⁞Cuatro⁞

15 2 0
                                    



C A P Í T U L O  4




Debí suponer que en algún punto él se giraría pero en ese momento mi cerebro no coordinaba con mi mirada y fue hasta que sus ojos se toparon con los míos que me giré apenada tratando de apagar mis entonces mejillas sonrojadas.

Fue tanta mi vergüenza que decidí disculparme con la familia diciendo que tenía mucho sueño y que iría adormir a la habitación destinada para mí.

Por eso mismo estar en esta situación con mamá me parece una burla hacía mi por parte de la tormentosa señora Mala suerte.

― ¿Por qué no puedes llevarme tú simplemente? ―inquirí tratando de buscar la atención de mamá quien solo buscaba algo desesperada en la alacena.

No podía ser posible que George tuviera que llevarme a la escuela, yo no podía estar cerca de él, me ponía los nervios de punta.

―Ya te lo dije, tengo que ir a dejar a tus hermanos ―quise refutar pero ella se adelantó diciendo: ―Además, no entiendo porque te pones así, tu comportamiento de niña mimada me está sorprendiendo.

La miré ofendida.

Si bien papá gozaba de un buen trabajo en una de las empresas más solicitadas de construcción y demolición que nos permitía darnos nuestros lujos nunca me he comportado como una niña caprichosa. Al contrario siempre que ella va a trabajar en su tienda como decoradora la apoyo cuidando a los niños por lo que sus palabras han calado hondo en mi interior.

―Ellianne, no quise...

A pesar de su expresión acojonada decidí darme la vuelta y salir de la cocina.

―Vámonos.

Fue lo único que dije al pasar a lado de George.

Era demasiado temprano así que todos estaba dormido por lo que no tuve la necesidad de despedirme de nadie.

Empujé la puerta de madera y salí a la calle principal donde aguardaba la jeep negra que reconocí en seguida.

―Sube al auto ―ordenó mientras esta vez él pasaba a mi lado hasta llegar al vehículo para después subirse.

Preferí no contestarle pues solo sería gastar saliva.

Tomé una gran bocanada de aire antes de caminar hasta la jeep y entrar.

No dije nada y esperé a que arrancara.

El silencio dentro de la jeep era verdaderamente incómodo, o al menos para mí así que opté por concentrarme en mi iPhone.

― ¿No vas a decirme para donde es tu escuela?

Alcé la mirada solo para ver como George me observaba con una mirada que carecía de tolerancia.

― ¿Acaso no sabes?

― ¿Si supiera te lo preguntaría?

― ¿Para qué te ofreciste a llevarme si no sabes dónde es?

― ¡Solo dime hacía donde ir! ―estalló cual globo. Tomó un respiro y preguntó: ― ¿Puedes con eso?

Esta actitud refleja una clara señal de persona impaciente, y yo como toda persona vengativa jugaré con su paciencia para devolverle el favor de haber sido grosero conmigo.

―No, en realidad ―frotó su cara con sus manos y se recargó en el volante ―Déjame conducir.

― ¿Qué? Ni de chiste.

―Son las 6:33, entro a las 7:00 y nosotros aún seguimos frente a la casa de mi tía, así que dime ¿Cuáles son tus opciones?

―Bajar de la camioneta y decirle a tu madre que no quieres decirme donde queda tu escuela.

―Atrévete y yo le digo que estabas afuera de mi casa tomando fotos a la casa del árbol de mis hermanos.

― ¡Por un carajo! Te dije que no estaba tomando fotos a eso.

―Eso explícaselo a ella ―me crucé de brazos ―Tú decides.

Farfulló algo demasiado bajo que no pude oír antes de bajar de la jeep.

Una sonrisa se coló por mis labios al ver que había logrado más de lo que me había imaginado que lograría.

Brinqué al asiento del conductor.

George abrió la puerta del copiloto y se subió.

Palmeé el costado de mi mochila hasta dar con mis lentes negros, los saqué para después ponérmelos.

―Eso fue lo más estúpido que vi en mi vida ―se quejó el amargado a mi lado.

―Eres demasiado guapo como para ser tan negativo siempre.

Que rayos dijiste.

Giré la llave y arranqué.

― ¿Estás coqueteando conmigo?

―Lo siento, no coqueteo con maniacos acosadores.

Logré ver como sus labios se curvearon hacía arriba.

―Eso espero porque soy mayor que tú.

―Claroooo, ahora todo encaja ―le di una rápida mirada viendo su entrecejo arrugado.

― ¿Y ahora de que estás hablando?

―Por eso eres tan amargado ¡Eres un anciano maniaco acosador que no envejece! No me mates, no se lo diré a nadie.

Soltó una risa que me contagió enseguida, su sonrisa era hermosa, en verdad lo era.

Me detuve frente a la escuela.

―Bueno, debo irme...

Abrí la puerta y bajé de la jeep para después rodearla para dirigirme a la entrada del colegio.

― ¡Con ese uniforme parece que vas al kínder!

Giré solo para comprobar que había sido George quien lo había gritado.

Le saqué la lengua para luego retomar mi camino.

Pasé un mechón de cabello detrás de mí oreja sin borrar la sonrisa que recientemente había invadido mis labios. 

B R I S AWhere stories live. Discover now