|Holaa. Bueno, hacía tiempo que no subía y creo que ya es hora de subir el segundo capítulo. Gracias por los votos y por los comentarios y seguid así ;)
Este capítulo se centra más en la relación entre Ezra y Noleen. En cuanto lo leáis os daréis cuenta. Siento si es un poco aburrido pero es un capítulo imprescindible. Aún así espero que os guste♥
Canción: Woodkid — Run Boy Run|
— ¡Corre Ezra! No mires atrás —mi grito se entrecorta al final de la frase.
Correr. Esa es nuestra única preocupación ahora.
Sentir cómo la brisa nocturna te acaricia suavemente el rostro, y cómo se te clavan las espinas heladas que desprende. Mis músculos empiezan a estirarse hasta tal punto que es doloroso. Algunas gotas de sudor descienden por mi frente y se deslizan por mis cejas hasta caer.
Mi cabeza es un tumulto de pensamientos: no sé hacia dónde ir, y el tiempo va a contrarreloj.
Tengo a Ezra aprisionado por mi mano. La aprieto con fuerza ya que no quiero que se deslice a causa del sudor de ambos.
Nuestras respiraciones son fuertes y agotadas. Llevamos corriendo bastante rato.
Por detrás de nosotros, puedo vislumbrar unas luces de linternas parpadeantes deseosas de encontrar nuestros cuerpos. También unos gritos de gente hablando entre ellos sobre la posible dirección que hemos podido tomar, aparte de ladridos y gruñidos de perros sarnosos. Estos ladridos provocan que Ezra se estremezca de miedo, al igual que yo.
Y pensar que hemos sido traicionados por esos a quiénes alguna vez quisimos. Por nuestros propios padres. Me repugna esa idea, aunque sé que no son ellos de verdad. Sólo unas copias baratas y mal fabricadas que reciben órdenes de su nueva naturaleza.
Flashback
Ha pasado una semana desde la conversación en la que Ezra me confesó que volvía a tener sentimientos. Desde entonces, subimos al desván una vez al día para hablar y reírnos juntos. Su risa es melodía para mis oídos. Ya no recordaba la última vez que lo oí reír y, la verdad, es maravilloso tenerla de vuelta. Me recuerda a los viejos tiempos en los que todo era fantástico. En los que todo era normal: mi familia, mis amigos, el universo, incluso yo. Aunque tenga sentimientos, debo admitir que he cambiado. Ya no veo las cosas de la misma manera que antes. Ni a las personas. A excepción de mi hermano.
Miro detrás de mí una vez más para asegurarme de que nadie me ha seguido. Me alzo sobre los dedos de mis pies para conseguir agarrar el saliente que sale del techo. Tiro de él para bajar las escaleras que suben hacia el desván. Dentro de poco entrará también Ezra y podremos tener ese momento a solas de cada día.
Devuelvo las escaleras a su posición inicial cuando me he encaramado dentro del desván.
Sigue igual de desordenado que siempre. Cajas, pilas y montones de libros desperdigados por todos los rincones. También hay algunas ropas de cama viejas y un espejo de cuerpo entero, aunque está completamente tapado por el polvo que ha ido acumulando.
Cojo una de las viejas sábanas que veo más limpia y la paso por el espejo, quitándole la suciedad. Hace tiempo que no recuerdo cómo es mi aspecto. No hay casi espejos en la casa, ni en el baño. Sólo uno en la habitación de mis padres, pero no se me permite entrar ahí.
No he cambiado mucho desde la última vez que me contemplé. Sigo teniendo esas odiosas pecas por todo mi rostro. Mi pelo rojizo está enmarañado y desastroso. Y los ojos siguen teniendo ese color verde oscuro. Doy gracias de que sean oscuros ya que odio los claros en mí. Nunca he sido alta, soy más bien bajita. Envidio a las modelos de metro ochenta que tienen unas piernas interminables y una silueta esbelta. Ojalá fuera como ellas.