Matt me tomó la mano, antes de correr unos cabellos de mi rostro. Asentí con la cabeza, sin lograr sentir nada por las anestesias.
Luego de unos minutos de silencio, él preguntó
— ¿Aimé siempre te hace cosas así?
Volví a asentir. Él juró por lo bajo.
— ¿No te defiendes? —gruñó.
—S-si lo hago… Me golpea m-más fuerte…
Volvió a jurar.
— ¿No tienes a nadie que te ayude?
—Todos me m-molestan por culpa de Aimé… Y-yo ya estoy acostumbrada…
El silencio cayó luego entre nosotros. Jamás le había dicho a alguien lo que me hacían en la escuela, y se sentía raro hacerlo por primera vez. Agaché la cabeza, intentando ocultar mis sentimientos. Esperé a que él se fuera de allí y me molestara igual que los demás, pero no lo hizo. Se quedó allí, con mi mano entre la suya y con el pulgar acariciándome el dorso de ésta.
—Yo te cuidaré, Amy.
Levanté la mirada, extrañada por lo que acababa de escuchar.
— ¿Qué? —pregunté.
—Que yo te cuidaré. Nadie volverá a tocarte otra vez.
—No. No, no, no. Sería suicidio social.
Él se encogió de hombros despreocupadamente mientras sonreía.
—Yo quiero hacerlo. Deja que alguien se preocupe por ti, Amy.
Asentí, algo asustada.
—M-me… ¿Me prometes que lo harás sin importar lo que suceda?
Él asintió.
—Es una promesa.
(…)
Eran las cuatro de la tarde y yo aún seguía en el hospital en la cama. El doctor llegó cuando las enfermeras me estaban entregando el almuerzo y pidió hablar en privado conmigo. Cuando las enfermeras se fueron el me dijo:
—Tienes al menos diez kilos menos de tu masa corporal ideal, Amalia. Debes alimentarte más.
Luego de eso, los padres de Matt junto con él y Jazmin entraron y Sandy me preguntó por mi peso. Claro estaba que el doctor se los había dicho en cuanto salió. No aguanté más. No quería seguir mintiendo y nada de eso, por lo que les conté lo de mi padre, sin omitir las veces que me golpeaba o me arrojaba contra algo.
—Mi padre desde que mi madre falleció que bebe. Se ha vuelto un alcohólico. Él me golpeaba cuando yo hacía algo mal y nunca me dejaba comer hasta hoy.
Sandy quedó estupefacta al igual que su marido. Matt me abrazó con fuerza, rogando contra mi oído que me fuera a vivir con ellos. Su madre también insistió en ello, además de sugerir ponerle una denuncia a mi padre por violencia intrafamiliar. Yo le pedí que no lo hiciera, que ya no me golpeaba –de todas formas tuve que mentir- para poder proteger a la única familia de sangre que me quedaba, ya que comenzaba a considerar que la familia de Matt era también la mía.
Sandy al final aceptó no poner ninguna denuncia en nombre de mi padre, pero me pidió que me fuera a vivir con ellos. Que me darían techo, comida, me comprarían ropa y cosas y la habitación de invitados sería mía.
No podía estar más agradecida de que el mundo me diera otra oportunidad al encontrarme con esa familia.
Me dieron el alta después. Ni Matt ni yo asistimos a alguna clase el día de hoy, pero no importaba. Íbamos Él y yo en su auto, ya que me había traído, y los demás se irían en el auto de la familia. Sentía su mirada en cuanto el auto se detenía por algún semáforo o alguna señal de ALTO, pero en ningún momento habló. Para cuando llegamos a su casa, yo veía desde allí mi pequeña casita. La luz estaba encendida, lo que quería decir que quizás papá estaba en casa y debería de estar muy enojado conmigo por no hacer nada en su ausencia, pero no debía preocuparme por que por ahora no iría allí.
Sandy me pasó algo de ropa para los siguientes días y una mochila negra que tenía guardada para los libros y esas cosas. Lo bueno era que tenía todo los materiales en la escuela y nada en mi casa, lo que me dejó suspirar de alivio.