—Está obscureciendo —señaló Rin viendo por la ventana de la casa—. Creo que ya es hora de irme. —Se estiró un poco mientras se levantaba de aquel desgastado pero cómodo sofá.
Obito se limitó a mirarla. Quería que se quedara todo ese tiempo con él, acomodarse como dos cachorros en uno de los sofás desgastados de su sala y hablar de cualquier tontería, pero sabía que era un intento inútil intentarlo, una tontería siquiera pensarlo. Sin embargo quería hacerlo. Aunque sea por unos momento más. Intentar era una acción inofensiva de todos modos y no temía a lo único malo que podía ocurrirle: un rechazo.
—Por lo menos quédate a cenar —hablo sin pensarlo, como una especie de vomito verbal—. Me has ayudado mucho es lo menos que puedo hacer —agregó para que no sonara tan desesperado.
—No lo sé —dudo unos momentos—, ¿no te molesta?
—Claro que no —sonrió—. Para nada, me gusta estar contigo.
—No digas esas cosas —río de forma nerviosa—. Además creo que no tienes nada para cenar.
—Iré a comprar algo para comer —dijo; lo que ella estaba haciendo era buscar excusas para irse, lo sabía. Aunque fuera de esa manera amable la cual siempre actuaba entendía sus intenciones y no le gustaban nada— ¿Qué quieres comer? —pregunto.
—Sushi —contestó resignada ante la insistencia de su amigo.
—Mmm...conozco un lugar muy bueno, no tardo —dijo levantándose, cogió su cartera y sus llaves que estaban cerca y fue a la puerta sin decir nada más.
—Nos vemos —se despidió hablándole a la nada.
Podía ser su amigo de toda la vida, compartiendo sus buenos y malos momentos, conocer sus defectos y virtudes, no obstante, siempre sentía que le ocultaba algo. Su actitud algo extraña que aparecía hacia algunos años le confundía solamente. Tenía sus teorías que podrían explicar la causa de eso. Lo malo es que estaba equivocada en todo eso.
...
A unas cuentas cuadras de ahí una chica de largo cabello negro caminaba por aquellas tranquilas calles con un paso lento y pausado sin ningún rumbo fijo en realidad y sin fijarse mucho en su alrededor. Eso no importaba mucho. En realidad no pensaba en nada ni en lo que podía importar o no. Le empezaba a doler la cabeza y su cuerpo lo sentía demasiado frio. Los síntomas comunes de un corazón roto y un alma desdichada. O tal vez de un resfriado, si nos queríamos poner realistas y menos dramáticos.
No tenía ni idea de lo que haría de ahora en adelante. Si no podía pelear por lo que amaba dudaba que pudiera hacer otras cosas en sí. Era una cobarde y no podía hacer nada al respecto, solo mirar muda su propia destrucción, como siempre. Su autoestima estaba bajando de manera crónica y la depresión hacia su acto de presencia de esa manera secreta y sigilosa como la de un intruso en una casa a media noche con malas intenciones.
Cruzó la calle cuando nadie lo hacía puesto que el semáforo estaba en rojo. Hizo caso omiso a algunos gritos que le decían que se quitaran pues un auto se acercaba a ella. Logró reaccionar hasta que escucho el sonido del claxon. Miró el auto y debido del miedo no pudo moverse. La atropellarían y posiblemente moriría, no le importó eso.
Puedo haber muerto – en uno de los mejores pronósticos para una persona que sufría un accidente de tal naturaleza- . No sucedió; el automóvil había logrado detenerse a unos quince centímetros de distancia de ella.
El conductor bajo del carro en una mezcla de preocupación e ira por la irresponsabilidad de algunas personas. Ella solo se mantenía en su sitio como una estatua de mármol abandonada a su suerte.
YOU ARE READING
Pactos de sangre
FanfictionTodos alguna vez hemos caído en la obsesión. Es muy natural en el ser humano y nunca llega a ser anormal. Sin embargo ¿Qué pasaba cuando esto pasaba los límites de dicha normalidad? Obviamente esto se convertía en una patología; era malo y muy pelig...