Trato es Trato

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Llevaban quince minutos parados frente al mar, con las estrellas encendiéndose frente a sus ojos cuando Saskia vio a Natalia.

—¡Oh, por favor!

Los chicos la vieron, ella con sus labios hizo una seña, apuntando a la joven de cabellos negros sueltos al viento, blusa verde manzana, blanca y rosada, y pantalones de mezclilla blancos. Aidan no podía creer que le hubiera seguido, lo menos que quería era un espectáculo frente a sus amigos. El único que resopló fue Dominick, ocultó detrás de su capucha.

—¿Qué haces aquí? —preguntó molesto.

—No me iré hasta que no me escuches.

—Pues ahorita no tengo tiempo para atenderte.

—¿No les parece raro que no pregunte por qué estamos todos vestidos de negro? —comentó Saskia susurrando, pero la extraña discusión los tenía a todos absortos.

—¡No! ¡No me iré! —le gritó Natalia.

—¡Eres una terca! Regresa a casa —le ordenó Aidan.

—Aidan, que no me iré.

—¡Aidan! —le llamó Itzel.

Aidan se volteó a ver a su amiga descubriendo un escenario aterrorizador. Del lado izquierdo por donde había aparecido la chica, venían los Harusdras, vestidos de rojo. Encabezados por un joven que Saskia e Itzel reconocieron enseguida, y dos chicas, una de ellas había atacado a Ibrahim, la otra estuvo presente en el ataque contra Sidus y Lumen.

—¡Mierda! —exclamó Aidan, tomando a Natalia por el brazo—. ¿Por qué tienes que ser tan terca?

—¿Qué pasa?

—Pase lo que pase no te muevas de aquí. Si puedes huir, hazlo. Si todo se pone mal, quiero que te pegues a Itzel, porque tu vida va a depender de ello.

Natalia asintió ocultándose en la espalda de Aidan, mientras Dominick se paraba en medio de sus amigos, con Saskia e Ibrahim a su lado, Itzel detrás de Ibrahim y Aidan tras Saskia.

—¡Vaya, vaya! —dijo el joven trigueño—. Nunca pensé que los Primogénitos fueran tan puntuales. Aunque veo que falta una. —Sonrió con malicia al ver a Natalia, haciendo señas para que el numeroso grupo de non desiderabilia rodearan a los Primogénitos—. Porque aquella bella joven no es una Ignis Fatuus, mucho menos una Primogénita.

—En eso estamos de acuerdo —le gritó Amina.

Los Harusdra se abrieron un poco, observando a los tres miembros de Ignis Fatuus ante ellos. Amina estaba entre sus dos primos.

Los tres estaban firmemente apoyados en ambas piernas, con las manos convertidas en puños. Los Primogénitos no sabían si era un alivio o no que hubiesen llegado.

—¡El premio mayor! —le gritó el joven—. Me han dicho que tu cabeza me hará más poderoso. Espero poder arrancarla con todo y vertebra.

—Arco —susurró Aidan, mucho antes de que los demás acudieran a sus dones.

Sabían muy bien que su amigo estaba dispuesto a acabar con todos y lo haría si la lastimaban.

—¡Jum! —Sonrió Amina con malicia—. Qué lástima que yo solo pueda rostizarte. Aunque, pensándolo bien, sería divertido sentir como fracasas en tu intento.

—Déjame a esos idiotas —confesó la chica que había cegado a Ibrahim.

Amina dio un paso atrás. Su cuerpo recibió una mala vibra de aquella joven. No le temía pero debía ser más astuta que ella si quería derrotarlos.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora