Kath tenía muchas amistades, hombres y mujeres. Pero sólo una de ellas era la que ella denominaba como "intima". Se trataba de su amigo Alex, un chico delgado y de piel muy pálida; solía vestir de gris, color que contrastaba con sus ojos azules. Era una persona muy callada, pero al entrar en confianza daba muy buenas conversaciones, que confundían todo lo que Kath creía entender o saber. La escuchaba en todos sus problemas, incluso le hacía ver cómo resolverlos; con él, ella se sentía extrañamente segura. Salían a todos lados, pues Alex decía que se había mudado desde el otro lado del planeta, y quería conocer lo máximo posible de la ciudad, o hasta donde se les permitiera salir.
Kath nunca vio a sus padres, él siempre andaba solo, nunca vio que alguien llegara por él a la escuela o más tarde, a visitarlo al trabajo. Nunca tuvo novia, él decía que era una pérdida de tiempo y dinero, además de que le costaba sentir cosas hacia alguien, exceptuando a Kath, su mejor amiga. Ella gustaba de él, pero nunca se atrevió a dar el siguiente paso. Menos cuando un día quiso visitarlo de sorpresa a su casa, ignorando sus advertencias de nunca hacerlo, pues, según él, su casa era un lugar muy íntimo, aquel día fue, tocó la puerta sin obtener respuesta, aunque no la necesitó, la puerta estaba abierta. Entró, flores en mano, a él le encantaban las margaritas.
—¿Alex? ¿Estás aquí? —no obtuvo respuesta. —Vamos, te traje margaritas. —Había unas escaleras, que conducían al segundo piso. Las subió intentando no hacer ruido. Debe estar dormido. Pensó.
Arriba había sólo una habitación, cerrada. Ella se acercó a la perilla, quería ver si Alex no estaba haciendo alguna cosa que le incomodaría al momento en que ella abriría la puerta para sorprenderlo con un abrazo.
Lo que ella vio fue peor. El cuarto estaba oscuro, un haz de luz que entraba por una ventanilla iluminaba el rostro de Alex, sentado en la cama, sin playera. Comía algo, Kath tardó un poco en ver que era, pues chorreaba sangre en su delgado torso. Al lograr ver que era emitió un grito que fue escuchado por toda la casa, era un corazón humano, palpitaba lentamente y él lo devoraba como si fuese un bocadillo. Volteó a la puerta al escucharla, se tragó lo que le quedaba del músculo y caminó hacia la puerta, ella retrocedió, tropezándose con unas cajas que habían pasado desapercibidas. Éstas se abrieron, dejando caer manos, pies, torsos, ojos y unos que otros corazones desmembrado en su vestido rosa, tornándolo en un vestido rojo carmesí.
La puerta se abrió, varios hilos de sangre brotaban de su boca y su cuerpo entero estaba manchado de sangre fresca.
—Kathie, Kathie, Kathie. ¿No entiendes lo que es la intimidad? —sacó una navaja de su bolsillo derecho. —Eras una buena amiga, lástima que ahora tenga que comerte.
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Inktober (for Writers)
Random¡Aló! Este libro será mi primer intento del famoso Inktober, pero una versión para los que habitamos esta plataforma. Los escritores.