💋Let me go

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"But you're holding on to what you never had"

Una lágrima escapó de mis ojos y recorrió mis mejillas hasta caer en mi camisa favorita, el uniforme blanco y dorado con el número veinte y tres. Pero paré, alguien como él no merecía mis lágrimas. Fue en el medio de ese vuelo que me dí cuenta de lo importante que Jake había sido para mi, y de lo estúpida que yo había sido al permitir que fuera así. Había sido tan feliz con Jake que incluso el pretender que no era así me dolía cuando debería de sentirse bien después de lo que había pasado esa mañana en el aeropuerto. No podía dejar de pensar en él, y como consecuencia no podía dejar de pensar en la tragedia de esa mañana y como con tan solo una frase hizo que mi mundo se derrumbará.

-Creo que deberíamos terminar.

Así de fácil se terminó el sueño. Fue como despertar por la mañana después de un soñar algo magnífico y darte cuenta que nada es realidad y que esta fuera de tu alcanze. Creí que nuestro amor era real y que eso facilitaría nuestra relación a distancia como en las películas de romance que habíamos visto tantas veces en ese sofá marrón, tan cerca del otro como nuestros padres no lo permitían. Supongo que todo fue solo una fantasía. 

Las lágrimas volvieron a amenazar y el nudo en mi garganta comenzó a crecer, pero paré. Sabía que todo estaba bien, que al final del día no importaría lo que había pasado porque vería a Papá por primera vez después de navidad y conocería a su novia y seríamos una familia feliz. Obviamente nada sería como antes de que el destino hiciera de las suyas y nos hiciera infelices, pero de la misma manera, el destino siempre pagaba por sus crímenes; siempre había algo bueno por venir, y tarde o temprano siempre terminábamos siendo felices de nuevo. 

Era nuestra manera de vivir. No importaba si estábamos conformes o no, de alguna forma u otra terminábamos aceptándolo y siendo felices con lo que teníamos. Así fue cuando mis padres se divorciaron. Alex y yo teníamos solo diez años, pero entendíamos que sería lo mejor para todos, o por lo menos sabíamos que con Papá  fuera de la casa no habría más gritos y la casa se sentiría más como casa. 

Entonces baje la cabeza de las nubes, metafóricamente. El vuelo estaba a punto de aterrizar. Me dí cuenta de que Mia y Alex me veían, sabía que se habían dado cuenta de que había llorado y después había sido capturada por mis pensamientos, pero me conocían demasiado bien como para preguntar al respecto, algo que me preocupaba acerca de Papá pues él no se encontraba al tanto de como controlar a una hija adolescente que la mayoría del tiempo se encontraba perdida en su propia cabeza. Sabía que tendría que hablar con ellos después, sin importar lo mucho que tratará de evitar el tema, pero también sabía que entonces me encontraría mejor y sería capaz de hablar al respecto sin necesidad de ahogarme en mis propias lágrimas. Siempre había sido así, y probablemente así seguiría siendo.

En cuanto vi a Papá salí corriendo a abrazarlo. Lo había extrañado más de lo que pensé humanamente posible. Las lágrimas que antes había reprimido comenzaron a escapar pero esa vez no las paré.

-Te extrañe tanto. - dije.

Después de una pequeña charla de cinco segundos Alex y Mia se acercaron, ambos abrazaron a Papá. Mia era prácticamente parte de la familia y entonces se convertiría en una parte aún más importante pues estaríamos juntas veinticuatro-siete.

-¿Dónde esta Lina? - pregunté. Estaba bastante entusiasmada por conocer a la novia de Papá. Habían estado saliendo por al rededor de ocho meses, pero por alguna u otra razón no nos habíamos conocido. 

-En casa. Esta cocinando la cena. - contestó Papá y guiñó el ojo, la señal O'Brien de lasagna. 

Algo me decía que Lina me agradaría.

Cartas AnonimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora