El centro comercial sin duda era como la nueva definición de innovador. No tenía mucho tiempo que habían terminado con las remodelaciones y siempre se sentía la sensación que olía a nuevo como cuando abres un libro recién de quitarle la cubierta de plástico. Esta constituía de dos pisos, un elevador de cristal- no apta para personas que sufren de vértigo- cuatro escaleras eléctricas y una convencional para emergencia, una sala de fumadores y una para niños con juegos.
En la planta de baja se encontraban varias tiendas de ropa de muchos estilos y puestos de comida desde la más saludable hasta la que te aseguraba un infarto seguro por el exceso de grasa. También había un pequeño acuario al centro. En la primera planta había más tiempo con más variedad que era algo complejo mencionarlas todas sin llegar a ser tedioso y aburrido. Y en la segunda planta se encontraba el cine que siempre olía a palomitas recién hechas y su lado un pequeño bar con terraza la cual ofrecía una bonita vista de la ciudad.
Sin duda era un lugar que tenía un ambiente perfecto para relajarse. Para perder el tiempo con estilo.
No obstante, ya estando dentro del complejo sentían del todo menos comodidad. Ambos se cuestionaban como es que se habían aventurado aquello y si no molestaban al otro. Hablarse ahora resultaba un poco embarazoso, simplemente las palabras no salían de la boca, aunque sentían que debían de hacerlo. Luego de unos tensos minutos de silencio Obito decidió tomar la iniciativa.
—¿Quieres que vayamos al cine? Así escogemos una que dure en la tarde y mientras esperamos podemos ver todo el centro comercial —dijo nada seguro de sí mismo mirando a la chica que al pareces notaba que las personas tenían la capacidad de hablar por primera vez en su vida.
—¿Eh? —parpadeó un poco confundida. No había logrado a escuchar la mitad de lo que le habían dicho.
—No pasa nada —sonrió leve, sin duda sonreír era un buen método de defensa ante situaciones penosas.
—Lo siento, andaba distraída —comentó nerviosa—, entonces ¿vamos al cine? —repitió lo que había escuchado.
—Claro que hay que ir —asintió con una emoción que era difícil de determinar si era genuina o una buena imitación— ¿por dónde quieres ir?
—¿Por las escaleras eléctricas? No me gustan mucho los elevadores —explicó un poco, sentía una fobia por los elevadores. Las películas de terror tenían la culpa.
—A mí me parece bien —se encogió de hombros de manera despreocupada—. Vamos —dicho de eso le tomo de la mano. Se puso nervioso, pero no le soltó. Tampoco ella lo rechazo y eso le alivio.
Comenzaron a andar, tomados de la mano subiendo a la primera escalera llegando al primer paso. Después caminaron un pequeño tramo donde se podía ver una boutique de ropa extranjera y no muy bonita, una estética de calmados colores pastel y un pequeño gym de alta tecnología antes de llegar a la segunda planta. No duro mucho y llegaron a la escalera que al parecer no funcionaba. Llegaron al segundo piso.
Un aroma a palomitas comenzó a inundar sus sentidos. Del extremo derecho se encontraba el puesto donde vendían las botanas y las bebidas a precios exagerados injustos. Enfrente de ahí se encontraban pocas mesas azules con sillas acolchonadas que hacia juego. Del otro extremo se encontraba la cartelera con las películas que se proyectarían, el horario y otros mínimos detalles. Más adelante estaban las taquillas donde solo había una fila de cuatro personas así que no había nada de que alterarse.
Primero se acercaron a la cartelera ¿Qué película ver? Era siempre la pregunta que solía atormentar a las personas cuando se fijaban en la cartelera. Más si venían acompañados y no habían planeado nada acerca de eso.
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Pactos de sangre
FanfictionTodos alguna vez hemos caído en la obsesión. Es muy natural en el ser humano y nunca llega a ser anormal. Sin embargo ¿Qué pasaba cuando esto pasaba los límites de dicha normalidad? Obviamente esto se convertía en una patología; era malo y muy pelig...