«Lo Que Estuvo En Tus Manos»

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Desde las vacaciones de agosto, Aidan no había vuelto a entrar en el cuarto de Ibrahim. La cama estaba ubicada frente a una enorme ventana de dos puertas, una de ellas estaba abierta. La fresca brisa de la noche se colaba, haciendo que el largo visillo verde alzara vuelo dentro de la habitación.

Su amigo vestía una franela naranja y blanca, con un diseño en el centro que no detallo muy bien, pantalón de pijama negro y medias de algodón blancas. Estaba sentado sobre las sábanas, con los pies cruzados y las manos a cada lado del cuerpo. En uno de esos lados reposaba el celular. Sus córneas lucían menos blancas de lo que habían estado el día anterior, Aidan lo sabía porque, por petición de Ibrahim, Sabrina le había tomado una foto para enviarsela.

—¿Cómo sigues?

—Creo que mantener la esperanza de que mis ojos volverán a la normalidad ha hecho que no desespere. Esto es como dormir sin sueño.

—¿Sabes que tus comparaciones siempre son un asco?

—Lo sé. ¿Cómo siguen las chicas?

—Aún no sabemos nada de Itzel, y eso me preocupa. Quien se encuentra con un ánimo acorde a la situación es Saskia. Quizá porque está satisfecha de resistir hasta el final. —Ibrahim bajó el rostro—. ¡Vamos, bro! De eso trata su Donum. ¿Recuerdas cuando fuiste atacado? Yo era patético lanzando flechas, y fue tu don el que hizo que pudiéramos vencer a aquel individuo.

—Es cierto.

—Por eso no entiendo qué es lo que te ha llevado a asumir una actitud tan derrotista. También ayudaste a las chicas cuando sus dones aún no aparecían. ¡Has sobrevivido a todo!

—No lo sé, Aidan. Me siento débil, como si fuera el último eslabón de la Fraternitatem. ¡Un fiasco!

—Eres la mejor persona que conozco.

—¿Mejor que Maia?

—Bueno, la segunda mejor.

—¡Desgraciado!

—¡Llorón! —Ibrahim le lanzó una almohada, que Aidan atajó—. ¡Tienes mala puntería y lanzas como si estuvieras desnutrido!

—¡Deja que recupere la vista a ver quién es el llorón! —Sonrió, escuchando la risa de su amigo—. ¿Cómo vas con Maia?

—¡Ahí!

—¿Ahí? Es una respuesta que da para pensar.

—Estoy pensando en muchas cosas, Ibra. Estar juntos es un conflicto.

—Un conflicto que ambos han aceptado, y que todos respaldamos.

—Sí, pero eso no me preocupaba tanto, ni siquiera el hecho de que Ignacio me dejara en claro que tarde o temprano nuestra relación iba a terminar. Creo que todo se complicó después de que el Prima de Ignis amenazara a Gonzalo. Fue allí cuando entendí claramente que el peligro era real. Esa amenaza fue la llama que prendió la sed de justicia en Amina y sus primos.

—¿Piensas detenerla?

—Pienso hacer todo lo posible para que no los enfrente. Aunque eso signifique separarme de ella.

—Por lo visto ya has pensado en eso.

—Sí, Ibra, pero todavía tengo las esperanzas de no llegar a ser radical con mi decisión.

—Aidan, creo que ni separándote de ella podrás impedir que Maia se vuelva a enfrentar al señor Arrieta: ellos firmaron un decreto a muerte cuando ella intentó quitarle su Sello. Ese hombre los odia, y cuando una persona odia intenta acabar con su objetivo. Creo que el verdadero problema está en la increíble unión de los tres, nadie puede penetrar en su relación, la decisión de uno es avalada y apoyada por los otros dos.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora