El lugar comenzaba a parecer cada vez más conocido para mí. Cada rincón, cada superficie… Había explorado este lugar por la mañana, cuando llegué hasta aquí por mi cuenta. El césped que cubría la húmeda tierra, los pocos árboles de un tamaño considerablemente alto. No sabía qué hacer, solo permanecía sentado allí, viendo como algunas de las personas que yo conocía comenzaban a irse ya.
El cielo estaba oscuro y el frío caía sobre los chicos, mis padres y yo… los que quedábamos.
Leí nuevamente las palabras que se encontraban en la lápida frente a mi rostro: “Amalia Wells. 1993 – 2010’’
Luego venía una frase acerca de lo fuerte y valiente que había sido todos estos años de vida. Suspiré entrecortadamente, cubriendo mi rostro con ambas manos y esperando que nadie me viera llorar otra vez. Sentí los pequeños pasos de Jazmin cerca de mí antes de que sintiera sus pequeños bracitos aferrarse a mi cuello desde la espalda. La apegué a mí, dejando que mi pequeña hermanita me reconfortara allí mismo.
Nadie había dicho nada en todo el día acerca de mi aspecto. No había dormido ni comido y con suerte esta mañana me había bañado. Solo por ella.
El padre se Kyle –y también el de Amy- había viajado desde México para poder asistir al funeral de su hija. Lo bueno era que ya sabía acerca del trabajo de Kyle, por lo que no sacó el tema. Nos presentó, a mí como el novio de su hija y él solo me abrazó y pude sentir el dolor de su nueva pérdida.
También había venido Seth, el hombre que la golpeaba a diario. Iba vestido, pero esposado y con un policía a cada costado de él. No dijo nada y se mantuvo allí, en una de las últimas sillas, hasta que la ceremonia terminó y se lo llevaron en una patrulla.
Los chicos me habían intentado animar estos días, pero nada funcionaba. Estaba mal, muy mal. Mi madre me dijo que me llevarían con ayuda para poder superarlo, pero yo sabía que no podría hacerlo.
—Mattie… —se quejó Jazmin bajo mi fuerte agarre. La solté de a poco.
—Lo siento… —murmuré por lo bajo.
—Mamá me dijo que ya nos íbamos.
Miré hacía mi madre. Había llorado desde el principio hasta el final. Yo sabía que le tenía mucho cariño a Amy, pero jamás pensé que sería mucho.
—Iré luego. Diles que iré más tarde a casa —besé su mejilla mientras la ayudaba a levantarse. Ella me sonrió, pero yo no pude sonreírle de vuelta. No tenía ya fuerzas para hacerlo.
Mis padres se acercaron a mí y mi madre se agachó a mi lado, quedando frente a la tumba de Amy.
—Hijo… —comenzó. Me tomó las manos— No te dejes caer con esto. Ella no querría que algo te sucediera —murmuró.
—Ella ya no está aquí para decirlo —le repliqué.
—Pero estará siempre en tu corazón, Matt. Siempre. —besó mi mejilla antes de levantarse e irse con Jazmin y mi padre a casa.
No quité mi vista de su nombre. Su hermoso nombre.
Unas pequeñas gotas de agua comenzaban a caer por el lugar, manchando las lápidas de cada persona que enterrada estaba aquí. Mojaba mi cabello de a poco, haciendo que quedara plano sobre mi piel. Ella no debía irse de ese modo. Me culpaba cada minuto a mi mismo por no haber estado allí para ella, para protegerla y cuidarla. Si hubiera llegado más rápido… Quizás no estaríamos aquí ahora. Alcé la vista al cielo, sintiendo como cada vez la lluvia comenzaba a caer más rápido sobre mi rostro.
—Perdóname, Amy… Jamás debiste meterte conmigo. No estarías allí… Pero yo soy egoísta, y te quería solo para mí —inhalé profundamente, dejando que mis lágrimas se confundieran con la lluvia— Cuando vi las cosas que te hacían… Me prometí a mi mismo que te cuidaría y que nada te sucedería. Amy, te amo. Por favor, perdóname…
—No es culpa tuya, Matt.
Miré a mi lado para ver a Kyle allí de pie, mirándome con lástima.
—No sabías lo que sucedería. Nadie lo sabía.
—Pero yo la llevé a eso, Kyle. Por mi terminó así.
—Sabes que nuestro trabajo implica la vida de nuestros seres queridos.
Suspiré, escondiendo mi cabeza entre las piernas y brazos llevados al pecho.
—Ya nos vamos. Tenemos que ordenar algunas cosas —murmuró.
—Bien.
(…)
Ya habían pasado alrededor de una hora, y yo seguía allí sin moverme, empapado hasta más no poder. Los truenos resonaban por todo el lugar vacío, y los relámpagos iluminaban todo. Estaba apoyado sobre la lápida de Amy, mirando a la nada misma. Aún recordaba su risa nerviosa y su mirada. Sus labios sobre los míos, sus temblorosas caricias… Me torturaba. No podía estar sin ella.
— ¿Puedes creer que en dos semanas me enamoré perdida y locamente de ti? —Reí suavemente, encogiéndome en mi lugar— Me gustaría que estuvieras aquí, aunque yo te siento en mi mente… Oh, Amy, te extraño —lloriqueé.
Dejé que las lágrimas se confundieran con las gotas de lluvia. Nadie estaba allí para darme apoyo ahora mismo, nadie cuando más lo necesitaba.
Nadie.