, las voy a extrañar...
Algo que me llamó la atención cuando subí al avión fue que todos los pasajeros eran chicos más o menos de mi edad, pero no le di demasiada importancia.
Estuve leyendo la novela de la chica pobre, que por cierto, se llamaba "Corazón de metal", hasta que me pidieron que apagáramos nuestros celulares y el avión despegó.
Aburrida y sin nada que hacer, me acomodé en mi asiento y quedé profundamente dormida.


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