2 Somewhere only we know

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¡¡Piiiiiiii!! El sonido del claxon hizo que Lucy volviese al mundo real. En esos instantes estaba pensando en lo bien y viva que se sentía entre los danzantes árboles de los bosques de Narnia.
-¡Ten más cuidado!-le dijo el conductor del automóvil.
-Lo siento.
-Mira antes de cruzar.
Lucy enseguida divisó a Susan. Ella estaba leyendo una revista en un quiosco, y de repente un chico algo feo se le acercó. Lucy no se extrañó al ver esto, puesto que normalmente Susan solía atraer las miradas de muchos chicos.
-¿Vas al Saint Fernand?-le preguntó el muchacho a Susan.
-Más bien.-Le contestó Susan cortantemente. Ya estaba algo harta de todos los chicos que se le acercaban, siempre le preguntaban lo mismo y a ella nunca le parecían interesantes.
-Yo al colegio de en frente, he visto que estás siempre muy sola.
-Si, porque me gusta mucho estar sola.-mintió ella.
-A mi también, ¿como te llamas?-Susan   rodó los ojos y decidió seguir mintiendo (es que ese chico no entendía que no le interesaba?).
-Filis
-¡Susan!-gritó Lucy delatándola- tienes que venir, ¡deprisa!
Susan fue corriendo hacia su hermana pequeña y juntas cruzaron la calle y volvieron a meterse en la estación del tren. Bueno meterse no realmente, ya que era prácticamente imposible debido a un gran grupo de niños que se amontonaban en la entrada que no paraban de gritar ¡Pelea, pelea, pelea, pelea!
Susan y Lucy se abrieron un camino entre los niños hasta quedar los suficientemente cerca para ver que uno de los que se estaban peleando no era otro que su hermano Peter.
Se estaba enfrentando a un gran grupo de chavales y le superaban en número por mucho. Debido a eso su hermano Edmund no dudó en entrar a ayudarle.
-¡Edmund!-gritó Lucy.
-Vamos a tumbar a ese también.-gritó uno de los chicos.
Los chicos arrinconaron a Peter y empezaron a darle en la tripa mientras Edmund se enfrentaba a otros tres chicos.
Entonces se escucharon unos gritos y para cuando se quisieron dar cuenta unos guardias de seguridad estaban ya encima de todos los causantes de la pelea.
-¡Quietos chicos quietos!-gritó uno de ellos.
Uno de los guardias agarró a Peter y lo alejó del chico con el que se estaba peleando.
-Ye eres mayor  para estas cosas.-Le reprochó y le hizo sentarse en un banco que estaba algo apartado de la zona en la que había ocurrido la pelea.
Susan, Lucy y Edmund siguieron a Peter y se sentaron con él.
-De nada eh.-le reprochó Edmund a su hermano mayor. Pero lo único que recibió fue una respuesta cortante.
-No me hacías falta.
-¿Porque ha sido esta vez?-preguntó Susan ya harta de que su hermano se metiese en problemas.
-Me ha empujado.
-¿Y le has pegado por eso?-preguntó Lucy preocupada,
-No, después de empujarme, me ha dicho que me disculpara y después le he pegado.
-Tanto te habría costado ignorarle-le regaño Susan.
-¿Por qué tengo q hacerlo?-dijo Peter mientras se levantaba-¿No estáis hartos de qué os traten como niños?
Sus hermanos suspiraron, ya estaban artos de que Peter siempre saliera con lo mismo, todos echaban de menos Narnia, pero no por ello estaban siempre metiendose en problemas.
-Somos niños.-contestó Edmund.
-Pues yo no siempre lo he sido.-Peter suspiró y se volvió a sentar- Ya a pasado un año, ¿cuánto más quiere q esperemos?
Susan rodó los ojos y suspiró.
-Creo que tenemos que aceptar que vivimos aquí, es inútil pretender otra cosa.
Mientras Susan decía esto el chico del quiosco bajó por las escaleras, por suerte, Susan no tardó en darse cuenta.
-Oh no, fingid que estáis hablando conmigo.
-Estamos hablando contigo-dijo Edmund extrañado.
Pero un repentino grito de Lucy hizo  que todos volvieran su atención hacia ella.
-¡Au!
-¡No grites!
-Me han dado un pellizco.
-¡No me empujes!-gritó de repente Peter.
-Yo no te he tocado.- le contestó Edmund.
Después de eso todos empezaron a sentir extraños cosquilleos, pellizcos y empujones por todo su cuerpo. Lo más extraño de todo era que no había nadie que los ocasionase, y al mismo tiempo que los hermanos daban vueltas sobre si mismos para intentar atrapar al causante de tales molestias los azulejos de la estación empezaron a desprenderse, al igual que las vallas... pero los únicos que parecían darse cuenta eran ellos cuatro, los demás seguía ha lo suyo, ni se inmutaron.

Falling for you (Edmund Pevensie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora