Prólogo; El principio del fin.

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Un chico de unos 25 años de edad aparentemente, vestido con una bata de laboratorio y unos lentes que le aclaraban la vista; caminaba con una carpeta en su mano derecha. Unas marcadas ojeras resaltaban en los cansados ojos del joven científico que por alguna razón se le veía feliz.

El laboratorio aunque grande, extrañamente hoy estaba desolado. Le pareció extraño no escuchar los murmullos o los gritos de personas emocionadas o entristecidas por experimentos fallidos o con éxito. Había salido de su dormitorio después de haber pasado casi toda una noche sin dormir nada, acabó por dormirse 3 horas antes de la hora establecida para dar el reporte de su investigación.

El laboratorio se encontraba debajo de una base militar, era una zona extremadamente segura en la que cualquier invasión o infiltración sería muy difícil. Y aunque fuera posible, sería muy improbable que sucediera sin que nadie de arriba se diera cuenta.

Ante todos estos hechos, el científico novato empezó a ponerse algo tenso; un desagradable olor a hierro empezó a adentrarse en sus fosas nasales, era un nauseabundo olor a sangre que le daban ganas de vomitar.

El incómodo silencio que adornaba la escena repentinamente se rompió. Escuchó disparos y gruñidos al otro lado de la puerta que estaba frente a él, pues aún no salía del pasillo que daba a los dormitorios.

Se sobresaltó un poco y retrocedió un paso mientras miraba desconcertado y a su vez asustado aquella puerta metálica. Los disparos cesaron y los gruñidos se hicieron aún más intensos; debajo de la puerta empezó a brotar sangre como agua en un vaso que se derramó.

Pensando en que quizá alguien se había infiltrado, dio media vuelta y se preparó para correr hacia la superficie. Pero antes de que diera tan si quiera 2 pasos, un enorme estallido se escuchó y de inmediato su consciencia se perdió. No supo cuando ni como, pero sabía que había muerto.

Tanto el laboratorio como la base militar que se encontraba arriba, al igual que 3 kilómetros a la redonda se vieron arrasados, carbonizando toda señal de vida; una nube de fuego yacía en el enorme cráter en el que antes estaba el laboratorio.

Una onda expansiva proveniente de la flamígera nube se extendió por todo el horizonte hasta desaparecer por completo. Minutos más tarde todo el mundo se estremeció; nada volvería a ser lo mismo para nadie desde ese momento.

 Minutos más tarde todo el mundo se estremeció; nada volvería a ser lo mismo para nadie desde ese momento

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