Cita parte 2

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Obito ahogó un grito de horror cuando su espalda chocó contra una de las paredes de cristal sólido del elevador. Odiaba demasiado los elevadores, desde niño y ahora, sintiendo demasiados sentimientos encontrados en su interior, se sentía morir; sentía su respiración pesada y sus piernas cada vez resistían menos el peso del resto de su cuerpo; hubiera caído de una forma demasiado patética sino fuera por la chica que lo abrazo con fuerza.

Eso no mejoraba nada, considero el poco tiempo que estuvieron en esa posición. De hecho, su ya inexistente dignidad estaba por más extinguida ¿Por qué siempre tenía que ser de esa manera? ¿Por qué, de alguna manera, tenía que recibir ayuda de una tercera persona para huir de sus problemas? Ya no era un niño al que podían intimidar, sin embargo, cuando Hinata le soltó para salir del elevador, se sintió como un pequeño vulnerable que necesitaba la atención. De esa chica de preferencia.

—¿Estás bien? —preguntó Hinata al ver al joven paralizado por el miedo. Por supuesto que él no estaba bien, se regañó mentalmente pero tampoco sabía cómo ayudarlo, por lo que añadió—; podemos ir a casa, te pagaré los boletos si eso te causa un problema.

—No, no tienes que hacer eso —salió del elevador, soltando un nada digno chillido cuando las puertas se cerraron a sus espaldas. Tenía que alejarse ahí de inmediato o sentía que enloquecería, pero tampoco quería parecer un raro. Tomó un respiro, tratando que disimular algo que era tan notorio como su propia existencia— ¿Por qué no vamos a comer algo?

—Si... creo que eso sería una buena idea —asintió sin estar muy convencida que su respuesta fuera al menos acertada para luego irse con él.

Mientras se alejaban del lugar, Obito decidió mirar por encima de su hombre aquel elevador había vuelto a descender. Su rostro, ya pálido por el anterior miedo que lo había acechado cuando se abrieron las puertas de aquel aparato horrible; dejando ver a dos hombres en su interior. Ninguno era su tío para su fortuna, así que volvió a fijar su vista al frente, tratando de olvidar aquel incidente había pasado.

Fallaría, estaba demasiado consciente de eso, sin embargo, a esas alturas, ya no le importaba mucho.

Así siguió caminando al lado de Hinata buscando un lugar donde pudiera comer y aunque si bien, los lugares poco concurridos aseguraban buena comodidad, consideraba que eso era una mala idea. Y está bien, estaba actuando algo paranoico, pero tampoco quería arriesgarse. Terminaron por irse a un Mac Donalds, lleno como era una costumbre en ese lugar. Sin embargo, para su fortuna había un asiento disponible en el rincón del establecimiento lejos de los lloriqueos o gritos eufóricos de los niños pequeños y las quejas de los padres de sus vástagos.

—Iré por algo de comida ¿quieres algo en especial? —preguntó Obito poniéndose de pie, no era un buen lugar para llevarla de comer y quería compensarlo.

—Una hamburguesa, papas y refresco está bien.

—Bien, no tardo —comento antes de alejarse de ella lo más rápido que podía unirse a la fila de los hambrientos comensales que sólo deseaban tapar sus arterias con ese colesterol dañino y estar satisfecho con eso.

Mientras esperaba su turno, pensó que podía hacer en esos momentos. Se sentía descarado por aparentar una calma no tan propia de él, además no comprendía porque Hinata estaba haciendo lo mismo. Estaba muy tranquila, lo había confortado ¿Por qué era así? Se parecía a Rin, ella era amable y generosa con él que llegaba a ser doloroso.

—Señor ¿Quiere ordenar algo? —Obito reaccionó lento a la joven rubia de expresión cansada a lo que le ordeno su comida y pagó. Entonces sólo la diplomacia fue la que se encargó en mejorar su pequeño descuido.

Pactos de sangreWhere stories live. Discover now