Impredecible

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Tal como el Prima de Ignis Fatuus lo había prometido, Itzel y Aidan salieron hacia sus Clanes, antes de que la tarde cayera. Ethel y Ackley les despidieron, recordándoles que siempre serían bien recibidos en su Clan. Aún no entendían cómo se habían salvado de un castigo casi seguro, lo que demostró la compasión de Ackley para con ellos.

El carruaje les paseó nuevamente por las calles de piedras que habían recorrido el día de su llegada a Ignis Fatuus. Les parecía una tragedia que los Clanes estuvieran tan divididos. Tampoco concebían como cada Primogénito era el regente de una zona determinada.

La calzada se convirtió en arena, rodeada de praderas, con uno que otro roble a cierta distancia.

—¿No sientes tristeza por dejar la Aldea de Ignis Fatuus? —preguntó Itzel.

—Sí. Apenas me monté el en carruaje comencé a extrañarlos.

—¿Crees que nos den un buen recibimiento en nuestros Clanes?

—No lo sé Itzel. La verdad es que espero que sí. Espero que nos reciban tan bien o mejor de lo que Ignis Fatuus lo ha hecho.

—¿Y si no lo hacen?

—Entonces, dejaré de sentirme culpable por querer pertenecer al Clan de Amina y no al mío.

—¡Aidan!

—¿Por qué te alteras? Me has hecho una pregunta y te he respondido con sinceridad. En serio, quiero creer que no tenemos nada que envidiarle a Ignis Fatuus y que somos mejores que ellos, pero si ocurre lo contrario no me entristecerá. Ackley es un tipo pana, y lo sabes.

—Eso no lo discutiré. —Itzel hizo silencio, concentrándose en el paisaje que se le mostraba a través de la ventanilla, pero su silencio y su postura no fue muy convincente para Aidan.

—¡A ver! ¿Qué es lo que temes?

—Temo que nos vuelvan a someter a la misma prueba y no la pasemos. Temo ser descubierta y repudiada, o simplemente rechazada por mi color de piel.

—¿No crees que eso es muy bizarro?

—Bizarro para nuestra época, pero no para esta. Ellos son muy distintos a nosotros.

—Tú solo sigue diciendo que eres de la India y nadie osará a rechazarte por el color de tu piel.

—No sé si pueda engañar a la gente de mi Clan.

—¡Vamos Itzel! Nada de actitudes derrotistas. Eres mucho más inteligente que todos ellos. Estos tipos no tienen ni la mitad del conocimiento que tú posees. Y si te sientes intimidada, puedes darle una clase de física o enseñarle a graficar una parábola.

—Aidan, Arquímedes de Siracusa fue el que dibujó la primera parábola, y eso fue muchos siglos ante de Cristo. Además, no deseo que me quemen por hereje.

—Bien, pero te aseguro que aún no saben que gracias a ellas tenemos radares y televisión satelital.

—Por lo visto has estado prestando atención a las clases de Matemática.

—Hago lo posible. —Le tomó de la mano—. Ya en serio, Itzel, no tienes nada que temer. Tú no eres menos que esa gente, por el contrario, eres una Primogénita, y les guste o no, compartes su genes. ¡Eso es un poco raro!

—Tienes toda la razón. —Le tomó la mano con la otra—. Creo que estaremos bien.

Después de dos horas de trayecto, llegaron a una huerta que atravesaron con sumo cuidado, tanto que Aidan pensó que jamás llegarían a las puertas del Clan de Lumen.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora